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Gonzalo Bosch Rodríguez
Jueves, 29 de febrero 2024, 08:16
Los vecinos de Campanar vuelven a aparecer por los aledaños del edificio para indicar a los bomberos dónde buscar sus cosas. Joaquín Amat también está por allí, aunque él ya tuvo su turno ayer. «Lo único que sacaron fue la caja fuerte, tenía el dinero ... de mi jubilación pero se ha quemado todo», afirma desolado. El hombre confía que toda la ayuda inicial no se disuelva con el tiempo. Espera que las autoridades de verdad estén a su lado hasta que puedan retomar sus vidas: «A los afectados de La Palma no los iban a abandonar después del volcán y algunos están aún peor», replica.
Joaquín Amat hacía toda su vida en torno al barrio. Sus amigos son de allí y todos los planes para pasar el día los realizaba en torno a las calles cercanas a su casa. El hombre se ha paseado por la zona hoy porque quiere encontrar casa allí. Pese a la desgracia, hay otras muchas cosas en la zona que forman parte de su vida. No quiere perder también eso. Amat quiere volver a sus partidas de dominó, sus mañanas en el bar o sus paseos al sol. «Campanar es mi barrio de toda la vida, yo no me quiero mover de aquí», confirma.
Durante la jornada continúa la labor de los bomberos. Una primera pareja abandona la zona con lo recuperado junto con el coche, que también han sacado del garaje. El turno de espera ahora es de Volodymyr Likhvan, un chico ucraniano que vivía con su hermana. «Los vecinos de justo al lado han recibido muchas bolsas, confío en que algo se haya podido salvar», afirma. Sin embargo, el discurso esperanzador del chico no encaja con su rostro. «Deseo que aparezcan los documentos de toda mi vida, los coleccionaba a modo de recuerdo para contar mi historia», confiesa en inglés. El chico desvela que su prioridad sería salvar las fotos impresas que tiene de sus padres, los cuales fallecieron hace años y no tiene muchos más recuerdos suyos.
Volodymyr Likhvan y su hermana llegaron a España hace dos años. Los hermanos tuvieron que marcharse de Ucrania al comenzar la invasión rusa. Su idea inicial era aguantar y ver la evolución del conflicto, pero en uno de los bombardeos rusos su casa quedó reducida a escombros. Los Likhvan perdieron absolutamente todo en una noche. Un misil arrasó, no solo su casa, si no su vida entera. Decidieron huir de Ucrania para tratar de empezar de cero en España. Una vez en Valencia, los hermanos llevaban dos años en fase de recuperación. Dos años de reponerse para seguir adelante. Sin embargo, el pasado 22 de febrero la tragedia volvió a sacudir sus vidas. Los hermanos Likhvan vuelven a estar sin nada. El chico sabe que las fotos y documentos de papel no habrán sobrevivido: «mi última esperanza es que me bajen el ordenador y que el chip no esté quemado para sacar los documentos que tenga ahí«.
Estos episodios se suceden a lo largo del día. Un vecino mete en el maletero de su vehículo varias maletas recuperadas de entre los escombros. «Hemos conseguido algo de ropa, poca cosa pero nada de valor», comenta resignado antes de subirse a su coche y marcharse de la zona. Otra pareja parece que se marcha también. Ellos sólo llevan un par de bolsas de plástico. «Lo hemos perdido todo, no nos lo podemos creer», sentencia mientras empieza a llorar. En el interior de las bolsas sólo está la placa de una Playstation, un ordenador y un par de tazas, todo ello chamuscado. La sensación de desolación se apodera de la zona.
El barrio de Campanar vive un día más con el recuerdo de la tragedia, difícil de superar al volver a ver el edificio de catorce plantas calcinado. Todavía huele a humo por los aledaños. Las calles recuperan poco a poco la normalidad, donde la Policía Local empieza a desprecintar aceras y permitir el paso de vehículos. Tan sólo la calle que da acceso al edifico y su garaje continúa cerrada. Allí continúan bomberos y cuerpos de seguridad del estado con las tareas de recuperación de enseres para los afectados. Mientras, los curiosos que pasan por allí se detienen un momento para sacar una foto e inmortalizar la tragedia.
Una vecina que se para frente al complejo se emociona: «Me parece increíble que vengan familias con niños a fotografiar esta desgracia». La mujer, que vio la sucesión de los hechos desde su balcón, llora por la pena que le producen las víctimas y pide respeto a los que se amontonan alrededor. Que algunos vean como atracción turística fotografiar esa fachada se ha convertido en costumbre durante estos días. Bares y comercios reciben a sus clientes. La escuela 'Valientes' vuelve a la rutina de atender a sus niños mientras lo compagina con la ayuda a los afectados, que todavía coordinan. El tráfico circula con aparente normalidad. Mientras tanto, bomberos y policía seguirán el tiempo que haga falta, con las tareas en el edificio y la atención a los afectados.
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