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Un granjero de San Felices de Buelna perdió el pasado domingo, 17 de julio, 5.000 gallinas de un plumazo por la ola de calor que dejó temperaturas de hasta 42,9 grados a las dos y media de la tarde, un horno para estas ... aves que carecen de glándulas sudoríparas con las que regular la temperatura corporal.
El propietario de la granja, Juan Francisco Portilla López, estaba comiendo con la familia en Isla cuando escuchó por la televisión del restaurante que San Felices había registrado una de las temperaturas más altas del país. Se levantó y fue directamente a su granja. Lo que se encontró prefiere olvidarlo: «Me da una lástima terrible, las cuidaba mejor que a mis hijas. Habíamos estado por la mañana vigilándolas y estaban todas bien, pero cuando llegué después de comer fui encontrando una, dos, tres... había miles muertas», relata Portilla.
Las gallinas que ha perdido este avicultor son originarias de Alemania, se las conoce como Lohman y están entre las seis mejores razas ponedoras de huevos. Tienen una producción que va de 320 a 325 huevos anuales (uno diario) y cada una de ellas está valorada en cinco euros. Basta con hacer la multiplicación para saber lo que ha perdido en tan solo unas horas: 25.000 euros. Pero lo económico no es lo que más desconsuela a este granjero. Es la pérdida de sus animales y el no haber llegado a tiempo, porque ya tenía contratado un sistema de refrigeración, o lo que se conoce en el sector avícola como enfriamiento evaporativo, y este miércoles se lo instalaban.
El episodio del domingo no terminó cuando Portilla certificó el fallecimiento de sus gallinas, después llegó el desconcierto. ¿Qué hago con tantos animales muertos? ¿Cómo los voy a retirar de la granja? Ahí entraron en juego los familiares, vecinos y amigos de Juan Francisco -un total de veinte-, que no dudaron en echarle una mano y juntar diez carretillas para ir sacando a las gallinas muertas y metiéndolas en sacos. Unas fueron a parar al congelador y otras fuera de la granja, a la espera de que los servicios del seguro que tiene contratado fueran retirándolas poco a poco. La premura en estos casos es fundamental porque, como explica este experto avicultor de 45 años, a los pocos minutos de morir, con el calor, estas aves comienzan a soltar líquidos y malos olores.
Portilla cuenta que lo que mató a sus Lohman fue el aire sofocante que entraba por la puerta de la granja porque curiosamente de las 17.500 gallinas que tiene en San Felices -posee otras 7.000 camperas en lo alto de la montaña- han fallecido las que se encontraban más cerca del acceso y no las ubicadas al fondo de la nave, por donde no entra aire directo. «Se fueron asfixiando», lamenta. «Ver así a tus animales te hace perder las ganas y la ilusión. No me había pasado nunca, pero tampoco me volverá a pasar».
Las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología habían hecho que Juan Francisco se pusiera en contacto a principios de mes con otras granjas ubicadas en Zaragoza, como el Grupo Bailon (con un millón de gallinas), donde las temperaturas en verano acostumbran a pasar de los 40 grados. Sus colegas de profesión le recomendaron una empresa especializada en montaje de sistemas de enfriamiento evaporativo o 'cooling system' y este miércoles le instalaban el equipo. «Es una pena no haber llegado a tiempo», dice Portilla, que tendrá que desembolsar otros 25.000 euros para el sistema de enfriamiento.
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