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oskar ortiz de guinea
Viernes, 9 de julio 2021, 09:30
«Al suelo, al suelo!», gritaron los agentes de la Ertzaintza cuando sorprendieron al acusado del crimen de Murchante a la salida de la peluquería ... Txukun Txukun, en la calle Pasaia del barrio donostiarra de Gros. «Ha sido como de película», relataron unos testigos. El peluquero, en cambio, poco más pudo aportar. «No he visto nada», aseguró. Según la Ertzaintza, podía pretender un cambio de imagen, aunque el barbero afirmó que «yo le he lavado el pelo, y se ha ido». Nadie quiso confirmar ni desmentir si pudo abandonar el local ante la presencia policial. «No podemos revelar ningún aspecto de la detención», afirmaron unos agentes. «Pero está claro».
El caso es que el presunto asesino no llegó a dar dos pasos al salir del local, cuando fue abordado. «¡Al suelo, al suelo!». El arresto fue rápido. «Eran las 19.20 horas, y para las 19.30 se lo han llevado. Visto y no visto», señaló una mujer que vio la escena «desde el balcón, un poco escondida, por miedo a que me dijeran algo».
La alta presencia policial alertó a la gente de que «algo gordo había pasado». En un bar de la zona, explicaron que «primero ha pasado una 'conejera' de la Ertzaintza por la calle Errenteria hacia Oiartzun. Luego, otra. También una o dos patrullas y han cortado la calle Oiartzun», donde estaba estacionado el Seat Toledo camuflado de la Policía Vasca que el asesino había robado por la mañana, justo en la esquina con la calle Pasaia, enfrente de la peluquería. Un hombre de un portal cercano vio «desde mi casa dos coches patrulla custodiando la calle, pero no imaginé que iban a detener a nadie, y menos en la peluquería donde a las 19.30h tenía hora para cortar el pelo a mi hijo», relató Jon. «Un vecino me ha dicho que un ertzaina le ha llamado por el telefonillo para que nadie saliera de casa en un rato».
«Se te queda un cuerpo raro», afirmó una trabajadora de un comercio cercano, que instantes antes de la detención vio a «cuatro ertzainas corriendo. Uno gritaba '¡a mis espaldas, a mis espaldas!'». Esos policías a la carrera sobresaltaron a Sonia, que había salido de casa a pasear al perro. «Te llevas sorpresa, porque iba tan tranquila y vi a los policías armados, luego otra furgoneta. Después me he dado cuenta que habían cortado la calle. Sabía que algo pasaba, pero no quise pararme».
Para entonces, Pedro María Ruiz Jiménez se encontraba en el interior de la peluquería. Acudió sin cita. «Asomó por la puerta y me dijo si le podía lavar el pelo. Le dije que sí», explicó el peluquero. ¿Intercambiaron alguna palabra? «Nada, por profesionalidad, me centro en mi labor». Debido a su larga melena -«hasta aquí», afirma llevándose su mano a media espalda- le costó «un poco poder lavarle. Unos cinco minutos. Luego se fue», insistió. El propietario del negocio se encontraba en otra peluquería de su propiedad en la misma calle. «Pregunta lo que quieras, que no he visto nada».
Probablemente, quién mayor sorpresa se llevó fue la camarera de un bar. «La semana pasada le serví en la barra. Me ha avisado un cliente al ver su foto: 'ese estuvo el otro día en el bar', me dijo. Luego lo he recordado todo. Vino dos veces. Me pidió un chupito de whisky JB y una cerveza para un chico. Era menor de edad y le dije que no le podía servir alcohol. Estuvieron jugando en la máquina tragaperras y se fueron». Sin embargo, «al rato volvió el solo. Deduje que viviría cerca, porque estaba recién duchado y luego comentó que vivía en Beasain», contó la mujer con la exhaustividad propia solo de un policía o una buena camarera. Antes de acudir a la peluquería, el detenido volvió a pasarse por un bar. Esta vez solo para tomarse un whisky y un pintxo. Fue el momento en el que un agente de paisano descubrió su identidad y comenzó a hacerle seguimiento. Ese recorrido se prolongó hasta la peluquería donde fue arrestado.
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