Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Se colaba en sus casas por las noches con las llaves que con anterioridad había robado a conocidos o compañeros de trabajo con el fin de agredir sexualmente a hijas o hermanas de estos. Sus víctimas dormían siempre solas en una habitación.
El testimonio de ... un ertzaina, el pasado martes, en el segundo juicio contra el presunto violador en serie de Gipuzkoa, esta vez por el ataque a una joven en Lasarte-Oria en 2015, confirma las sospechas de la familia de la víctima agredida en 2019 de que «más chicas» habían sufrido una agresión sexual por parte de G.G.C. en sus viviendas tras haber sido adormecidas con cloroformo. En concreto, los familiares de esta mujer de 21 años, todos de origen rumano como el inculpado, pusieron el foco de las posibles víctimas en el entorno de la Iglesia Pentecostal Rumana de Beasain, a la que acuden cada semana y donde habría «chicas que dicen que por las noches, cuando duermen, 'entra un fantasma' a sus habitaciones. Y se despiertan con la ropa quitada».
Lo cierto es que ninguna lo ha denunciado. De hecho, hasta la agresión registrada en Beasain que permitió arrestar a G.G.C, de 37 años en la actualidad, la Ertzaintza 'solo' le imputaba otras cinco agresiones entre 2012 y 2015. A raíz de la investigación posterior, la Policía autonómica le atribuye varias más sobre otras cuatro mujeres.
El modus operandi siempre era el mismo. Entraba en las viviendas de las chicas, las sorprendía en mitad del sueño, les hacía inhalar cloroformo y las violaba en la oscuridad, al tiempo que fotografiaba y grababa sus «actos sexuales explícitos», según declaró uno de los ertzainas que tuvo acceso a los documentos gráficos que el detenido tenía archivados en su ordenador y pendrives. Así se pudo constatar que los ataques se repitieron varias veces. En un caso, hasta en diez ocasiones.
Ellas nunca llegaron a denunciarle ante ninguna instancia policial, judicial o pública. En el fondo, yacían «inconscientes, dormidas» y apenas podían ser conscientes de lo sucedido, aseguró este agente de la SICTG (Servicio de Investigación Criminal Territorial de la Ertzaintza en Gipuzkoa). Al amanecer, tampoco acertaban a explicar cómo podían haberse despertado en bragas o desnudas. Cosa de fantasmas, llegó a pensar alguna.
A este 'espectro' al que un psiquiatra que lo analizó en Valladolid describió como «un adicto sexual» que era plenamente «consciente» de lo que hacía pero «no de los efectos» que causaban sus acciones, lo sentó por primera vez en el banquillo de la Audiencia de Gipuzkoa, a finales de enero, una chica de 21 años afincada en Beasain y de profunda fe pentecostal. Ella también fue atacada de madrugada en su vivienda. «Hay más chicas que han sido violadas como nuestra hermana en la iglesia pentecostal de Beasain, pero no han querido denunciar», aseguraron a este periódico dos familiares de la joven que delató el caso y logró desenmascarar a este sujeto al que la Ertzaintza buscaba desde hace siete años.
El individuo, entonces casado y padre de familia, conocía el domicilio y los horarios laborales de la víctima. También sabía que ella estaría sola porque el hermano con el que convivía, que a su vez era trabajador de la empresa del agresor, estaba de vacaciones en Rumanía. La investigación confirmó que el acusado poseía una llave maestra que abría varios portales del barrio, pero no del piso, por lo que aguardó unos minutos junto a la puerta de entrada y asaltó a su objetivo cuando se disponía a salir de casa para ir a trabajar a una panificadora en Lazkao.
modus operandi
Según relató esta víctima, un encapuchado la atacó por la espalda y le debió aplicar dos veces un paño humedecido con cloroformo para adormecerla y violarla. Los familiares de la joven subrayaron a este periódico que «otras chicas» habían sido agredidas de un modo similar en sus casas y no lo habían denunciado «por vergüenza». Lo achacaban a que en la religión pentecostal «es importante llegar virgen al matrimonio» . Sin embargo, sostuvieron que «hay chicas que dicen que por las noches, cuando duermen, 'entra un fantasma' a sus habitaciones. Y se despiertan con la ropa quitada».
Este comentario cobró mayor sentido el martes tras el testimonio de un ertzaina durante el juicio por la violación en Lasarte-Oria el 1 de enero de 2015. Entonces abordó por la espalda a una joven de 21 años a la salida del topo, la sedó con cloroformo y culminó su plan. La joven no llegó a ver su rostro, por lo que en el juicio declaró frente al acusado que «necesitaba verle». Pretendía así quitar el velo «a ese fantasma que tenía en su recuerdo siempre», relató su abogada.
Aquella fue su última agresión consumada en la calle. En marzo intentó otra, pero la chica pudo zafarse y huir. La Ertzaintza no tuvo constancia de más casos hasta la violación perpetrada en 2019 en Beasain. Ha sido durante la posterior investigación cuando ha conocido las repetidas agresiones a cuatro mujeres entre 2015 y 2017. Según el agente de la SICTG, «aprovechaba para acceder a sus domicilios porque el hermano o el familiar de esas mujeres trabajaban con él».
confesión de un ertzaina
El hecho de que el arrestado se moviera en un ambiente de mayoría rumana, buena parte perteneciente a la comunidad pentecostal aunque él fuera ortodoxo, apunta a que alguna víctima ahora conocida pertenezca a la Iglesia Pentecostal Rumana de Beasain -a la que hace un año se sumó la exesposa del acusado-.
El martes, nadie de quienes acudieron a la misa de las nueve de la noche se pronunció sobre esta probabilidad. Es más, ninguno quería hablar ante la mirada desconfiada de otros feligreses en el exterior del templo, y menos facilitar su nombre. Al doblar la esquina, dos chicas que acababan de bajarse del coche en el que se desplazaron al polígono industrial donde está el templo se limitaron a asegurar que «se oyen muchas cosas, pero no sabemos nada».
Unas 130 personas asistieron a la misa, los hombres a un lado y las mujeres al otro. Conocían a G.G.C. de haberle visto «una o dos veces». «Ninguna mujer nos ha comunicado nada así», se oyó en las inmediaciones de la iglesia. Al día siguiente no era difícil hallar a ciudadanos de origen rumano en Beasain. Solo en el archivo guipuzcoano de trabajadores autónomos en la construcción figuran casi una treintena de rumanos llamados Vasile en el Goierri. Frente a la sede de la CAF, una rumana con un pañuelo en la cabeza tampoco da su nombre. Aunque no es «muy creyente», tiene familiares y amigas que siguen el pentecostalismo en Gipuzkoa y Rumanía. Sabe que «perder la virginidad antes de casarse lo ven como algo vergonzoso», y por ello «lo que más» le sorprende es «que una chica de la iglesia denunciara la violación. Me parecería más normal no hacerlo», confesó.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.