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Silvia Osorio
Viernes, 31 de marzo 2023, 17:23
Desolación. Rabia. Dolor. Son algunos de los términos que describen la angustiosa situación que viven cientos de ciudadanos que han tenido que ser evacuados de sus hogares por los incendios que asolan Asturias. Casi un centenar de focos, la mayoría «intencionados», según las primeras ... pesquisas, que mantienen en alerta a la comunidad desde el jueves por la noche y que, incluso, amenazan a Oviedo.
Muchos han tenido que abandonar sus casas con lo puesto. «Me picó la Policía Local a las dos de la mañana para decirme 'tienes un incendio a veinte metros de tu casa'». Así contaba a primera hora de la mañana Eduardo Llano, presidente de Aspaym y exconcejal en el Ayuntamiento de Oviedo, cómo comenzó la pesadilla que están viviendo por los incendios activos en el monte Naranco desde pasada a la una y media de la madrugada.
De inmediato, trasladó a su mujer y a su hija hasta la casa de su madre, para alejarlas del fuego, y ahora mismo «están intentando salvar la casa y librar que llegue el fuego», que la rodea por todos los lados. Para ello, reconoció con angustia, están «cruzando los dedos, a ver si los bomberos son capaces de evitar que se queme». El viento tampoco ayuda: «Ellos harán el 200% que puedan pero los milagros no existen».
Los bomberos trabajan sin tregua para apagar las llamas, que llevan horas quemando el gran pulmón de Oviedo y los concejos limítrofes, afectando a la zona sureste del monte y que ha obligado a desalojar viviendas en Fitoria. Entre los que han tenido que dejar forzosamente sus casas reina el sentimiento de impotencia. «No sabes ni qué coger», admiten. Pueblos enteros han quedado vacíos y los hosteleros de Luarca se han volcado para atenderlos. Hay lágrimas y muchas rabia. «Es muy triste. Tener que dejar allí todo, a los animales…», admite una ganadera de la zona.
Habían escuchado que «en Aristébano los sacaron de casa», pero no podían imaginar que en unas horas ellos serían los evacuados. Al menos, no en tan pocas horas. Esa era anoche la tónica general entre las decenas de vecinos que llegaban al polideportivo de la citada localidad costera desde los pueblos cercanos de Ranón, Leiriella, Pescareo, y Balsera, entre otros. Algunos con sus perros y gatos en brazos, otros aferrados al teléfono móvil para saber de sus familiares y otros hasta en zapatillas o toquilla. «Dejé las puertas de la cuadra abiertas, pero nada… Todo quedó allí», señaló también, al borde de las lágrimas, otro ganadero de Pescareo.
Vanesa Maño y José Raúl Fernández son un matrimonio de Fuentes (localidad de Tineo perteneciente a la parroquia de Navelgas) que, afortunadamente, no han perdido nada en los incendios, pero sí han visto cómo el fuego lo destruye todo a su alrededor. «Hemos pasado la noche en vela, pensando que por una chispa o cualquier cosa podía pasar el fuego a nuestra casa», cuenta la mujer. Con miedo, ansiedad y un fuerte sentimiento de desprotección, vio cómo las llamas invadían el camino que pasa justo debajo de su casa. «Toda esta zona del pueblo quedó como una nube. No se veía nada, esto parecía la guerra», apunta su marido. Lo peor fue cuando vieron arder una casa cercana a la suya, propiedad de una familia que vive en Madrid y acostumbra a pasar los veranos en la parroquia. Nada pudieron hacer porque el fuego ya estaba dentro y todo sucedió en cuestión de minutos: primero se derrumbó la parte derecha del inmueble y después explotaron las bombonas de gas de la cocina.
En Naraval (Tineo), Quique Santos también pasó toda la noche sin dormir y sintió que la única manera de sentirse más seguro era subir al monte donde estaba el incendio y grabarlo. «Me quedé tranquilo porque lo vi mirando para el lado contrario», relata, aunque es consciente de que no está fuera de peligro. Sin embargo, lejos de resguardarse en las zonas habilitadas por la Guardia Civil, Santos prefiere «tener la mochila preparada en la puerta, coger a la perra y marchar» si es necesario. Eso sí, confiesa haber sentido una mezcla de miedo y rabia. «Era imaginarme perder lo poco que tengo y verme en la calle con dos pantalones, dos jerseis, unos gayumbos y unos calcetines». A ello hay que sumarle que tiene una casa alquilada y otra que está arreglando que también corrían riesgo de quemarse. «Pensé que iba a perderlo todo y quedarme en la ruina. No sé ni qué hubiera hecho», reconoce.
Desde Casiellas llegaba junto a sus hijos, Herminia Menéndez, que ya estaba en la cama cuando los agentes desalojaron la aldea. Y desde Ranón, el pueblo al completo. «Nos dimos cuenta de que faltaba una señora, pero ya estamos todos», apuntó una de las vecinas, con alivio. Los voluntarios de Cruz Roja registraron a los desplazados por el fuego a su llegada al polideportivo y les proporcionaron kits de higiene y comida caliente. Y también varios negocios hosteleros de la villa se ofrecieron su ayuda, junto a incontables vecinos.
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