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JAVIER PEÑALBA
Martes, 28 de noviembre 2017, 09:59
La víctima fue Beatriz Hernández Rivas, pero pudo haber sido cualquiera de los conductores que aquella noche circulaban entre Villabona y Alegia. Aitor Mendiaraz, Josu Otaegi, Francisco Javier Olaziregi, Oscar González o Xabat de Anta fueron algunos de los que tuvieron la fortuna de salvar ... sus vidas. Todos ellos son conscientes del riesgo que corrieron aquel trágico 3 de agosto de 2015. Los cinco lograron evitar la colisión contra aquel camión que recorrió nueve kilómetros en sentido contrario por la N-1. Beatriz Hernández no pudo esquivarlo. Se topó de bruces con el tráiler. «El impacto fue brutal. No tuvo manera de evitar el choque», declaró uno de los testigos en el juicio que ayer comenzó en la Audiencia de Gipuzkoa contra el conductor ‘kamikaze’.
Tras dos años, ha llegado la hora de que se imparta justicia. La decisión corresponde a la Audiencia de Gipuzkoa, que este lunes acogió la primera sesión de un proceso que sienta en el banquillo de los acusados al transportista portugués Carlos Manuel M.M., de 54 años. Sobre él recae la imputación de un delito de homicidio doloso, por el que la Fiscalía solicita doce años y seis meses, en tanto que la acusación particular que ejerce la familia de la víctima demanda 15 años.
Los hechos que han llevado al camionero luso ante los tribunales se remontan a agosto de hace dos años. El acusado se incorporó a la N-1 desde la gasolinera de Alegia, donde había realizado una parada de descanso. Tras recorrer nueve kilómetros en dirección contraria por los carriles del sentido a Vitoria impactó de manera frontal contra el Citroën C-3 en el que viajaba Beatriz Hernández Rivas, de 43 años y vecina de Errenteria y que en aquel momento se dirigía a la empresa Angulas Aguinaga, donde debía incorporarse al turno de la noche. Tras el choque, el vehículo de la víctima se incendió, mientras que el camión se salió de la carretera y volcó sobre su lado izquierdo. El chófer multiplicaba por ocho la tasa de alcohol.
El acusado apeló ayer en su declaración a una sorprendente pérdida de memoria, solo justificable desde su punto de vista por la mezcla de bebidas que ingirió y el consumo de una pastilla para la tensión, que le llevó a no recordar nada de lo que aconteció desde que salió de la cafetería en la que cenó hasta después del accidente.
Los momentos anteriores y posteriores, sin embargo, los mantiene intactos. El acusado, que dijo tener veinte años de experiencia en rutas internacionales europeas, relató que en aquellas fechas realizaba un transporte desde Alemania a su país de origen al volante de un tráiler Iveco. «Había terminado mi jornada laboral y sobre las cinco o seis de la tarde llegué al área de servicio de Alegia. Ya la conocía, pues había estado en otras ocasiones», explicó.
El acusado relató al tribunal de la Sección Primera que, dado que no tenía intención alguna de proseguir viaje hasta la mañana siguiente, tomó varias consumiciones alcohólicas antes, durante y después de la cena. «Primero tomé una o dos cervezas y con posterioridad unos dos chupitos de whisky. En la cena, seguramente, bebí una botella de vino. Pero esto solo lo hago cuando tengo intención de parar 10 ó 12 horas. Si me detengo solo una hora, no bebo», dijo. El acusado señaló que tras abandonar la cafetería desconoce qué le pudo suceder para que entrara en un estadio que definió de «piloto automático. Me apagué. No sé si fue por las pastillas que tomé por la mañana para la presión arterial o por la mezcla que hice de las diferentes bebidas. No encuentro otra explicación», se justificó.
El camionero detalló que a partir de ese momento su memoria no almacena recuerdo alguno. «No me acuerdo de haber cogido el camión ni de haber circulado. Si hubiera estado consciente no habría arrancado. Solo tengo una remota idea de haberme despertado tras el accidente. Cuando lo hice olía a hierba. Alguien me preguntó si estaba bien y yo respondí que sí. A partir de ahí, me llevaron hospital, nada más».
Quienes no tuvieron lapsos de memoria fueron dos empleados de la estación de servicio de Alegia. Una camarera que le atendió explicó que el acusado consumió unos seis chupitos. A pesar de esta ingesta, indicó que «le vi tranquilo. Estaba un poco bebido, aunque no tenía síntomas exagerados de estar embriagado. Sus respuestas eran coherentes», sostuvo.
Un empleado de área de los surtidores, por su parte, aseguró que vio al transportista incorporarse a la N-1 con las luces apagadas. «Salvo que iba en sentido contrario, no aprecié en su conducción ninguna anomalía. La maniobra que hizo para pasar por entre las calles de la gasolinera fue perfecta. No rozó ningún elemento y la velocidad a la que circulaba era también la normal».
Aitor Mendiaraz fue el primero de los conductores que logró esquivar al ‘kamikaze’. «Al acercarme a la gasolinera vi algo raro. Empecé a ver las luces de la estación de servicio y cómo el camión se estaba incorporando a la N-1. Iba sin luces. Me topé con él a menos de cincuenta metros. Se metió enseguida a su carril derecho. Mi vía de escape fue el acceso a la gasolinera. Me dio tiempo a reaccionar y pude evitarle. Cuando me detuve llamé al 112. Estaba muy nervioso. Luego llegaron otros conductores que también se cruzaron con el camión», señaló el conductor que, asimismo, afirmó «haberle dado las largas, pero creo que ni siquiera me vio».
Mendiaraz no fue el único en advertir la presencia del transporte en sentido contrario. También lo hizo Josu Otaegi, conductor de un camión grúa que, a través de la frecuencia de radio que utilizan los transportistas, escuchó una expresión que le puso en alerta. «Oí voces que decían ‘que salga de ahí, que la va a liar’. Pensé que alguno la estaba montando en un polígono. Sin embargo, tras pasar por el alto de Irura, vi las luces del tráiler. No me dio tiempo a nada. Él iba por su izquierda y yo por la derecha. Me pareció que circulaba rápido, a unos 80 kilómetros por hora».
Mucho más comprometida fue la situación que logró salvar en la carretera Xabat de Anta. «Iba adelantando a un Skoda por el carril izquierdo y cuando llegué al cambio de rasante, donde se produjo la colisión, vi al camión de frente. No me dio tiempo a nada. Aceleré lo máximo posible. Justo pude rebasar al otro coche y meterme a la derecha. Luego vi por el espejo retrovisor cómo impactaba contra el coche que iba detrás de mí», el conducido por Beatriz Hernández. «Ella no pudo hacer nada para evitar el choque. Aunque hubiese frenado, estaba sin salida», relató.
Oscar González conducía el coche que precisamente Beatriz intentaba adelantar cuando fue embestido por el camionero ‘kamikaze’. «El impacto fue brutal. El camión se llevó su vehículo por delante. Fue todo muy rápido. La conductora no pudo hacer nada para evitar la colisión. El choque se produjo en un punto donde teníamos visibilidad», afirmó el conductor.
Ninguno de los testigos que declararon observó que el camión circulase de forma anómala. «Y tampoco frenó en los momentos previos al impacto. Me pareció, además, que iba rápido», coincidieron en señalar varios de ellos.
También declararon los agentes de la Ertzaintza que tomaron parte en la elaboración del atestado. Indicaron que el visionado de las cámaras existentes en el trayecto de la N-1 que recorrió el camión permiten ver que la conducción fue «normal, sin maniobras en zig-zag», al tiempo que precisaron que la velocidad que mantuvo fue «constante», aunque en algunos tramos de bajada llegó a alcanzar los 100 kilómetros por hora.
Los agentes explicaron que la presencia del transportista fue advertida por numerosos conductores que pusieron los hechos en conocimiento del Centro de Coordinación de Emergencias. Las imágenes permiten asimismo ver cómo la práctica totalidad de los conductores que se cruzaron con el ‘kamikaze’ le advirtieron mediante señales luminosas de la situación irregular en la que iba. «Pero él seguía a su velocidad, siempre por al carril derecho al tiempo que iba dando ráfagas a los conductores con los que se cruzaba como diciendo: ‘quitaros, que este carril es mío’», indicó uno de los agentes.
Los policías de la Unidad de Tráfico de la Ertzaintza indicaron que el transportista rebasó cinco puntos en los que pudo haber abandonado la N-1 y que incluso podría haberse detenido en la recta de Irura. «Si se hubiese parado, le habríamos ayudado a salir y multado por su actuación. Y si se hubiese descubierto que iba bebido, se le habría incoado el oportuno atestado», afirmó uno de los ertzainas.
Los agentes detallaron que en el momento del impacto, el tráiler circulaba a 77 kilómetros por hora, al tiempo que precisaron que tras la colisión, el turismo en el que viajaba Beatriz Hernández Rivas quedó «destrozado».
Dos de los agentes policiales que acudieron al Hospital Universitario Donostia, donde se entrevistaron con el camionero y al que detuvieron tras conocer que había dado positivo, afirmaron que en el momento de la lectura de sus derechos, el acusado les respondió con una ‘peineta’. Asimismo, manifestaron que el transportista mostró una actitud «indiferente» cuando se le informó de la muerte de la conductora.
El juicio continuará hoy con las pruebas periciales y forenses y los informes finales.
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