«Alberto cayó en un total mutismo cuando rompieron»

Regresaba de Donostia a Orio cuando en el camino se topó con tres coches policiales y una furgoneta que se dirigían a la localidad. «Iban muy rápidos. Pensé que se podía tratar de una persecución o un robo». Al llegar a casa le comentaron que un hombre había matado de un tiro a una mujer y que después se había suicidado. Todavía se desconocían las identidades de los dos fallecidos, pero una foto de los cadáveres con los rostros desfigurados por los disparos ya había comenzado a circular en las redes sociales. «Me la enseñaron y supe que era él por la camisa de cuadros azules que llevaba. Se la ponía mucho».

Alberto era un hombre de costumbres fijas. Residía en Zarautz y casi todos los días acudía a comer a casa de su madre, en Orio, no muy lejos del lugar donde mató a Lourdes. Hacía vida en la localidad costera, por lo que muchos de sus vecinos pensaban que vivía allí. También casi todos los días entraba por las mañanas en el bar Aurrera para tomar un cortado descafeinado y por las tardes, hacia las 19.00 horas, regresaba para pedir otro café o una bebida sin alcohol. El banco en el que su expareja y él encontraron la muerte, el domicilio de la madre y el bar están muy cerca unos de otros. Fueron ayer los escenarios de una tragedia.

Todos los que le conocían coinciden en describir a Alberto como «un encanto de persona». Hace algo más de año y medio comenzó a salir con Lourdes. «Hacían una buena pareja, se llevaban muy bien. Ella era muy risueña», explica uno de sus amigos. La última vez que coincidió con él fue el pasado viernes. «Estuvimos en un par de bares de Orio. Él tomó dos zuritos sin alcohol. Se cuidaba un montón, no bebía ni fumaba, era deportista». Frecuentaba el gimnasio, andaba en bicicleta y había jugado de defensa central en el Orioko, equipo al que seguía. «También pescaba lapas y percebes. Le gustaba andar por las rocas», explica una amiga.

La misma amiga revela que Alberto «había pasado varias veces por un proceso depresivo». «Tendía hacia la tristeza, llevaba a sus espaldas una mochila muy pesada», añade. Trabajaba en una empresa de Itziar, aunque en la actualidad había cogido una baja por depresión. En 2022 estuvo de baja por problemas con la espalda. También se hallaba en rehabilitación porque había sufrido una lesión en una rodilla.

A Alberto Casado se le conocía en Orio como 'el hijo de la huevera' porque su madre y su tía habían regentado un negocio que vendía huevos, algún que otro producto alimenticio y golosinas. Siempre había sido un hombre introvertido, pero eso no le impedía tener amigos con los que hacía deporte y salía los viernes a potear por Orio. «Era humilde, cariñoso y cercano», describe uno de sus conocidos. «Era un tío callado pero muy educado. Nunca había tenido problemas con nadie», afirma otra persona. Pero en marzo Lourdes cortó la relación y a partir de entonces Alberto cambió radicalmente. El hombre «normal», aunque un tanto introvertido, «se volvió hiperreservado». «Entró en un bucle y cayó en un mutismo total. Seguía saliendo con nosotros, pero parecía ausente, no hablaba, se limitaba a estar ahí. Fue como pasar del día a la noche», dice uno de sus amigos, que no quiere que estas palabras justifiquen el asesinato. «Nunca tuvo una mala palabra hacia Lourdes», recalca. «Se lo estaba comiendo todo por dentro. Lo que ha hecho no lo ha preparado en un día. Ha tenido que ser algo meditado».