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Este texto conforma un relato de brutalidad, machismo y asco. Una certera aproximación de lo que la joven violada en los baños de una discoteca del centro de Valencia trasladó hace apenas unos días al juez que tramita estas diligencias. Los hechos, por desgracia, recuerdan ... por su similitud a otras agresiones sexuales de impacto mediático en las que un grupo viola a una mujer. Otra 'manada' actuando con impunidad. Pero esta vez en los baños de la Indiana, una conocida sala de fiestas en pleno centro de la ciudad. Lo que todavía añade más incredulidad a cómo pudo pasar esto en un local repleto de público y con personal de seguridad.
Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando la joven, de 18 años de edad, se dirige al aseo del establecimiento. De repente, un joven le da la mano. No ejerce ninguna violencia ni la fuerza a que la acompañe. Todo surge casi de un modo natural. Le piden que vaya al baño de los chicos, que una amiga suya necesita ayuda. Mienten. Mostraban signos de preocupación, como si realmente necesitaran de su urgente colaboración. Finalmente accedió a esos aseos. La condujeron hacia una de las esquinas de las dependencias. Aquello estaba lleno de gente, pero no impidió que cuatro chicos la rodearan. Uno permanecía algo más alejado, como en actitud vigilante. Los jóvenes empezaron a decirle que era guapa y similares. Uno de ellos le puso las manos encima y la empujó contra la pared. Fue entonces cuando a la víctima de toda esta historia le cayó la primera lágrima. Y empezó a gritar. Y a temblar.
Un cóctel que sin duda compartirá cualquiera en esa angustiosa situación, contra la pared, con dos hombres a los lados y uno frente a ella. Trató de marcharse de allí, pero los agresores le pisaban los pies y todavía hacían más fuerza contra la pared. Hubo gente, clientes de la discoteca que se interesaron por lo que allí estaba sucediendo, seguramente alertados por los gritos de la joven, pero entonces, el cuarto de los agresores ejerció su perverso rol. Les tranquilizaba y decía que era la novia de uno de ellos, que no se preocuparan. Como si eso permitiera la actuación. Nadie intervino.
La joven siguió gritando y manifestando que se quería marchar. Pero el asedio de los agresores se incrementó. A empujones y cogida del pelo, la introdujeron en uno de los aseos, estos ya con puerta individual. Conviene recordar cómo es la distribución de estos baños, un pasillo común, incluso estrecho, que hace esquina y posteriormente los retretes con puerta.
Fue allí dentro donde acontecen los hechos de mayor gravedad. Le abofetearon y le obligaron a agacharse. Se negó de nuevo. Recibió más golpes y estirones del pelo. Finalmente cayó sin poder ya levantarse ante la fuerza que imponían los agresores. Dos abandonaron el cubículo y se quedaron los otros. La violaron contra la pared. Incluso se despidieron antes de que la joven se quedara tendida en el suelo. Al salir de la estancia, totalmente mareada, alguien le acompañó al baño de las mujeres donde otras personas la ayudaron hasta que finalmente apareció una amiga con la que estaba en la sala. De inmediato, llamaron a la policía y le contaron a un seguridad lo que había sucedido. Con los agentes ya en el lugar, la víctima pudo identificar sin dudas a dos de los agresores. Durante su descripción ante el juez, los identificaba, entre otros detalles, por el color de la camiseta.
Dos jóvenes siguen en prisión provisional por estos hechos, aunque han negado ser los autores de los violentos hechos. Accedieron voluntariamente a la toma de muestras de ADN. El informe acerca de los restos genéticos hallados en las ropas interiores de víctima y agresores será determinante en el avance de las pesquisas para confirmar los indicios o dar un giro total al caso.
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