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Encontrar un trabajo es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los ucranianos refugiados en Euskadi. No es fácil si tienen un ... estatus temporal y no dominan el idioma. Algunos, pocos, hablan inglés pero no es suficiente, falta el castellano a un nivel de conversación, que se requiere incluso para empleos 'sencillos'. De los 50.000 ucranianos adultos en edad de trabajar que han llegado a España desde que la guerra en Ucrania tocó las puertas de Europa, 20.000 ya se han inscrito en la Seguridad Social y más de 1.800 tienen en estos momentos una ocupación remunerada. Según las estimaciones de las distintas asociaciones de acogida, en el País Vasco, estos serían unos cien de entre los 3.000 que han tramitado su regularización en las comisarías vascas de la Policía Nacional.
«Lo primero que preguntan cuando llegan es cómo encontrar un trabajo aquí. La gente no quiere ser una carga, quiere contribuir a la sociedad que los acoge y también tener su propio dinero y no estar a merced del Estado», observa Diana, portavoz de la Asociación Socio-Cultural y de Cooperación al Desarrollo Ucrania-Euskadi.
«Todos desean conseguir un trabajo en su profesión, similar al que tenían en su país antes de la guerra, pero están dispuestos a optar por puestos como conductores, trabajadores de almacén, cargadores, empaquetadores, cocineros e incluso limpiadores», añade. «Hablamos de perfiles en muchos casos de muy alta cualificación, ingenieras, una arquitecta, una enfermera, profesoras universitarias..., a las que cada día ofrezco, no sin dolor, puestos en limpieza y están locas por empezar, aunque no saben si van a quedarse en Bilbao», observa Lara Rodríguez, responsable de gestión del talento de Ilunion Facility, cuyas instalaciones hoteleras en Bilbao han cuidado de 105 refugiados desde marzo.
Lo que sucede es que con contratos de pocas horas o a media jornada, que son los que están obteniendo, no alcanzan a pagar un alquiler y deben estar a merced del programa de asilo del Ministerio de Inclusión, que les recoloca donde disponga de una casa, aunque sea en otra comunidad autónoma. Sólo si consiguen un trabajo por su cuenta tienen que salirse del mismo y buscar alojamiento por sus propios medios. De manera que las cosas no las tienen nada fáciles hasta el punto de que algunos están intentando retomar a distancia sus quehaceres profesionales o incluso se están yendo a otros lugares.
El caso de Veronica Pershyna, acogida en Getxo. «Me han ofrecido ser auxiliar de niños ucranianos en colegios, pero he decidido que no, son muy pocas horas, estoy tratando de revitalizar a distancia la academia de inglés que tenía», dice. Oksana Zubchuk, amiga instalada en Berango, también ha empezado a retomar su empleo online, es abogada.
«A pesar de que se informa una y otra vez sobre la puesta en marcha de nuevos tipos de ayuda, en realidad es muy difícil que un refugiado ucraniano huido de la guerra consiga una ayuda real del gobierno en el País Vasco», indican en el colectivo Ucrania-Euskadi. Su portavoz, Diana, habla de su experiencia con dos familias jóvenes con hijos a quienes intenta ayudar desde finales de febrero. «Al llegar aquí se registraron en Zehar. Una familia se alojó conmigo y otra con mis amigos. A día de hoy no hemos recibido una llamada ni para fijar la primera cita con un trabajador social. Hemos acudido a la Policía, a la Cruz Roja y a otras organizaciones». Pero una de las familias «no pudo esperar más» y se marchó a la República Checa donde «en una semana les dieron piso, hicieron los documentos y el chico empezó a trabajar de conductor. Este caso no es único en absoluto. Durante las largas esperas en la cola de Zehar hemos hablado con muchas personas que decían que estaban buscando la manera de irse porque les parecía imposible conseguir ayuda», revela. Desde Zehar-Errefuxiatuak señalan a EL CORREO que «sabemos que hay que se está marchando, si no a Ucrania, a países colindantes, pero es imposible de cuantificar». Consideran que es «habitual» en los flujos migratorios «estar una temporada y de pronto irse».
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