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MELCHOR SÁIZ-PARDO
MADRID.
Miércoles, 9 de agosto 2017, 02:00
Ya no son solo las imágenes de los inmigrantes encaramados a las vallas de Ceuta -donde ayer un millar intentaron saltar la verja- y Melilla las que están dando la vuelta al mundo. Los pasos fronterizos de las dos ciudades están viviendo una «situación límite». ... Ahora son imágenes de un agente herido al intentar frenar con zancadillas una avalancha humana en la aduana de Ceuta; de un policía en julio lanzando una barrera para neutralizar en Melilla a un marroquí armado con un cuchillo ante la falta de pistolas eléctricas; de coches kamikazes entrando a todo gas cargados de subsaharianos y embistiendo a los funcionarios; de las muertes en avalanchas en marzo y en abril de porteadoras en Ceuta...
«Es la tormenta perfecta», resume algún agente. Los policías de las dos ciudades están dolidos por las críticas al funcionario de Ceuta que se rompió la tibia y el peroné «al intentar hacer su trabajo impidiendo que violentaran la frontera», denuncia Jesús González Miaja, secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP) en Ceuta.
Se culpan, de nuevo, a las fuerzas de seguridad cuando la «situación está fuera de control» en las dos ciudades por la mezcla de tres factores: falta de agentes, infraestructuras desactualizadas y la presión migratoria con la que «siempre juega Marruecos en busca de dinero», en palabras de Jesús Barranco, secretario general del SUP en Melilla.
Por partes. Ceuta. A priori, aquí la situación (siempre al margen del delicado momento en el perímetro vallado) debería ser «más controlable» que en Melilla, pues solo hay un paso «habilitado», El Tarajal, donde se produjo la entrada masiva del lunes. «Las instalaciones están igual que hace 30 años. Todo parches. No hay protección pasiva ni para kamikazes ni para nada», explica Iván Guerrero, secretario de la Unión Federal de Policía (UFP) en Ceuta.
«Ha habido un incremento brutal de transeúntes. Coches, porteadores... y la frontera no ha cambiado», abunda González Miaja, quien asegura que solo estos -trabajadores del 'comercio atípico', eufemismo para el contrabando tolerado- han crecido en un 500% en solo tres años hasta alcanzar 5.000 pasos diarios. Los días de menos afluencia son entre 15.000 y 20.000 personas las que pasan por El Tarajal. Lo de más trajín, entre 35.000 y 40.000.
Para controlar esa ingente marea solo hay en cada turno ocho funcionarios. «A veces diez si la cosa se pone fea», matiza un mando policial. En total, hay menos de medio centenar de agentes dedicados al control de documentos cuando antes de la crisis ese número llegó a 75. Ninguno de estos funcionarios (como el herido el lunes) es experto en contención. De eso se ocupan las Unidades de Intervención Policial (UIP, antidisturbios). Hay menos de 50 agentes destinados en la ciudad de manera simultánea. Y la cosa no va a mejorar. En 2016 hubo una sola plaza a concurso para Ceuta y en 2017 no hay ninguna.
Guerrero está convencido de que una avalancha como la del lunes se podría haber evitado con vallas hidráulicas porque los inmigrantes no tuvieron problema para desencajar la «vieja puerta de hierro». También habría ayudado algún sistema de alerta temprana. Como en anteriores ocasiones, solo los silbatos de las fuerzas de seguridad marroquíes alertaron de que algo se avecinaba. La Delegación del Gobierno asegura que en 2019 emprenderá una «reforma integral» de El Tarajal.
«Lo de Melilla es harina de otro costal», lamenta uno de los agentes de guardia ayer en Beni-Enzar, la única frontera internacional de la ciudad. Melilla, además, cuenta con otros dos pasos (sin aduana comercial y con horarios limitados) para porteadores: Farhana, que admite vehículos, y Barrio Chino, donde las 'mulas' aguardan horas a pie.
Entre 30.000 y 50.000 personas atraviesan cada día los tres pasos. «Y para gestionar este intenso tráfico tenemos una Policía que trabaja en condiciones tercermundistas, a 40 grados y bajo planchas de metal, en número insuficiente, sin infraestructuras, sin medios y muchas veces sin la preparación necesaria», afirma el líder del SUP. La dotación para los tres puestos fronterizos, el puerto y el aeropuerto la componen entre 125 y 130 personas, lo que hace que sea casi imposible que haya más de diez funcionarios por turno en cada punto. Solo un retén de 50 UIP completa el despliegue en caso de urgencia.
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