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Corea del Sur no aspira a que llueva café en el campo, pero sí a poder desencadenar precipitaciones sobre la capital a su antojo. Seúl tiene un severo problema de contaminación y necesita ser capaz de formar borrascas para limpiar la atmósfera y proteger a ... los cerca de 25 millones de ciudadanos que viven en el área metropolitona de la urbe asiática, y que suponen prácticamente la mitad de toda la población del país.
A mediados de enero, durante tres días consecutivos, el Gobierno surcoreano se vio obligado a emitir alertas debido a la mala calidad del aire, que portaba alto niveles de micropolvo, y recomendar a la población que permaneciera en sus casas y que, en caso de tener que salir a la calle, usara máscaras y redujera al máximo el tiempo de exposición. Entretanto, el Gabinete del presidente Moon Jae-in remataba los preparativos de su primer ensayo para provocar un chaparrón sin necesidad de invocar a la Virgen de la cueva ni representar la danza de la lluvia.
El experimento consistía en fletar un avión repleto de cargas de yoduro de plata, un químico que ayuda a que se concentre vapor de agua en las nubes. La aeronave se dirigió hacia el oeste de Seúl, a unos 110 kilómetros de la localidad costera de Gunsan, y, una vez situada sobre el Mar Amarillo, lanzó veinticuatro ráfagas de esta sustancia por encima de las nubes con el propósito de 'cargarlas' y desatar un aguacero. Sin embargo, apenas consiguieron que cayera un débil sirimiri.
La propia Administración Meteorológica de Corea (KMA) admitió que los resultados iniciales fueron decepcionantes: «Tan solo detectamos una lluvia débil y brumosa durante varios minutos, no la precipitación significativa que buscamos». Sin embargo, lejos de tirar la toalla, el organismo ve la botella medio llena. «Al margen del éxito o fracaso de esta prueba, ha sido una oportunidad para mejorar la tecnología necesaria para la 'siembra de nubes'», remataron los portavoces de la KMA, que ofrecerán un informe completo del ensayo a finales de febrero.
Y es que esta es solo la primera de las catorce tentativas que el Ejecutivo surcoreano tiene previsto llevar a cabo hasta 2024 para erigirse en algo así como el rey Thor y cambiar el anticiclón por un aguacero cuando los malos humos lo inunden todo. La polución atmosférica se ha convertido en un tema de preocupación pública urgente. «No afecta solo al sistema respiratorio, sino también a los vasos sanguíneos y el corazón; está relacionada con enfermedades cerebrales y demencia. Según los estudios de la Organización Mundial de la Salud, el polvo ultrafino actúa como un carcinógeno primario», recuerda Dong Jong-in, profesor en el Departamento de Ciencias Atmosféricas y Ambientales de la Universidad de Seúl.
Al parecer, ese polvo se origina en los desiertos del norte de China y Mongolia, y se mezcla con la contaminación producida por la actividad industrial procedente de las fábricas y las plantas térmicas del coloso asiático antes de barrer Seúl. El mandatario surcoreano, que el año pasado mandó cerrar cinco centrales eléctricas de carbón para combatir la polución, ha pedido a sus funcionarios que gestionen el tema como un «desastre natural».
La sal de yoduro de plata también se ha empleado en algunas comarcas de Lleida para tratar de disminuir el tamaño del granizo en las tormentas. Su ventaja es que, al quemarse en determinadas condiciones de disolución (acetona, por ejemplo), produce micropartículas que actúan como núcleos de hielo, de manera que, al entrar en las nubes, favorecen la formación de partículas de hielo, aumentan su número y reducen el grosor del granizo. Esa cualidad puede propiciar que en otros tipos de nubes se estimule la lluvia.
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