![El secreto de los hombres pez](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201804/23/media/cortadas/pescador-bajau-kTfB-U501705141102ziC-624x385@El%20Correo.jpg)
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En 'Waterworld', que transcurre en un mundo postapocalíptico sin tierra firme, Kevin Kostner encarna a un vagabundo de los mares que ha desarrollado una suerte de agallas tras las orejas, lo que le permite permanecer bajo el agua de forma casi indefinida. Una fantasía que ... bien pudiera haberse inspirado en el pueblo bajau. Les llaman 'los gitanos del mar', por su vida nómada en las costas de Malasia, el archipiélago de Joló en Filipinas, Borneo y las islas orientales de Indonesia, a bordo de barcos, balsas o cabañas construidas sobre pilotes al estilo de los palafitos. Sus vidas, estrechamente vinculadas al océano, apenas han cambiado en el transcurso de miles de años. Sobreviven de lo que pescan, peces y moluscos que capturan zambulléndose en el mar con arpones artesanales de madera. Excepcionales submarinistas, su capacidad de aguantar la respiración es asombrosa: pueden bucear a pulmón libre hasta los 70 metros de profundidad y, aunque no hay pruebas que lo acrediten, alguno asegura haber permanecido sumergido durante trece minutos. Allí abajo están en su ambiente, como peces en el agua.
Esta habilidad ha llamado la atención de los científicos. La biogenetista danesa Melissa Ilardo, tras involucrar en el proyecto a las universidades de Dinamarca y Berkeley, se presentó un día en una aldea de pescadores bajau con una máquina portátil de ultrasonidos y pidió permiso al jefe para analizar a estos hombres pez. Afortunadamente, celebra ahora, se había topado con «las personas más acogedoras y abiertas a los extraños que he conocido en mi vida», que se sometieron de buen grado al experimento. No encontró agallas detrás de sus orejas, pero sí descubrió algo casi igualmente sorprendente: el tamaño del bazo de los lugareños era descomunal, hasta un 50% más grande que el de los pueblos de su entorno.
El bazo, un órgano encargado de filtrar la sangre de bacterias y reciclar los glóbulos rojos, no parece guardar mucha relación con el sistema respiratorio. Sin embargo, se sabe que en situación de apnea o escasez de oxígeno –por ejemplo, al sumergirse en agua fría– reduce su tamaño liberando glóbulos rojos oxigenados al torrente sanguíneo. Un bazo más grande permitirá aumentar este aporte de oxígeno hasta en un 9%, prolongando el tiempo de inmersión.
Para descubrir si el bazo de los bajau submarinistas se había hipertrofiado con las continuas apneas, el equipo de Ilardo lo comparó con el de familiares que no buceaban, llevándose otra sorpresa:el de éstos estaba igualmente desarrollado. La conclusión inevitable era que miles de años de actividad subacuática había provocado en esta pequeña etnia una serie de mutaciones para mejorar su resistencia en inmersión.
La investigadora danesa analizó entonces el ADN de los bajau y descubrió más de dos docenas de mutaciones que no tenían los saluan y los chinos han, poblaciones vecinas. En particular, afectaban al gen PDE10A, vinculado a la hormona tiroidea, entre cuyas funciones está la de regular el tamaño del bazo. Si se modifica genéticamente un ratón para inhibir la hormona tiroidea T4, el volumen de este órgano se reduce drásticamente, efecto que se corrige con una simple inyección de T4.
Esta es la primera vez que se descubre en humanos una adaptación genética al buceo. La única capacidad vinculada a esta actividad que se conocía hasta ahora era la visión subacuática superior que tienen los niños tailandeses que viven como nómadas marinos, pero se ha comprobado que es una respuesta plástica al entrenamiento y ha sido replicada en niños europeos en un entorno similar.
«La selección natural es mucho más poderosa de lo que a veces imaginamos –concluye la biogenetista–. Nuestros resultados sugieren que los bajau han experimentado adaptaciones únicas asociadas con el tamaño del bazo y sus experiencias al bucear, añadiendo así un nuevo ejemplo a la lista de modificaciones genéticas fascinantes en la historia evolutiva reciente de la humanidad».
Los investigadores se plantean ahora si potenciar el aumento del bazo en pacientes incapaces de oxigenar adecuadamente puede mejorar su recuperación. Conseguirlo supondría una bocanada de aire fresco para la ciencia.
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