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El efecto es similar al que provocaban hace cincuenta años las primeras tiendas que vendían televisores. Te quedabas pegado al escaparate. Hoy sucede con esos gimnasios de ambiente zen y enormes cristaleras a la calle donde se ejercita la gente con cuerdas, barras y balones ... medicinales de colores. No hay cola de espera para subirse a la bici ni se apiña el personal sudoroso en medio metro de colchoneta. Es otro concepto… y otra estética. Más bonita. «La gente busca gimnasios 'instagrameables'», explica el fenómeno Marcos Vázquez, creador del popular blog 'Fitness revolucionario'. Espacios diáfanos de luces cálidas con madera, moqueta y plantas «que muestran una cultura aspiracional».
Pero esta nueva estética es también el envoltorio que da cobijo a un cambio social. «Ha habido una transformación en la percepción social del ejercicio. La cultura de lo saludable está ahora bien vista. Tu aspecto físico, tu porcentaje de grasa… te da estatus. Y CEOS de grandes compañías como Jeff Bezos o Mark Zuckerberg, que antes eran tipos delgaditos, ahora van al gimnasio», apunta Vázquez.
«Se han sumado el discurso médico y el estético. Por un lado, hay que mantenerse activo y eso implica hacer deporte. Por otro, seguimos con la eterna necesidad de estar 'bien puestos', presentables. Más aún con las redes sociales. Porque nuestra identidad también se construye desde la gestión del cuerpo y de la imagen», coincide con esta tesis Juan Carlos Revilla, director del departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid.
En esta misma línea, recuerda Marcos Vázquez que «Instagram y Tik Tok han normalizado mostrar los cuerpos trabajados» y esas paredes de cristal de los nuevos gimnasios mandan, precisamente, ese mensaje». Es, dice, «una forma de llevar las redes sociales al mundo real». Con la diferencia de que no hace falta tener suscriptores para que te vean. Te ve cualquiera que pase por la calle. No tiene más que mirar.
¿Nos hemos vuelto una sociedad narcisista? «Puedes llamarlo narcisismo o exhibicionismo, pero solo entre comillas. Lo que sí tenemos son unas vidas más al desnudo. Sacamos fotos de todo lo que hacemos porque necesitamos contarlo. Eso son también los selfies. Ha habido una ruptura entre lo público y lo privado. Ahora todo es público… y publicable. Estos gimnasios son un espacio donde exhibir que uno está en forma. ¡Hay hasta quien se arregla para ir allí!», reflexiona Guillermo Fouce, Presidente de Psicología Sin Fronteras.
– ¿Puede resultar disuasorio para alguna gente?
Juan Carlos Revilla: Puede generar una autoexclusión por parte de personas con cuerpos no tan en el estándar del atractivo. Como si dijeran: 'No entro ahí, que no voy a poder estar en primera línea'. Por otro lado, los que somos de otra generación hemos sido educados en la discreción, pero las nuevas generaciones no tienen ese pudor por exhibirse.
Emmen4sport es uno de esos centros deportivos de última generación. Ha abierto en Bilbao hace dos meses y se les ve bien porque toda su 'fachada' es un enorme cristal, un atrayente y gigantesco escaparate donde completan sus rutinas de ejercicios desde deportistas de alto rendimiento a embarazadas, personas que se quejan de molestias lumbares, enfermos de párkinson y otras dolencias y también ese cliente de toda la vida que quiere estar en forma sin mayores pretensiones. «El sector del deporte está en auge porque cada vez está más vinculado a la salud. Ha cambiado el paradigma. No se trata ya solo de entrenar, sino de buscar un equilibrio entre descanso, actividad, alimentación, relaciones…», explica su fundador, Andoni Ugartua. Por eso, además de salas de entrenamiento personal o en grupos (pequeños), ellos disponen de nutricionistas, fisioterapeutas, traumatólogos… «En el futuro, la idea es disponer incluso de una cámara climática que permita adaptar las condiciones ambientales de temperatura, altitud… a las necesidades específicas del deportista», avanza.
Este nuevo concepto de gimnasios como lugares donde ir a mucho más que a entrenar, los ha convertido también en el nuevo «club social». «La dimensión social se aprovecha hoy más. Estoy solo, pero voy al gimnasio y me hago cuadrilla», corrobora Revilla. Y no hay que socializar sudando la gota gorda, porque en estos gimnasios hay cafetería, sauna, sala de recuperación, bañeras de agua fría, zona de masajes, sesiones de mindfulness... «Aquí vienes a entrenar pero también a relacionarte... y a mostrarte. Con la ropa chula, claro».
Durante mucho tiempo, las mujeres llenaron las clases de aeróbic y los hombres, el rincón de las pesas. «Pero ya estamos conquistando las salas de musculación», se felicita Sara Tabares, graduada en Ciencias del Deporte y directora de Performa, un centro de Valencia donde las mujeres practican entrenamiento de fuerza desde 2002. «Yo me sentía mal en el gimnasio porque, mientras otras chicas se iban a bailar, yo levantaba cargas. Y, claro, me miraban raro. Entonces abrí Performa y, aunque al principio a las mujeres les costó entrar, hoy están encantadas», cuenta la autora de 'Ellas entrenan +40'. «Tengo clientas de 70 años que te dicen que cargan en brazos a sus nietos, suben al monte sin cansarse, llevan las bolsas de la compra sin ayuda... Entrenan para tener una funcionalidad, una autonomía. El objetivo es cuidar el músculo para preservar la salud».
«¿Te ayudo con la maleta?»
Este tipo de entrenamiento funcional, más enfocado a la salud que a la estética que reinvindica Sara Tabares, es lo que se ve también cada vez más en estos gimnasios de nueva generación. Tienen pocas máquinas porque se trabaja, básicamente con el cuerpo. «CrossFit, Body Pump... Ya no es cardio o fuerza como antes. Ahora se ejercita la potencia, la velocidad, el equilibrio, la coordinación, la agilidad...», confirma la tendencia el bloguero Marcos Vázquez, quien coincide en que el entrenamiento funcional «vive un boom porque muchas mujeres ya se han concienciado de la importancia de tener una buena masa muscular». A propósito de esto, recupera Sara Tabares una anécdota: «Estaba subiendo mi maleta al avión y un chico, al verme tan pequeña, me dijo: '¿Te ayudo?'. 'No gracias'. Hay que entrenar no por presión estética, sino por salud, para proteger los huesos y ser independiente».
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