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María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, dijo hace unos días que los modelos matemáticos con los que trabaja la organización van descartando «cada vez más» una segunda ola del coronavirus devastadora, pero a día de hoy no se ... han hecho públicos los datos en los que se fundamenta esa esperanzadora visión del futuro. «¿En qué se basa? ¿Dónde están esos modelos?», pregunta el virólogo Raúl Ortiz de Lejarazu, director emérito del Centro Nacional de Gripe. «No sé con qué base hace esa afirmación», coincide Guillermo Quindós, catedrático de Microbiología de la Universidad del País Vasco.
Una segunda ola pandémica a partir de otoño es el escenario para el que se preparan las autoridades sanitarias en el hemisferio norte. Un modelo matemático de investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich calcula que, si la población relaja las medidas de higiene y distanciamiento personal, el coronavirus podría el próximo invierno matar en Suiza a 5.000 personas, frente a las menos de 2.000 víctimas registradas en el país hasta ahora. «No nos podemos permitir el lujo de no prepararnos para una segunda ola, aunque no tengamos la certeza de que vaya a ocurrir. Ahora tengo las mismas razones para pensar que puede haberla que para pensar lo contrario. No hay ninguna evidencia en ningún sentido. ¿A favor de que no la haya? Que en los coronavirus nunca ha habido una segunda ola; pero tampoco nunca uno se había extendido tanto», indica Ortiz de Lejarazu.
«Hay modelos para todos los gustos. Los más catastrofistas están basados en la pandemia de gripe de 1918, cuando la segunda ola fue mucho peor que la primera porque el virus mutó. Pero es que el virus de la gripe es un campeón de la variabilidad mientras que éste parece mucho más estable. Los modelos más optimistas apuntan a que este coronavirus acabe siendo endémico o hasta desaparezca. Sinceramente, no me atrevo a predecir nada», reconoce Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, para quien la clave ahora es el control de los pequeños rebrotes.
Quindós pone la mirada en el hemisferio sur. «Dentro de menos de un mes llega el invierno austral. Hasta que no veamos cómo evoluciona allí la pandemia, me parece precipitado decir que no va a haber nuevas olas o que no van a ser tan intensas. Tenemos que ver qué pasa cuando se reabran al transporte de personas y mercancías en Australia y Nueva Zelanda, que han cerrado sus fronteras», señala el catedrático de la UPV. «Ellos van medio año por delante -recuerda Ortiz de Lejarazu-. El virus anual de la gripe aparece allí antes que aquí, así que hay que mirar hacia allí porque, además, Australia y Nueva Zelanda están entre los países que han tomado medidas más serias frente a la pandemia, como el cierre de fronteras y un confinamiento de la población que ha apelado a la responsabilidad».
«Tenemos que adelantarnos al virus -subraya Quindós-. Robert Redfield, el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), ha dicho que, por lo menos para Estados Unidos, si hay una segunda ola, puede ser bastante más caótica al coincidir con la gripe estacional. Ha advertido de que se podría formar una especie de tormenta perfecta con dos enfermedades respiratorias simultáneas que lleven al colapso al sistema sanitario». Los gobiernos europeos, añade el microbiólogo vasco, seguramente están ya preparándose para intentar vacunar contra la gripe a más población que la habitual y así evitar esa conjunción temporal de las dos patologías que podría saturar los hospitales.
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