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La lucha contra el coronavirus ha obligado al mundo a echar mano del ingenio y la imaginación imaginación para muchas cosas. Entre ellas, encontrar la manera de realizar una vacunación masiva y veloz contra el covid, un instrumento que se está demostrando muy eficaz para ... que la sociedad recupere el rumbo perdido hace ya año y medio. Al contrario que con la gripe, las autoridades de todos los países se han dado cuenta de que hay que hacerlo en grandes espacios donde atender a la población y no esperar a que las personas vengas, sino ir a buscarlas.
En Euskadi, lugares tan emblemáticos como la plaza de toros de Illunbe, el BEC de Barakaldo o el frontón de Lakua en Vitoria se han transformado en improvisados y gigantescos ambulatorios donde recibir la dosis de Pfizer, AstraZeneca, Moderna y, ahora, Janssen. Lo han decidido los responsables políticos, que han visto que en todo el mundo se ha hecho algo parecido.
En Estados Unidos, por ejemplo, donde la vacunación marcha viento en popa, han pinchado a la gente en sitios tan inauditos como el Museo de Historia Natural de Nueva York, un gigantesco espacio con un atractivo especial para los turistas. ¿Se imagina que se la dan a usted en el Guggenheim? Pues sería algo parecido. Eso sí, también han instalado puestos en otras zonas menos 'glamurosas', como estaciones de tren, es el caso de la de Manhattan, escenario de muchas películas, o de metro, como la de Coney Island en Brooklyn.
En Israel, donde ya han sido inmunizados seis de cada diez habitantes y se han despojado de las mascarillas en exteriores, se han suministrado los preparados hasta en los bares de Tel Aviv, la capital, donde además del pinchazo, te llevabas de 'regalo' un piscolabis. En Gran Bretaña, donde también van por delante en esta carrera, han convertido catedrales como la de Salisbury en improvisados y bellos vacunódromos.
Incluso en países más pobres se han redoblado los esfuerzos por llegar a todo la población. En Brasil, los enfermeros se han trasladado a lugares tan recónditos como las aldeas asentadas en las riberas del río Negro, en el municipio de Manaos. E incluso se han subido en barcas para administrar las dosis a los vecinos de Anama, un pueblo del Amazonas que sufrió una fuerte inundación al desbordarse el río Solimoes.
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