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david guadilla
Jueves, 28 de enero 2021, 01:11
La vacunación masiva que se realizó en Santa Marina no incluyó solo a «todo el personal» del centro sanitario. Fue bastante más allá, porque ... también recibieron la primera dosis sindicalistas liberados, religiosos, trabajadores de la cafetería, encargados de la empresa de 'vending' y repartidores de mensajería. En total, 16 personas que no tenían que haber quedado inmunizadas al no pertenecer a los grupos prioritarios que establece el protocolo fijado por Osakidetza.
Gotzone Sagardui presentó en su comparecencia un relato según el cual los responsables del hospital vizcaíno habrían funcionado por su cuenta, haciendo caso omiso a los criterios marcados por la consejería de Salud. El debate se centró en un primer momento en la figura de José Luis Sabas, director gerente del centro y destacado militante del PNV que ha desempeñado diferentes funciones en el Ayuntamiento de Bilbao en la época de Iñaki Azkuna y en ETS. Al no trabajar en primera línea no tendría derecho a vacunarse, aunque en una entrevista publicada en este periódico la semana pasada argumentaba que «los directivos de un hospital tienen tanta capacidad de contagiarse como cualquier otro trabajador».
diferencias
Pero más allá de si lo tenía que hacer o no o de si la consejera estaba al tanto de sus intenciones, Sagardui admitió que la situación en Santa Marina, en cierta medida, se había descontrolado mucho más de lo esperado. La responsable de Salud recalcó que hasta 16 personas que no estaban incluidas en el grupo a vacunar recibieron una primera dosis. Según los datos expuestos por Sagardui, habrían sido cuatro representantes sindicales, cuatro personas de servicios religiosos, cuatro trabajadores de la cafetería, dos de la empresa encargada de las máquinas expendedoras y otros dos de la de mensajería que de forma habitual traslada los paquetes hasta Santa Marina.
El objetivo que habría buscado Sabas era convertir el hospital en una especie de 'burbuja', un modelo similar al que se aplica en las residencias de mayores. En el caso de los sindicalistas, se trataría de cuatro liberados de diferentes centrales que pasarían dos veces por semana al hospital para atender las consultas de los trabajadores. Es probable que parte de las 16 personas a las que aludió ayer la consejera en el Parlamento desconociesen que se estaban incumpliendo los protocolos fijados por el Gobierno vasco.
fallo
Lo ocurrido en Santa Marina, según Sagardui, se debió a una sucesión de malentendidos con Sabas y a las propias peculiaridades del centro vizcaíno. La consejera subrayó que el hospital no pertenece a ninguna OSI, las demarcaciones comarcales que coordinan los hospitales y ambulatorios de cada zona. Su carácter entre lo sanitario y lo asistencial lo hace 'especial'. Y fue por ahí por donde se coló, afirmó Sagardui, otro de los «errores» que han afectado al hospital.
El proceso de vacunación se ha establecido a través de esas OSI. Son las que establecen cuántas dosis van a cada centro. Pero como Santa Marina no pertenece a ninguna fue por libre e hizo su propia petición. Nadie controló o se percató de que el número de viales reclamados eran excesivos para poner en marcha un primer tramo de vacunación. Se solicitaron cien y cada uno da para seis personas. Había para toda la plantilla y más. Se produjo lo que la propia Sagardui definió como un «desequilibrio». Mientras otros hospitales miraban con lupa a quién administrar las dosis, en Santa Marina iban sobrados.
La consejera tampoco aclaró por qué algunas vacunas no habían quedado registradas, algo que es obligatorio. Pero sí recalcó que se trataba de casos excepcionales.
José Luis Sabas, exdirector del hospital de Santa Marina, justificó ayer la vacunación de todo el personal externo -16 empleados- para «extremar el cuidado» en el centro sanitario vasco «con más afectados de covid. ¿Cómo no vas a vacunar al cura y capellán que visitan a los enfermos más vulnerables y les llevan tablets para que hablen con sus familiares, a los empleados del bar que sirven cafés a todas horas, a los trabajadores de vending que recorren todas las plantas para reponer las máquinas, a los liberados sindicales que acuden dos veces por semana y suben a todos los pisos o al personal que está todo el día dentro reparando calefacciones?», esgrime Sabas.
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