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Pocas veces se detiene Urkullu a atender a la Prensa cuando llega al Parlamento, suele ofrecer alguna declaración a la carrera y poco más. Este jueves estuvo casi quince minutos respondiendo preguntas. Sin prisa. Quería hablar y vaya si lo hizo. 24 horas duró sobre ... la mesa la idea de pedir a Moncloa que aplique un estado de alarma solo para Euskadi, las que pasaron desde que la vicelehendakari Mendia recordó el miércoles que la ley lo permite hasta que el lehendakari, sin ocultar su malestar con la actitud del presidente, cerró la puerta de golpe.
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La intención de Pedro Sánchez de no prorrogar el periodo de excepción a partir del 9 de mayo trae de cabeza al Gobierno vasco porque los datos sanitarios siguen siendo muy malos, y pensar que la situación puede dar un vuelco en diez días es una quimera. Lakua quiere mantener el toque de queda -lo confirmó este jueves el portavoz Bingen Zupiria- y tener un paraguas jurídico para endurecer o suavizar el resto de medidas en función de la evolución, pero sin el estado de alarma en vigor no hay garantías de poder hacerlo.
Por eso, el lehendakari pidió que se prorrogue el estado de alarma, pero para todo el país. O todos o ninguno. Nada de aplicarlo solo en las comunidades que registran peores datos. Considera que la Covid «no es un problema localizado sino una pandemia global». ¿Durante cuánto tiempo más? No marcó plazos en la petición oficial de prórroga que envió a Moncloa en esa carta que sigue sin respuesta, pero este jueves estimó que la excepcionalidad debería extenderse de uno a dos meses. Mayo y junio, auguró, serán «neurálgicos» en la lucha contra el virus.
El problema para el Gobierno vasco es que Moncloa está en otra frecuencia. La mayoría de las comunidades mejoran su situación, la vacunación avanza y el turismo veraniego empieza a activarse. «Están más preocupados por los touroperadores que por el control de la pandemia», lanzó este jueves el portavoz del PNV en el Congreso. Obús a Sánchez de su socio predilecto. Aitor Esteban también apostó por la prórroga del estado de alarma en todo el Estado.
Ni Esteban ni el Ejecutivo autonómico se decantan por pedir medidas de excepción solo para Euskadi porque consideran que la situación es volátil. «No tendría sentido, el virus se mueve y ahora estamos mal unos sitios y quizá dentro de unos días otros», explican fuentes de la Lehendakaritza. Hay una segunda razón para rechazarlo, esta vez jurídica: se considera que no se cumplen las condiciones marcadas por la ley orgánica que regula la activación del estado de alarma para su aplicación solo a algunas comunidades autónomas ya que se exige que la amenaza se circunscriba solo al territorio en cuestión, algo que no pasa con la pandemia. El texto legal es interpretable, pero en Lakua tienen marcado a fuego el revés del Tribunal Superior ante el cierre de bares y no quieren verse en otra parecida.
Pese a que el tiempo se agota, en el Gobierno vasco creen que aún hay margen antes del 9-M. El equipo de Urkullu recuerda que valdría con que Sánchez declarara un nuevo estado de alarma ese mismo día para que entrara en vigor el siguiente. Duraría quince días y solo después habría que acudir al Congreso para negociar una prórroga. Otra alternativa es la legislación ordinaria. El lehendakari también instó este jueves a «adaptar» la ley 3/86 de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública para «dar pie» a que se mantengan las restricciones. Es el llamado 'plan B' impulsado por el PP en el Congreso.
Ante las críticas de la oposición, Idoia Mendia descartó que haya crisis en el Gobierno vasco y matizó que el miércoles solo recordó que el estado de alarma a la carta es una opción existente en el ordenamiento jurídico. Este jueves sugirió, a diferencia de Urkullu, que aplicarlo no es absolutamente decisivo. «No es la panacea. Ya se ha visto que no garantiza que no haya contagios», zanjó.
Las declaraciones de Urkullu fueron interpretadas por la oposición como una desautorización a la vicelehendakari y líder del PSE, Idoia Mendia. «Hay desgobierno y división», lamentó Carlos Iturgaiz (PP+Cs). «La contradicción preside la gestión de la pandemia», dijo Vox. «El espectáculo es muy triste», añadió Maddalen Iriarte (EH Bildu) antes de sugerir al lehendakari que «deje de mirar a Madrid».
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