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Doce años después de su parón definitivo, el desmantelamiento de la central nuclear de Garoña ya es una realidad. Hace tan solo unas semanas que el segundo contenedor con combustible del reactor fue depositado en el almacén donde deberá permanecer hibernando medio siglo. Enresa se ... encarga de unos trabajos para los que no hay un único supervisor. A los controles del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) se suman los de laboratorios independientes que hacen sus propias mediciones para comprobar que son correctos los cálculos del organismo público.
Uno de esos está en Bilbao. Allí Margarita Herranz y un equipo de profesionales de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) vigilan que la radioactividad, el gran peligro de las centrales nucleares, siga tan controlada como durante los 56 años en los que estuvo activo el reactor. Lo hacen en lo que técnicamente se llama un 'laboratorio de medidas de baja actividad', que es el equipamiento con el que cuenta el departamento de Ingeniería Eléctrica de la Escuela de Ingenieros de Bilbao.
En ese centro, con unas importantes medidas de seguridad, se miden los materiales que salen de la central. Fundamentalmente los usados en su construcción, como el hormigón. «Buscamos radionucleidos (sustancias radioactivas) muy específicos y muy difíciles de medir», explica Herranz. Su misión es comprobar que las medidas de elementos «como el níquel, el hierro o el carbono 14» se mantienen dentro de parámetros normales. Especialmente en la zona cercana al reactor, donde la radioactividad «se pulveriza y puede salir al exterior».
Herranz y su equipo son quienes, junto al CSN, dan luz verde a qué partes se desguazan. «No se desmonta nada que no se haya medido antes». Y esas mediciones no son aleatorias: «Se hacen metro a metro hasta obtener una simulación 3D donde distinguimos por colores las medidas de radionucleidos». Y eso se hace obteniendo muestras «de apenas cinco gramos».
Mediciones al detalle. Se trasladan muestras de apenas cinco gramos para analizar si tienen una alta radiactividad.
Simulación 3D. El análisis de la UPV permite recrear cómo es la central por dentro y los niveles de radiactividad de cada rincón.
En red. El Consejo de Seguridad Nuclear se apoya en otras universidades como la de León.
Elementos concretos. Las mediciones para detectar radiactividad se centran en el hierro, el níquel y el carbono 14.
La docente, catedrática de Ingeniería Nuclear, sabe bien de lo que habla. A sus 68 años, Herranz lleva ligada «toda la vida» al CSN. «Hemos trabajado de forma directa o indirecta con prácticamente todas las centrales. Aquí hemos recibido hasta tierras de Palomares», la pedanía almeriense en la que cayeron por accidente cuatro bombas atómicas sin detonar durante la Guerra Fría.
Mientras conversa con este periódico, se encuentra en Madrid, adonde ha acudido con un grupo de alumnos. Estos viajes se sufragan mediante los recursos que paga el CSN a la UPV por los análisis. «Ese dinero nos permite invertir en formación, investigación...». El sistema de vigilancia nuclear español está diseñado en red, con varios centros supervisando simultáneamente las mediciones de las centrales nucleares. En Garoña, por ejemplo, también trabaja la Universidad de León. Este tejido se diferencia de otros países que optan por centralizar toda la supervisión en un laboratorio.
Herranz cree que el español es un modelo a nivel europeo. «Tenemos mucha experiencia. Mucha gente de fuera nos visita para aprender, porque lo hacemos muy bien», afirma. «Aunque haya quien desde fuera lo vea como caro o excesivo, esto nos permite integrar la supervisión dentro de nuestra actividad investigadora y genera una red de conocimientos», subraya.
Medio siglo por delante
Estos controles de Garoña, no obstante, son sólo el comienzo de un largo camino hasta que la central sólo sea un recuerdo del pasado. El proceso de desmantelamiento apenas ha empezado; quedan diez años por delante para completar el vaciado de los contenedores con el combustible del reactor. Esa operación ya requiere por sí misma de un enorme proceso de supervisión, ya que se mueven cantidades enormes. A día de hoy son cinco los contenedores con fuel trasladados desde la piscina de combustible al almacén temporal individualizado que alberga esos residuos en Garoña. Su traslado es una operación de gran complejidad supervisada por el CSN. Esta fase concluirá, si se mantienen los cálculos de Enresa, a lo largo de 2027.
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