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Para el jefe de Oftalmología del hospital San Eloy de Barakaldo, Iñaki Larrucea, una voz autorizada que lleva más de veinte años al frente del servicio, «la situación es insostenible». Y todo por la falta de medidas de protección, lamenta, de lo que se han venido quejando los sanitarios y otros profesionales, como los policías, que se han visto obligados a reutilizar mascarillas o incluso a hacerse trajes con bolsas de basura.
Además, en el centro baracaldés acaban de enterarse de que las mascarillas de un fabricante chino que estaban utilizando, como en los hospitales de Cruces y Basurto, estaban defectuosas y han tenido que ser retiradas de inmediato. Con ellas, «hemos estado pegados a los pacientes». «Es como si estuviéramos pidiendo un 'Mercedes'», protesta. Como sanitario, se siente «totalmente abandonado». «Menos aplausos y más respeto a los sanitarios, que nos la estamos jugando y mira en qué condiciones estamos. No se puede jugar con estas cosas», proclama. «No me gusta que me utilicen con fines propagandísticos».
Su principal preocupación reside en que «nadie sabe cuántos estamos infectados, porque no nos hacen test y lo he solicitado miles de veces para todo el servicio, pero no me hacen ni caso». Se estima que hasta un 30% de los casos de coronavirus pueden ser asintomáticos, es decir, que pasan desapercibidos, salvo que la persona se someta a una PCR. Antes incluso de que el virus empiece a afectar al individuo, éste puede ya resultar contagioso.
En su opinión, y tal como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), «deberían realizarse test seriados a todo el personal sanitario. Podemos estar contagiando a nuestros familiares y a los pacientes sin saberlo». En realidad, cree que las pruebas deberían practicarse a toda la población, aunque es consciente de la falta de medios. «Es posible que intentando solucionar un problema, estemos creando otro aún mayor».
A su juicio, la resistencia de las autoridades sanitarias a aplicar estos test a toda la plantilla oculta el «miedo a que la cifra de infectados sea grande y se queden sin gente para trabajar».
Sin embargo, «los test no se están haciendo. Si tienes síntomas, a casa, y al de cuatro días a trabajar otra vez. Si solicitas el test repetido porque diste positivo, tampoco te lo hacen porque ya no cumples los parámetros», asegura.
Cualquiera que haya acudido a una consulta de oftalmología, sabe que es un auténtico hervidero. Larrucea no falta a diario a su puesto de trabajo en San Eloy, y ve a pacientes con dolencias «indemorables y urgentes», aunque la gran mayoría de los casos se han pospuesto para el final de la crisis. Junto con él, trabaja un equipo de otras 30 personas «apachurradas». Y eso que ha propuesto crear «grupos de trabajo» para evitar aglomeraciones, pero tampoco han atendido su petición. La situación, dice, es «parecida» en otros hospitales vizcaínos como los de Cruces, Basurto, Galdakao o Urduliz, con quienes tiene contacto diario a través de sus colegas.
Larrucea asegura que ayer por la mañana bajó al despacho del gerente del hospital, «pero no estaba, ni tampoco la directora médica, ni ningún responsable de salud laboral». Pero dentro del panorama desolador que plantea, hay un dato para la esperanza. El hospital de día del centro sanitario baracaldés, que se ha convertido en una UCI para hacer frente a la pandemia, «ya no tiene tanta presión de gente infectada en pésimas condiciones. Está más aliviado», celebra el especialista.
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