Cáncer de pulmón, de pleura o asbestosis. El amianto ha dejado decenas de miles de enfermos y fallecidos a lo largo de las últimas décadas debido a su exposición a esta sustancia tóxica. Tras años de lucha incansable, el Pleno del Senado dio luz verde este miércoles ... por unanimidad -salvo por un voto en contra que un diputado del PP emitió por error-, la Ley del Fondo de Compensación para las víctimas. Una normativa que tiene su origen en una propuesta aprobada hace nada menos que once años en el Parlamento vasco y que se espera pueda poner fin a su desamparo.
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EL CORREO ha recogido el testimonio de cuatro personas afectadas por el amianto. Entre ellas, Asun Mínguez, que perdió a su marido de forma fulminante de un mesotelioma o cáncer de pleura por su contacto con este material tiempo atrás. «El amianto estaba incluso en las estufas en las que calentábamos el bocadillo», recuerda una de las víctimas.
Patxi Kortazar | Afectado
El durangués Patxi Kortazar está a punto de cumplir los 69 años y atiende a las víctimas vizcaínas que llaman a la asociación vasca de afectados. A lo largo de su vida ha conocido a unas 800, el más joven de unos 40 años. Y ha visto irse para siempre a mucha gente. «Es una lucha muy dura y muchos fallecieron al de muy poco de acudir a la asociación. El amianto ha sido un escándalo político, porque se ha permitido durante más de 20 años sabiendo sus efectos. Mientras, seguían muriendo los de siempre». Y destaca el «gran número de enfermos por culpa del amianto que se han ido con el covid. Ya estaban condenados».
Él convive con los estragos de las fibras desde hace casi dos décadas. Empleado en una fundición de Durango, un reconocimiento médico de su mutua en 2003 reveló que sufría de placas pleurales, una enfermedad respiratoria causada por la exposición al material. Siguió en el puesto y empezó a empeorar. En diciembre de 2006 le diagnosticaron una neumonía incurable con derrame de pleura en Galdakao, por lo que tuvo que solicitar la baja. Pleiteó durante siete años hasta que la mutua reconoció que la asbestosis que padecía era una enfermedad profesional. «La mutua me hizo mucho daño», asegura. No obtuvo la incapacidad total, porque se consideró que aún disponía de la capacidad pulmonar necesaria para trabajar. Llegó a un acuerdo con la empresa y se retiró a los 65, aunque arrastra dolores crónicos para los que recibe tratamiento una vez al año en la unidad del dolor. «Nadie me ha compensado nada», relataba ayer. Su enfermedad no avanza desde 2015, asegura, «aunque en cualquier momento puede estallar».
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Asun Míguez | Viuda
Miguel trabajó desde crío en una panadería en Durango. Llevaba más de 40 años en el mismo obrador cuando a los 56 años, mientras disfrutaba con su mujer de unas vacaciones en Murcia, comenzó a sentirse mal. El diagnóstico en el hospital de Galdakao fue inmediato y fatal. Mesotelioma o cáncer de pleura por su contacto con el amianto años atrás, durante el desmontaje de unos hornos antiguos que contenían el mineral. Seis meses después, en febrero de 2014, falleció con 57. Su viuda, Asun Míguez, quedó a cargo de la familia. Por petición expresa de su marido no reclamaron nada a la empresa, ya que le acogieron cuando era un niño y su hijo estaba trabajando en ella en el momento que fue diagnosticado. La mutua la indemnizó y también a sus hijos.
Su enfermedad fue muy dura. «Tenía muchos dolores, necesitaba morfina y cada día teníamos que ir al hospital. Se quedó en muy poco tiempo en los huesos. Era un muerto viviente». Míguez desconoce si podrá beneficiarse de alguna forma del fondo de compensación, aunque espera que ayude a las viudas que no han podido acceder a ninguna al haber desaparecido las empresas en las que trabajaron sus maridos.
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Simón Alonso | Afectado
«Mi caso es especial. Es crudo decirlo, pero a estas alturas y con lo que tengo debería haber muerto». Simón Alonso no se corta a la hora de hablar de las consecuencias que el amianto ha tenido en su cuerpo. En 2018 se le diagnosticó un mesotelioma, un tipo de cáncer muy agresivo. «Es por estar en contacto con ese material. En este caso, no hay otra razón. Lo ratifican todos los informes médicos y de Osalan». Lo normal después de haber trabajado en Aceros de Llodio entre 1970 y 1992 y en la planta de Sidenor de Basauri, hasta 2009.
«Era instrumentista y todo el material de medida que usábamos estaba recubierto de asbesto. Estaba incluso en las estufas donde calentábamos el bocadillo», recuerda. Sin embargo, la Seguridad Social descartó que lo suyo fuera una enfermedad profesional lo que le llevó a reclamarlo por vía judicial. «El juez nos dio la razón en primera instancia pero lo recurrieron. Esta semana ha llegado una nueva sentencia favorable a mi reclamación. Habrá que ver si no recurren de nuevo», cuenta con recelo antes de apuntar que «solo si declara enfermedad profesional lo que yo tengo puedo pedir daños y perjuicios a la empresa». Con rabia censura que los plazos se dilaten tanto. «Recurren las sentencias una y otra vez para ver si el enfermo se muere entre tanto». Simón sigue su lucha, la burocrática y la que lidia contra el mesotelioma. «Me han dado varias sesiones de quimioterapia pero parece que ha quedado algo, así que ahora estoy a la espera de ver si hay que dar radio».
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Jesús Uzkudun | Afectado
Entre 1977 y 1992 Jesús Uzkudun trabajó en la acería Pedro Orbegozo de Hernani. Allí ejerció como mecánico de mantenimiento en los hornos de la factoría. «Usábamos amianto como los niños comen caramelos y a aquellas altas temperaturas se hacía polvo y lo respirábamos. Sabíamos de ese material, pero no hasta qué punto estaba presente en la siderurgia», recuerda. Sindicalista combativo y precursor de la salud laboral en Euskadi, Uzkudun ha dedicado gran parte de su vida a luchar por los derechos de quienes padecen las consecuencias del uso de este material. Remarca la necesidad de que «las autoridades sanitarias sean más sensibles ante estos casos». «De su valoración depende que se declare enfermedad profesional o no, que se indemnice o no». En su caso, los síntomas aparecieron el año pasado. Le diagnosticaron asbestosis por culpa del amianto. «Lo he trabajado y lo llevo en el cuerpo», concluye.
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