Acabamos de terminar un puente muy largo y en nuestro horizonte se perfila ya la Navidad, con todas sus avanzadillas en forma de comidas y cenas con compañeros y amigos. Tenemos, cómo no, muchas ganas de juntarnos y de celebrar lo que sea, igual que ... en esos reencuentros que nos muestran una y otra vez los anuncios de televisión, pero a la vez somos conscientes de que las cifras del covid vuelven a ser cada vez peores y desmienten ese fin de ciclo que nos propone la publicidad. Esta combinación de circunstancias ha disparado la demanda de los tests de antígenos que se venden en las farmacias: el distribuidor Cofares habla de un incremento del 700% a nivel nacional, que los profesionales vizcaínos reducen a proporciones más modestas, de entre el doble y el cuádruple que en septiembre y octubre.
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«Es un aumento que nos parece positivo, porque lo consideramos un signo de responsabilidad, y viene motivado por la cercanía de las fiestas y las reuniones con amigos: me imagino que después de la Navidad se producirá la correspondiente bajada», comenta Flavia Erazo, presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Bizkaia. «Desde el verano hacia aquí hemos tenido un incremento progresivo, que iba avanzando poquito a poco, pero a finales de noviembre ha subido mucho. Estamos en pleno repunte», coincide Sonia Sáenz de Buruaga, presidenta en Euskadi de la Sociedad de Farmacia Comunitaria.
Ella distingue dos vertientes en la situación. Por un lado, están quienes se hacen la prueba porque temen haberse contagiado, un colectivo que ha crecido notablemente estos días: «Hay gente que tuvo una comida el sábado, o salió, o se fue a un concierto y se quitó la mascarilla y se saltó la distancia de seguridad, y después le entran las dudas. O están los que acaban de volver del puente y ahora quieren asegurarse», expone Sáenz de Buruaga. Por otra parte, tenemos a muchas personas preocupadas por prevenir disgustos en las comidas y cenas de estos días y, muy especialmente, en las reuniones familiares de Navidad, donde se van a sentar juntos jóvenes y mayores. «Hay gente que se lo está tomando muy en serio».
En su farmacia de Alameda Rekalde, Elvira Gil comprueba día a día esta demanda creciente. «Está aumentando a tope. El miércoles, que era festivo, estábamos de guardia y vendimos todos los que teníamos, cuarenta. Habríamos vendido más si los hubiésemos tenido». De hecho, basta quedarse diez minutos en el establecimiento para que aparezca alguien interesándose por los tests de antígenos: «Es por los abuelos. Todavía no sabemos qué vamos a hacer en Navidad. Tengo chavales de 18 y 20 años y me da miedo juntarlos con los mayores, pero tampoco es cuestión de meternos todos a hacernos PCR y que nos salga la cena por un dineral», aclara la clienta. La farmacéutica explica que en estos momentos hay mucho miedo, que la gente se apura en cuanto tose un par de veces y acaba comprando indistintamente el test nasal, a 4,20 euros, y el de saliva, a 4,50. «En realidad, el de nariz es más fácil, pero a algunos les da grima. El de saliva implica un proceso un poco más laborioso». Hay que tener en cuenta que esta toma de muestras nasales no es tan exigente como la nasofaríngea de las pruebas profesionales.
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A Elvira Gil, la última remesa se la han mandado desde Zaragoza, porque algunos almacenes se han quedado sin existencias. ¿Acabará habiendo problemas de stock? «Yo creo que la demanda está siendo bastante regular, con algunos picos, y tenemos suministro», confía Flavia Erazo. «Ahora no se están registrando problemas de abastecimiento, pero es verdad que se trata de pedidos restringidos: si pido quinientos, no me los van a servir. También nosotros hacemos algo parecido en la farmacia: si me pides treinta, te preguntaré para qué los quieres, como se hizo con las mascarillas. Se trata de que lleguen al mayor número de gente», puntualiza Sáenz de Buruaga.
Eso sí, ambas portavoces coinciden en prevenir contra la falsa sensación de seguridad que puede infundirnos un test de antígenos negativo. «En ese caso, conviene repetirlo si vas a estar con personas de riesgo. Y, por supuesto, no significa renunciar a las medidas de seguridad», apunta Erazo. «Todos necesitamos reunirnos, abrazarnos, sentir cariño... Yo, la primera -añade Sáenz de Buruaga-. Hacerse el test está perfecto, pero manteniendo después la ventilación a tope, la distancia al máximo posible, evitando compartir vasos... Y, si podemos juntarnos doce en vez de veinte, mejor».
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