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Los más pequeños también cumplen

Los más pequeños también cumplen

Temor. Los vecinos de los cuatro municipios con menos habitantes de Bizkaia -Arakaldo, Ubide, Gizaburuaga y Nabarniz- llevan a rajatabla las medidas decretadas por el estado de alarma, pese a las posibilidades que les otorga el entorno

Sábado, 28 de marzo 2020, 01:24

Arakaldo (164 habitantes)

«Seguimos estrictamente la orden de confinamiento»

Eduardo sale a un contenedor para echar la basura. cristina raposo

Cristina Raposo

Nada, salvo las hojas que bailan al son del viento y el trino de los pájaros, rompe el silencio en Arakaldo, el pueblo más pequeño de Bizkaia -164 habitantes, según los datos más recientes del Instituto Vasco de Estadística, Eustat-. Pero, de pronto, todo cambia y los residentes, confinados en sus hogares para combatir al Covid-19, se dejan ver a cuentagotas en la calle.

La primera en aparecer por la cuesta que bordea el frontón es Mari Luz. Lleva más de una década afincada en la localidad y desde que llego de viaje, el viernes pasado, «no he vuelto a salir de casa». «Antes veías a vecinos que venían caminando desde Llodio para hacer un poco de deporte, pero ahora ya no. Aquí, además, ni siquiera hay comercios», explica mientras se dirige hacia los contenedores.

En ese momento irrumpe Eduardo, que no duda en asegurar que la gente «está llevando muy bien» el aislamiento doméstico. A lo lejos se deja ver también 'Thor', un pastor vasco que camina libre en compañía de su dueño, David Camino. «Tengo dos niñas, de tres y ocho años, así que estos días están siendo como unas pequeñas vacaciones porque ahora mismo, y debido a la crisis sanitaria, no trabajamos ni mi mujer ni yo. Entre los dos ayudamos a la mayor con los deberes, y a la pequeña mientras tanto la entretenemos en el jardín», detalla.

Pero no toda la actividad ha cesado en este enclave vizcaíno. En la puerta principal del Ayuntamiento, el trabajador municipal Miguel Ángel Ibarrondo se prepara para cortar el césped. «Como trabajo solo no hay problemas de contagio», apunta.

Ubide (190 habitantes)

«Estar rodeados de campo es un privilegio en cuarentena»

Vecinos de Ubide cruzan unas palabras en la calle, guardando la distancia de seguridad. c. r.

Cristina Raposo

A simple vista, Ubide parece estar deshabitado. Pero la estampa no se corresponde con la realidad, ni tan siquiera en estos días de emergencia sanitaria. Solo hay que dirigirse al casco. «Aquí no hay tanto peligro de contagio como en las grandes ciudades. Somos muy pocos y, además, estamos rodeados de campo, lo que en estos momentos es todo un privilegio», asegura una vecina mientras toma el sol desde la terraza de su casa.

Frente al Ayuntamiento, un par de residentes que se cruzan en la calle conversan manteniendo la distancia de seguridad. Como coinciden, el mayor problema del confinamiento lo sufren las personas mayores. «Para hacer la compra generalmente vamos a Vitoria, porque hay más supermercados y es más barato. Avisamos a los conocidos para traer también sus recados y que no tengan que salir de casa, sobre todo los que pertenecen a grupos de riesgo», explica la pareja.

Y es que, desde que se decretó el estado de alarma, ya no llegan tantos servicios como antes. «Seguimos teniendo pan, pero el frutero y el pescadero ya no vienen, han suspendido esta ruta y no sabemos cuándo se restablecerá», lamenta Javier.

De repente, unos golpes metálicos rompen la calma reinante. Es Óscar desde su taller. «Soy propietario de un establecimiento hostelero en Vitoria y ya hace una semana que está cerrado. Aquí la verdad es que no nos agobiamos, tal vez porque disponemos de más espacio en nuestros propios hogares. Simplemente con asomarte a la ventana, ya puedes mantener una conversación con los vecinos», confiesa, mientras trabaja en compañía de su perro 'Ur'.

Gizaburuaga (213 habitantes)

«No se ve un alma ni en el bidegorri ni en las huertas»

Residentes en Gizaburuaga pasan el rato conversando de balcón a balcón. mirari artime

Mirari Artime

En Gizaburuaga, el tercer municipio con menor población de Bizkaia -213 habitantes-, sus vecinos están acostumbrados a llevar una vida tranquila. La naturaleza es su gran aliada, aunque, desde que se decretó el confinamiento de la población, la medida «se cumple a rajatabla». Parece un pueblo fantasma

Aun teniendo la posibilidad de salir y recostarse sobre las paredes del baserri a tomar los primeros rayos de sol de la primavera, prefieren quedarse dentro. «Es un asunto muy serio y seguimos todas las instrucciones al pie de la letra», reconocen desde el caserío 'Goztu', situado a pocos metros del casco urbano. «No se ve un alma ni en la calle ni en el bidegorri. Ni siquiera en las huertas hay movimiento; justo lo que se produce para casa y poco más», resaltan.

En la zona más urbanizada, justo encima de la ludoteca y del centro de reunión de las personas mayores, tres vecinas comparten sus vivencias de balcón a balcón para pasar el rato. Dos hermanas, Nati y Arantza, continúan desde casa la tarea pedagógica como profesoras desde que se cerraron los colegios. «No soy muy hábil en esto, pero no nos queda más remedio», reconoce Nati.

Arantza, por su parte, confiesa que si estuviera en Bilbao, donde habitualmente desarrolla su tarea profesional, «seguro que tendría más excusas para salir de casa». En el pequeño enclave de Lea Ibarra, por contra, el panorama es bien distinto. Y es que no hay ni tienda a la que ir a comprar, «No se nos hace raro trasladarnos a Lekeitio y hacer los recados para toda la semana. Estamos acostumbrados», reconocen varios residentes desde sus balcones, mientras aprovechan el solecito.

Nabarniz (244 habitantes)

«Peor fue estar en el barco tres meses fondeados en el Pérsico»

La propietaria del bar Aboitiz disfruta del café y la lectura de EL CORREO. Iratxe Astui

Iratxe Astui

Pasa estos días como lo que es, un pueblo 'slow'. Ahora bien, a los poco más de 250 habitantes de este pequeño municipio de Busturialdea, el patógeno chino también les ha trastocado la vida. «No salimos para nada, salvo para desplazarnos a Gernika a hacer las compras, porque aquí no tenemos tiendas», explica una mujer del barrio de Lekerika. «A nosotros tampoco nos resulta fácil vivir aislados hasta de tu vecino más próximo», reconoce.

Desde que se decretó la cuarentena, los tres bares del pueblo permanecen cerrados a cal y canto, así que los clientes que acudían a tomarse un café txikito ahora buscan otro tipo de entretenimientos. «En los caseríos siempre hay algo que hacer», apunta un baserritarra. En el bar Aboitiz, Lourdes, su propietaria, procura mantener la agenda de quehaceres diarios como si no pasara nada, aunque admite que «a veces se hace difícil».

«Más que nada, porque echas de menos a los clientes, que son amigos y desayunábamos juntos todos los días», recuerda, mientras disfruta de un café, un pincho de jamón y su lectura diaria de EL CORREO. «Este es mi momento y el coronavirus no me lo va a quitar», asegura, acompañada de su inseparable perro 'Lis'.

Su marido, José Ignacio Loizaga, se encuentra a las puertas de la casa. Está cortando leña. «¿No dice el médico que tenemos que adelgazar? Pues ésta es mi gimnasia», bromea este marino ya retirado. De hecho, el confinamiento no es algo nuevo para él. «Peor fue estar tres meses fondeado en el Golfo Pérsico. Estábamos anclados, sin poder salir del barco, así que la cuarentena me la tomo como unas vacaciones», confiesa.

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