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EVA MOLANO | MARTA FERNÁNDEZ VALLEJO | SILVIA OSORIO | JUDITH ROMERO | DAVID GONZÁLEZ | DAVID. S. OLABARRI | SARA LÓPEZ DE PARIZA
Miércoles, 17 de marzo 2021, 00:21
La paralización de la vacunación con AstraZeneca ha sumido en la incertidumbre a 52.760 vascos a los que han suministrado la primera dosis de ... este suero. Los primeros en recibirlo fueron ertzainas, policías municipales y bomberos. Después comenzó a inyectarse a profesionales de otros colectivos, como profesores, monitores de comedor o fisioterapeutas, que desconocen ahora qué ocurrirá con su proceso de inmunización si se mantiene la suspensión cautelar del suministro. La decisión, además, va a ralentizar todavía más un calendario que comenzaba a despegar en Euskadi gracias precisamente a la inoculación de este fármaco.
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Diana Ibáñez regenta una farmacia en el barrio bilbaíno de Otxarkoaga y pasó el virus hace un año de forma asintomática. Fue una de las primeras colegiadas vizcaínas a las que le suministraron el suero. Tuvo que acudir al hospital de Basurto hace dos sábados. Su cita para la segunda dosis es el 29 de mayo. «Hay que hacerlo por responsabilidad y por dar ejemplo. Y es una forma de estar más protegido. Esa noche sí tuve febrícula y escalofríos, pero el lunes estaba perfectamente». Ahora, afirma, toca tener paciencia. «Si se suspendiera el suministro, tal vez tendríamos que esperar a que la inmunidad desapareciese antes de recibir otra vacuna o nos podrían suministrar otra dosis de alguna otra, algo que también están estudiando. Otra consecuencia es que la inmunidad de rebaño llegaría más tarde, aunque las personas más vulnerables estarían ya protegidas con Pfizer».
A Víctor Martín, podólogo bilbaíno, no le ha cogido por sorpresa este contratiempo en el proceso de inmunización contra la covid-19. Una campaña que se ha hecho realidad muy rápido. «Sacar una vacuna en un año es muy precipitado», cuestiona desde la Clínica Arriaga ubicada en El Arenal, el centro especializado en podología y fisioterapia que fundó junto a su hermana en 2005. Recibió la primera dosis de AstraZeneca el 7 de marzo. Acudió dando por hecho que le iba a ocasionar efectos secundarios. Fueron leves, pero durante dos días estuvo 'tocado'. Tuvo fiebre, casi 38 grados, «y mucha tiritona por la noche». La temperatura le bajó pasadas 48 horas, pero se quedó con el cuerpo algo machacado. «Un poco de paracetamol y arreglado, pero a trabajar fui igual, con fiebre, que soy autónomo». Aunque nunca había pensando en no vacunarse, sentía cierta «desconfianza» por este suero, «pero también por los otros» que hay en el mercado. «Te sientes como un ratoncillo de laboratorio, pero hay que confiar en la ciencia», asegura. Si finalmente se retoma la vacunación con el inyectable de la farmacéutica anglosueca, no se plantea rechazar el segundo pinchazo.
«Nos han dado la primera dosis y no sabemos qué va a pasar con la segunda en el caso de que AstraZeneca fuera retirada del mercado», comenta Iñigo López de Munain, profesor del colegio Escolapios de Bilbao. Él solo tuvo una sensación de cansancio, malestar y dolor muscular. Está citado para recibir el segundo inyectable en mayo y cree que para entonces hay tiempo de que se investigue y se tome una decisión. «Confío plenamente en la comunidad científica», destaca.
Leire Galdós, docente de Primaria del colegio San Francisco Javier de Santurtzi, sufrió fiebre varios días, tiritonas, dolores musculares y de cabeza y mucho cansancio tras recibir la vacuna. «Me preocupa que la hayan paralizado. Da miedo no saber el motivo real. Haber recibido la primera dosis y escuchar esas noticias genera nerviosismo; aunque si analizas las cifras de afectados por efectos graves no parece que sea algo tan alarmante. Pero sí que nos hemos sentido un poco cobayas», confiesa.
Alazne González, de 45 años, vecina de Sestao y monitora de comedor en un colegio vizcaíno, fue vacunada el 28 de febrero. El primer día notó algo de dolor y al siguiente se levantó más cansada, con «el cuerpo molido», pero se tomó un paracetamol y se recuperó. «No dudé en ningún momento en decir que sí a la vacuna, porque si gracias a ellas vamos a recuperar parte de la normalidad, bienvenidas sean». En cuanto a la paralización de AstraZeneca, apunta que «lo han hecho para estudiar los casos de trombosis, pero creo que todo se va a quedar en un susto y que van a reanudar la vacunación. Confío en que hayan sido casos circunstanciales y que cuando nos toque la segunda dosis todo se habrá solucionado».
Asami Díez, técnico de intervención social de 41 años, coordinadora del centro de recursos para mayores de la Cruz Roja vizcaína, fue vacunada hace dos semanas con la primera dosis de AstraZeneca. Sintió efectos secundarios leves. Nada de fiebre. «Me pareció lógico que nos vacunaran porque estamos en contacto diario con las personas mayores. Es un ejercicio de responsabilidad hacia los más vulnerables, una medida de autoprotección y de cuidado hacia la comunidad. Porque con esto estamos evitando la expansión de la pandemia». A su juicio, lo ocurrido con AstraZeneca genera «cierto punto de alarma». Pero ella, que nunca puso reparos a esta vacuna, no cree que la suspensión vaya a afectar a su proceso de inmunización. «Me vacuné sabiendo que la seguridad está contrastada. Ahora van a estudiar estos casos, pero no tengo miedo a que no nos inyecten la segunda dosis», argumenta.
Ives Enríquez, vecino de Durango, recibió la primera dosis del suero el día 7 en el hospital de Galdakao. «Tenía muchas ganas. Aunque no estamos en primera línea, los fisioterapeutas no guardamos las distancias y estamos en contacto directo con el paciente, por lo que era importante que nos vacunaran», valora el profesional de la clínica IMQ Abendaño de Vitoria. Sigue las noticias sobre la paralización de la vacunación con calma. «Hay incertidumbre, pero confío en que se encontrará una solución», afirma. Recibirá la segunda dosis el 30 de mayo, pero eso no va a cambiar sus hábitos. «Te da la tranquilidad de tener otro elemento de protección contra el virus, pero no podemos dejar de tomar precauciones», advierte.
Elisabeth Palacios, de 32 años, es monitora de la escuela infantil Nanuck de Vitoria y recibió el sábado la primera dosis. «Ya teníamos ganas porque al trabajar con niños y bebés sin mascarilla estamos muy expuestas», explica. Por la reacción, tuvo que tomar paracetamol cada ocho horas. «El domingo estuve floja en la cama y muy cansada, con mucho sueño, y el lunes un poco mareada, pero este martes -por ayer- ya estoy mejor», celebra. Palacios está «deseando» recibir la segunda dosis el 5 de junio. «Aunque somos jóvenes y se supone que el virus no nos afecta tanto he pasado miedo, así que quiero estar inmunizada», cuenta. Y aunque paralizar la vacunación atrase este objetivo, considera positivo seguir tomando precauciones.
Alaia Moreno, profesora de infantil en el colegio San Prudencio de Vitoria y vacunada recientemente, vive la situación con incertidumbre. «¿Nos podrán poner la segunda dosis? ¿Nos dejarán con una única? ¿Nos harán un popurrí con otra vacuna?», se pregunta. A su juicio, el compuesto de AstraZeneca ha tenido desde el principio mala publicidad, «pero ya no sabes si es por tema político, económico, de salud... La lista de países que deciden suspender temporalmente la administración va en aumento. ¿Será finalmente peligrosa para la salud? ¿Realmente puede provocar trombos? Todo son dudas», reflexiona.
Blancanieves López es responsable de la escuela infantil Bamboo de Zabalgana. Recibió la primera dosis el domingo, un día antes de la paralización. «Conseguimos cita a tiempo tres de siete compañeras, pero no albergábamos ninguna duda de que teníamos que recibirla. Se trata de la seguridad de los niños y de la del resto de la sociedad», afirma esta madre de tres. Ni siquiera su propensión a la trombosis le hizo echarse atrás. «Sigo tomando mi medicación y estoy vigilante ante la posible aparición de trombos, pero me mantengo tranquila», dice. López solo sintió algo de dolor en la cabeza y en el brazo y ha podido seguir trabajando con los pequeños, que no emplean mascarillas. «Tengo cita para la segunda dosis el 6 de junio. Confío en la Sanidad y en que esto sirva para mejorar las cosas».
Aitor, un agente de Vitoria que emplea un nombre ficticio por razones de seguridad, recibió la primera dosis hace unos días. «Lo pasé fatal esa noche. Tuve 39 de fiebre, temblores, escalofríos y un dolor de cabeza increíble. Se me pasó al día siguiente», comparte. En este cuerpo han recibido la primera dosis 315 efectivos. Aitor se pregunta por qué han paralizado el proceso. «¿Porque no hay vacunas suficientes o porque el porcentaje de trombos se considera realmente peligroso? -se plantea-. Se agradecería que acabasen el proceso para no desperdiciar unidades y contribuir a que esta pesadilla acabe un poco antes».
Iñaki pasó el covid en abril y la semana pasada recibió la primera dosis del fármaco anglosueco. Apenas tuvo efectos secundarios. Algo de cansancio y malestar que consiguió paliar con paracetamol. Algunos ertzainas sí han tenido fiebre e incluso vómitos. Iñaki insiste en que, ahora mismo, «los pocos casos graves en el mundo indican que las vacunas de AstraZeneca son seguras».
Miguel, nombre ficticio de un ertzaina destinado en Vitoria, recibió el primer pinchazo hace un mes. «Como casi todos los de mi grupo, estuve fatal al día siguiente. Sufrimos sudores, dolor de espalda, de cabeza... Me recordó a cuando pasas la gripe». Ahora asiste con cierta incertidumbre a este parón preventivo. «Nadie se atreve a decirnos cuándo nos darán la segunda dosis», asume. Según los datos del sindicato Erne, 4.169 efectivos han recibido la primera. 2.728 en Bizkaia, 726 en Gipuzkoa y 715 en Álava. Otro dato: el 13% de los ertzainas ha declinado la vacuna de AstraZeneca.
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