Víctor Fernández es un hombre optimista que siempre encara los contratiempos con una sonrisa. Y vaya si ha tenido que resolver problemas desde que estalló la pandemia del coronavirus. Aunque este ingeniero de Irún trabaja en una empresa de automoción de Shanghái, el confinamiento de ... China le pilló en Europa. Como muchos otros extranjeros, decidió extender un poco las vacaciones del Año Nuevo Lunar ante el parón decretado en el gigante asiático, pero el deterioro de la situación en España se tradujo en la cancelación de vuelos a China y Fernández comenzó a preocuparse.
Publicidad
Ante la imposibilidad de regresar a Shanghái, decidió embarcar en un vuelo más asequible a Hong Kong el pasado 20 de marzo. «Sabía que tendría que pasar una cuarentena de 14 días en un hotel, pero creí que luego podría cruzar la frontera y volver a Shanghái», recuerda. Localizado constantemente gracias a una pulsera de geoperimetraje desarrollada para evitar que la gente se salte el confinamiento, Fernández tuvo la mala suerte de que China decretase el cierre total de las fronteras para todos los extranjeros, incluso oara los que trabajan o tienen a su familia en el país. «Pensé que sería por poco tiempo. Creí que en Hong Kong tendría más posibilidades de regresar a China rápido», comenta.
Lo que no podía prever es que terminaría pasando cinco meses en la excolonia británica. Afortunadamente, Fernández es también un tipo con suerte y encontró alojamiento en casa de un amigo. «Me gusta mucho el monte, así que salía a hacer senderismo y disfruté de la naturaleza en la isla de Lantau», cuenta. Siguió teletrabajando y su jefe fue comprensivo. Pero pasaron varios meses hasta que China decidió reabrir la frontera con condiciones. «Había que pedir una carta a la empresa, tramitar otra del Gobierno, y solicitar un visado adicional 'fast track' para poder entrar», enumera Fernández, que tardó semanas en reunir todos los documentos.
Entonces comenzó una segunda parte de la odisea: la de lograr el nuevo permiso de entrada y volar a Shanghái. «Tuve que hacerme el test del coronavirus y presentar un resultado negativo tanto para obtener el visado como para volar, con la condición de que no fuese más tarde de cinco días después de la prueba». Fernández aterrizó en Shanghái hace una semana con solo un día de margen. Y nada más poner un pie en el aeropuerto, el equipo médico le practicó otro test PCR antes de explicarle que tenía que ponerse en cuarentena dos semanas más. «En principio, solicité estar la primera semana en un hotel y pasar la segunda en mi residencia, una posibilidad que descartaron porque dijeron que no reunía las condiciones necesarias», lamenta.
Publicidad
seguridad
Todos los viajeros llegados del extranjero deben ser confinados en China 14 días. La mayoría es recluida en un hotel, pero hay ocasiones en las que el Gobierno instala un sensor de movimiento y una cámara de videovigilancia en el domicilio para certificar que no lo abandonan y permitir así que se queden en casa. Para ello, se deben cumplir unas condiciones que no están claras.
«En cualquier caso, el hotel es del Gobierno, la habitación es limpia y tan amplia que puedo pasearme por el pasillo, y no es demasiado cara. Cuesta 400 yuanes (50 euros) al día y 100 (12,5 euros) extra por el desayuno, comida y cena. Además, puedo elegir entre comida china y occidental, y pedir alimentos por Internet una vez al día», cuenta Fernández con su habitual optimismo desde la habitación que no puede abandonar por ningún motivo.
Publicidad
El ingeniero vasco no solo no se queja, sino que considera que China está tomando las precauciones que todos los países deberían adoptar para prevenir los contagios importados. «Esta es la forma de controlar», sentencia. Los datos le dan la razón. Todos los enfermos por la Covid-19 registrados en China durante la semana pasada procedían de fuera. «Los tests aquí solo cuestan 120 yuanes (15 euros). En total voy a tener que hacer cuatro para poder entrar al país», cuenta. El pasado martes le tocó el tercero, y el cuarto se lo harán dos días antes de finalizar una cuarentena de la que solo saldrá, lógicamente, si el resultado es negativo.
Hasta entonces, Fernández reconoce que la rutina es casi militar: «Me han dado un termómetro para que me tome la temperatura dos veces al día. Una antes de las diez y media de la mañana, y otra entre las tres y las cinco de la tarde, en medio de la comida, a las doce, y la cena, a las seis. Por la mañana, tocan a la puerta, me preguntan qué temperatura tengo, y listo. A la tarde me llaman por teléfono. También cogen por la mañana la basura que dejo en la puerta, y me han dado unas pastillas de desinfectante para que mezcle con agua en un cubo y luego eche en el váter cada vez que lo uso. Tengo que dejarlo durante media hora antes de tirar de la cadena», detalla.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.