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Los umbrales de los bares se han convertido hoy en fronteras. La exigencia del pasaporte covid en todos los establecimientos, que ha entrado en vigor esta misma mañana, ha trazado de pronto una línea que unas personas pueden atravesar y otras no. Y, como ... sucede en todas las fronteras, la gente se acerca a ese límite invisible con dudas y cierta tensión, sin tener del todo claro lo que va a encontrarse: algunos se adelantan a los acontecimientos y van sacando de la cartera una copia plastificada de su certificado, otros se plantan ante el local y se ponen a rebuscar en el móvil, y la mayoría entra con prevención, a ver qué pasa.
Lo peculiar, en este caso concreto, es que también reina la incertidumbre entre quienes han de custodiar esa frontera. Muchos hosteleros de Bilbao se seguían planteando hoy cómo aplicar la norma sin perturbar demasiado el funcionamiento de sus negocios. A media mañana, con la publicación del decreto en el Boletín Oficial del País Vasco, iban floreciendo los carteles que avisaban del requisito: en el Amadora Txiki, en la calle La Esperanza, Raúl Alonso borraba la pizarra en la que anunciaba hasta ahora su oferta de café con tostada para escribir en su lugar 'por favor, presenten el pasaporte covid'. «Justo ahora hemos empezado a pedirlo. Es una complicación, pero bueno, también supone prestar un poco de apoyo en este lío», suspiraba, mientras en el bar se le iba montando una tertulia espontánea entre los parroquianos. Que si por qué un hostelero tiene potestad para exigir el DNI, que si en Francia no hay nada de esto, que si los no vacunados se quedarán ahora en la terraza pero seguirán sin vacunarse...
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Hay establecimientos que han aplicado la medida desde primera hora de la mañana y otros que, a mediodía, todavía no saben muy bien cómo habilitarla. En el Bizu Bi, en la Plaza de Santiago, Javier Ferro ya ha tenido que echar atrás a media docena de clientes que no tenían o no llevaban el pasaporte. «Estoy fatal, me parece un mal sueño. Ya no es lo que pierdes en facturación, porque esas personas no consumen, sino también el tiempo: espero que alguna mente brillante invente algo, porque esto no puede seguir así. ¿Qué voy a hacer, contratar a una persona para que se ocupe de controlar? ¡Es lo que me faltaba! Hay gente mayor que sabes que se ha vacunado, porque lo has vivido con ellos, pero no tiene ni idea de cómo bajarse el pasaporte», lamenta. Javier está usando la app suiza Covid Check para comprobar los códigos QR. ¿Y la gente se lo toma bien? «Se lo toman bien porque tú le das humor al asunto, intentas quitarle hierro. Pero el sábado a mediodía ya no hará gracia».
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También en Mami Lou, en El Arenal, han tenido que enviar a la calle a varias personas. «Y no he tenido problema, la gente está muy concienciada», detalla Alain Liesse, aunque también le ha tocado escuchar lo de que esto en Francia no pasa. Los bares con servicio de restauración juegan con ventaja, porque, en caso de superar los cincuenta comensales, ya llevan un tiempecito con la exigencia del pasaporte: «Hoy mismo he anulado una reserva –detallaba Tomás Liendo en el Víctor Montes–. En mesa avisamos claramente desde que uno hace la reserva, pero en barra es más fácil que se te escape alguien. Ahora, entrará a pedir el vacunado de la cuadrilla y aumentará el consumo en la calle, con lo que seguramente surgirán otros problemas», pronosticaba.
En otros locales, en cambio, a la hora del vermú todavía no habían logrado implementar la medida. «Yo me lo voy a pasar teta, porque mis poteadores son aitites de 70 para arriba. Me voy a pasar el día ayudándoles a descargarse el pasaporte», sonreía Ana González en el Koben, junto a la Plaza Nueva. «Vamos a pedirlo todo, vamos a hacer lo que se nos exija, vamos a colaborar, pero, por favor, un poco de generosidad con la hostelería, que ahora vendrán las multas», rogaba David Pérez, del Txiriboga, en Santa María. Y, en el Urdiña, Yolanda Ruiz andaba llamando por teléfono al Ayuntamiento para pedir alguna orientación sobre lo que se espera de ella: «Normalmente nos mandan algún enviado especial para aclarar las dudas, pero esta vez no. Podrían habernos dado una semana para hacernos a la idea y madurar mejor la historia, porque esto es un examen sorpresa a la hostelería. Espero que nos brinden alguna manera de hacerlo de forma sencilla». ¿Y qué va a pasar si alguien que no tiene pasaporte se empeña en consumir? «Pues no lo dejaremos entrar, claro. Igual que a un borracho, no es nada nuevo en la hostelería: gente que te da problemas siempre te vas a encontrar».
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