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La Iglesia católica española considera que la eutanasia y el suicidio asistido resultan «éticamente inaceptables» y constituyen «una derrota social». Así se recoge en el ... documento 'Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida', presentado en Madrid este miércoles por el obispo de Bilbao, Mario Iceta, presidente de la Subcomisión Episcopal de la Familia y la Vida, un escrito que resume la posición de la Conferencia Episcopal ante el debate social abierto en España sobre esta cuestión. Las instituciones públicas tienen la obligación, según recuerdan los obispos, de «servir y tutelar toda vida humana, más allá de cualquier condicionamiento».
En su presentación, Iceta ha estado acompañado por dos especialistas sanitarios. Le ha arropado el médico paliativista Jacinto Bátiz, director del Instituto para Cuidar Mejor del hospital San Juan de Dios de Santurtzi y secretario de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC); y también la enfermera Encarnación Isabel Pérez, especialista en cuidados paliativos del centro Laguna (Madrid). El informe dado a conocer este miércoles por la mañana supone la respuesta que plantea la Iglesia para atender el sufrimiento tanto de los más de 75.000 españoles que cada año mueren con dolor como de sus familiares.
Doctor en Medicina y Teología, el obispo de Bilbao ha recordado en su presentación que la Asociación Médica Mundial también expresó hace un mes su rechazo a ambas prácticas «porque no ofrecen ni calidad de vida, ni calidad de muerte». La «auténtica solidaridad con las personas que sufren» ha defendido, se gana mediante la generación de una «relación de confianza entre el médico y el paciente», que este tipo de leyes no sólo «rompen» sino que contribuyen además a «debilitar» tanto a la familia como a los lazos de la sociedad.
Iceta ha explicado que «rechazar el dolor es justo y no censurable», pero que la medicina, a través de los cuidados paliativos, «cuenta hoy con el suficiente conocimiento para reducir el sufrimiento». «Para eso está la medicina paliativa, para aliviar el dolor y ayudar a superar las dolencias psíquicas», ha explicado.
El paliativista Jacinto Bátiz ha comentado, en este sentido, que la medicina paliativa «no pretende alargar la vida con la obstinación terapéutica, prolongando una agonía innecesaria, pero tampoco «acortarla deliberadamente a través de la eutanasia». Lo que busca, se ha empeñado en dejar claro, es aliviar el sufrimiento mientras llega la muerte «serena y en paz». «Todo esto se recoge en el Código de Deontología Médica vigente, que todo médico colegiado tiene obligación de cumplir», ha destacado.
El documento de la Conferencia Episcopal dedica un apartado a censurar las «estrategias» de los colectivos sociales a favor de la eutanasia, que se dedican, según se dice, a presentar casos límites de situaciones terminales y dramáticas para «interpelar la sensibilidad colectiva. El escrito censura, además, en una de sus partes más beligerantes, el lenguaje de este movimiento, que recurre a «eufemismos» como 'muerte digna', cuando en realidad se habla de «quitar la vida al paciente» o de «provocar la muerte del enfermo».
Los obispos critican también a todas estas agrupaciones por transmitir la idea de que la eutanasia no es una cuestión religiosa, sino social. De ese modo, según el análisis de la Conferencia Episcopal, buscan convencer a la sociedad de que «en una sociedad plural, la Iglesia católica «no puede ni debe imponer sus opiniones». El suicidio y la eutanasia, indican tajantes, «no aportan soluciones a la persona que sufre».
La curia española entiende que la visión antropológica que preside el actual debate político y social olvida que la dignidad de la persona se sitúa «en el hecho de ser humano, con independencia de cualquier otra circunstancia, incluida la salud, la edad o la capacidad mental o física». El debate, a su entender, debería tener en cuenta una ética del cuidado de los enfermos y una atención a sus necesidades físicas, psíquicas, espirituales, familiares y sociales.
«La esperanza cristiana de la vida va más allá de la muerte», subraya la Conferencia Episcopal, que defiende una atención integral al final de la vida, que no descuide el aspecto espiritual de los moribundos. «Sería una irresponsabilidad y una injusticia que la atención religiosa de los pacientes no estuviera asegurada en las instituciones hospitalarias siendo una dimensión fundamental en la vida de las personas.
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