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No todo son medicaciones en la lucha contra el cáncer. Los pacientes tienen cada vez mayor protagonismo en el pronóstico de su enfermedad hasta el ... punto de que su evolución depende en buena medida de la actitud que se tome frente a ella. Una adecuada alimentación, la práctica de ejercicio físico y el bienestar emocional, que son cuestiones que pueden ser manejadas por uno mismo, resultan determinantes en la mejoría y superación de la patología. No curan, pero cada vez hay mayor evidencia científica de que contribuyen de manera decisiva en la mejoría de los afectados, según afirmó el radiólogo Jon Cacicedo, en la última sesión del programa Encuentros con la Salud de EL CORREO.
«El paciente tiene en su mano muchas herramientas que determinan la calidad de vida con la que va a afrontar la enfermedad», afirmó el especialista, coordinador del grupo de investigación de Radiología y Medicina Física en procesos oncológicos del Instituto de Investigación Sanitaria Biobizkaia y profesor de la especialidad en la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). «La ciencia es clave frente al cáncer, pero la nutrición y el estado físico y emocional del paciente influyen de forma notable», insistió.
Convencidos del impacto de las tres en la salud física y psicológica del paciente, los hospitales de Euskadi han comenzado a introducir, en algunos casos de manera experimental, terapia psicológica y adiestramiento del paciente en materia de alimentación y ejercicio. Los especialistas en el abordaje de las enfermedades oncológicas llaman a la intervención en estas áreas terapia de soporte.
Uno de los desafíos frente al cáncer, como frente a todas las enfermedades ligadas al envejecimiento, es lo que se conoce como sarcopenia. Término procedente del griego y que literalmente significa falta de carne, la sarcopenia es un síndrome propio de las personas mayores, que se caracteriza por la pérdida paulatina de hueso y músculo, que puede compensarse, al menos en parte, mediante una alimentación equilibrada y ejercicio de fuerza.
Existen investigaciones con animales que no sólo han validado la eficacia de la nutrición como herramienta terapéutica, sino que han demostrado, además, cómo una alimentación inadecuada acelera el desarrollo de determinados cánceres. Todavía no se sabe lo suficiente como para definir qué dieta va mejor frente a cada enfermedad oncológica -son más de 200-, pero sí hay «evidencia sólida» de que el patrón mediterráneo contribuye al bienestar físico y emocional.
Se sabe, por ejemplo, que el consumo de carne roja, las bebidas azucaradas, el alcohol y los productos ultraprocesados aceleran el proceso oncológico del mismo modo que verduras, cereales, legumbres y pescado ayudan a reactivar el sistema de defensas. La ciencia estudia ahora (en el mundo entero) la manera en que la nutrición puede contribuir a impedir o revertir la metástasis o, por ejemplo, favorecer la acción de la inmunoterapia.
Osakidetza y, en concreto, el Instituto de Investigación Sanitaria Biobizkaia fueron pioneros en la investigación y uso del ejercicio físico como herramienta terapéutica del enfermo oncológico. Aunque aún es algo experimental, los profesionales de la salud de Euskadi que trabajan en el ámbito del cáncer cada vez incentivan más a sus pacientes a participar en programas dirigidos (aunque sea en gimnasios privados) para mejorar la fuerza física. La 'deporterapia' aumenta la capacidad cardiorrespiratoria, reduce la fatiga y mejora en los afectados la percepción de salud propia. En consecuencia, sufren menos efectos secundarios y gozan de una vida de mayor calidad.
El apoyo psicológico, por su parte, posibilita una adecuada estabilidad emocional no sólo al paciente, sino también a su entorno más cercano, el que se va a ocupar de su atención. «La enfermedad puede generar en distintos momentos ansiedad, depresión y mucho estrés. La psicooncología -detalla Jon Cacicedo- ha desarrollado estrategias eficaces para proporcionar sostén anímico, mejora de la resiliencia y ayudar a pacientes y familiares a afrontar el proceso oncológico con una mejor salud mental». El diagnóstico precoz y las terapias de soporte, como complemento a las formas de tratamiento nuevas y convencionales, han cambiado el panorama del cáncer en los últimos veinte años.
La inversión en investigación favorece la salud pública y beneficia a las arcas del Estado. Si de algo hay suficiente evidencia científica es del valor de la ciencia como motor de la economía. Frente al cáncer, además, es ya una necesidad social. «Invertir en ciencia es invertir en esperanza, en soluciones y en la posibilidad de un futuro con menos impacto del cáncer en la sociedad», defendió el investigador Jon Cacicedo en su intervención en Encuentros con la Salud de EL CORREO.
Sólo el mejor conocimiento de las muy diferentes patologías que se llaman cáncer posibilitará vencerlas o dominarlas hasta el punto de llegar a convertirlas en enfermedades crónicas. En algunos casos ya se ha logrado. No parecen apuntar en esa decisión, sin embargo, decisiones como la clausura de la Agencia Estatal de Salud Pública, el organismo institucional llamado a proteger a la población ante otra posible pandemia o cualquier otra amenaza contra el bienestar físico o emocional de la población.
«Los avances frente al cáncer sólo son posibles con un compromiso firme de gobierno, instituciones y de la sociedad para financiar la investigación y promover la innovación», reflexiona el experto de Biobizkaia. «Apostar por la investigación es apostar por la esperanza, por tratamientos más efectivos y por un futuro donde el cáncer sea una enfermedad controlable y, en muchos casos, curable».
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