La enfermera Marisol Arrietaleanizbeaskoa, junto a José Ramón Fraga Añón y el médico Gontzal Grandes. Abajo, de izquierda a derecha, Juan José Llona Arrondo, Patxi Joseba Lavín Urquijo y Josu Urtueta González Yvonne Iturgaiz
4 de febrero, Día Mundial contra el Cáncer

«Estaba prácticamente desahuciado por el cáncer: hacer deporte me ha cambiado la vida»

Josu, Patxi, José Ramón y Juan José han ganado tiempo y calidad de vida con un programa experimental que refuerza con ejercicio físico su terapia antitumoral; los oncólogos consideran necesario que el deporte se incorpore ya a los tratamientos de una manera estandarizada

Domingo, 4 de febrero 2024

«Su tratamiento requiere quimioterapia y ejercicio de fuerza». ¡Cómo dice? Hubo un tiempo, no tan lejano, prácticamente ayer, en que cáncer y deporte vivían reñidos. El diagnóstico del primero iba acompañado de la recomendación médica de abandonar por completo cualquier tentativa de lo segundo. Nada de chándal y zapatillas, sólo reposo. Las fuerzas había que reservarlas para combatir la enfermedad, que se avecinaban días duros. Hoy se sabe que fue un error.

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La evidencia científica ha puesto sobre la mesa que aquella receta tan extendida, además de falsa, era equivocada. El ejercicio físico no sólo protege frente a las enfermedades oncológicas, sino que contribuye a un mejor resultado de las terapias. Está demostrado: permite a los pacientes vivir más y en mejores condiciones tanto físicas como mentales. En Etxebarri, un pequeño municipio vizcaíno que linda con Bilbao, funciona la única unidad del País Vasco– y una de las primeras de Europa donde la medicación de última generación se combina con la más antigua de las terapias médicas. Esta es la historia de Josu, Patxi, José Ramón y Juan José, cuatro pacientes que sienten que siguen vivos gracias a su esfuerzo físico y el empeño de dos de los primeros sanitarios europeos que apostaron por atar las playeras a sus pacientes. Ha llegado la hora de la 'deporterapia'.

Juan José Llona, en las máquinas donde se ejercita. Yvone Iturgaiz

«El cáncer para mí fue la muerte y si no hubiera sido por este gimnasio igual estaría muerto», cuenta sin poder evitar emocionarse Josu Urtueta, un vecino de Basauri de 72 años que se bate contra un cáncer de garganta diagnosticado hace casi dos. «Estaba prácticamente desahuciado», cuenta. «Perdí la esperanza y me negué a vivir. No comía, no bebía, tuvieron que ponerme una sonda para alimentarme».

Montañero, futbolista, «no podía hacer más deporte», pero bebió y fumó «como una colacha» y toda esa toxicidad se convirtió en células malignas que minaron su existencia. Tampoco imaginó que el ejercicio físico llegaría a cambiarle la vida tanto como lo hizo. Pero ocurrió. «De no ser por la gimnasia, me hubiera quedado en la cama como un vegetal».

«No valía una peseta»

No sólo ha logrado librarse de toda una tralla de medicación contra otras dolencias –(«me quitaron el omeprazol que tomaba para el ardor de estómago, la pastilla del colesterol, la del ácido úrico, el sintrom...), sino que, además, se siente mucho más fuerte. «Antes era incapaz de coger una cuchara y ahora estoy listo para disputarte un partido de pelota a mano», fanfarronea. Lo ha logrado después de media docena de sesiones de quimioterapia, 33 de 'radio' y un programa de ejercicio físico regulado., «No valía una peseta y, ¡joé!, el mundo se me abrió otra vez».

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Patxi Joseba Lavín. Yvonne Iturgaiz

De su recuperación responde el equipo que lidera el médico Gontzal Grandes, director de la Unidad de Investigación de AtenciónPrimaria de Osakidetza y uno de los primeros en investigar en Europa el impacto del entrenamiento físico en la recuperación de los pacientes oncológicos. Su proyecto, explica, quiso seguir la estela del trabajo publicado en 2005 por la investigadora Michelle Holmes, de la Facultad de Medicina de Harvard, que rompió con la idea del reposo para el enfermo de cáncer.

«Perdí toda esperanza, porque era incapaz de coger una cuchara; ahora te reto a jugar un partido de pelota a mano»

Josu Urtueta

Paciente con cáncer de garganta, 78 años

Un estudio con 3.000 mujeres sirvió a la estadounidense para demostrar que una caminata diaria de una o dos horas permitía duplicar la supervivencia de afectadas por tumores mamarios. Al primer trabajo del grupo vasco en 'Biomed Central Cancer' en 2016, una de las publicaciones más reconocidas del mundo en el ámbito de las enfermedades oncológicas, siguieron otras con idénticas conclusiones. «Ahora sabemos que el ejercicio físico, sobre todo el de fuerza, aumenta la capacidad cardiorrespiratoria de los pacientes, reduce la fatiga y mejora la percepción de salud propia, lo que se traduce en menos efectos secundarios y más vida de más calidad. ¿Quiere más motivos para apostar por el ejercicio como terapia?», pregunta al periodista. «Cada euro invertido en actividad física ahorra al sistema de salud 15 en tratamientos».'

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El vendedor de 'quimio'

La sola idea de la quimioterapia echaba para atrás a Patxi Lavin Urquijo, un erandiotarra de 64 años afincado en Berango que trabajaba precisamente como visitador médico. «A mí, que me había ganado la vida vendiéndosela a los hospitales...», se sorprende a sí mismo. Tenía un cáncer de hígado tan raro que los médicos no le aseguraban que algo pudiera funcionar. «Si no hay evidencia científica, no la quiero», se dijo. Cuando se resignó a probar lo que hubiera, aceptó también abrazar el deporte como terapia complementaria. «¡Vale, pues ya me quedo con el paquete entero!», se dijo.

«El objetivo es que ganen fuerza y no pierdan masa magra, porque la quimioterapia se 'come' mucho músculo»

Marisol Arrietaleanizbeaskoa

Enfermera e investigadora

«La quimio es una especie de veneno que mata las células cancerosas. Yo lo conozco bien y, claro, sabiendo esto me costaba entender cómo iba a afrontar el ejercicio». Ahora lo sabe. «Es ahora cuando me encuentro bien y cuando lo entiendo. Si no hubiera sido por el ejercicio, no sé cómo me encontraría ahora, estoy convendido», asegura.

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La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) corrobora el valor de las hogueras que, como la de Euskadi, se han encendido en el país a favor de la gimnasia contra el cáncer. Según su presidente, César Rodríguez, los datos más sólidos se centran en cáncer de mama y colorrectal, pero el beneficio se sabe que se extiende también a otros tumores, entre ellos el de próstata y pulmón. En cifras, con sólo mover el esqueleto el riesgo de mortalidad por cualquier tumor se rebaja un 20% y el de padecer determinadas patologías tumorales (mama, colon, vejiga, endometrio, esófago y estómago), hasta un 30%. «A pesar de la evidencia, pocos pacientes se mantienen físicamente activos por la falta de información de los profesionales sanitarios, el temor a efectos adversos y la falta de motivación», reconoce.

Como un medicamento más

No es el caso de José Ramón Fraga, bilbaíno de 78 años, aquejado de un carcinoma epidermoide en la lengua. «Para cuando comencé la quimioterapia ya llevaba dos semanas haciendo gimnasia, la tenía metida en mi como un medicamento más», reconoce. ¿Por qué? «Porque necesitaba un estímulo mayor que una pastilla, sentir la mejoría y sentir a mi lado alguien que me acompañara en este proceso».

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«Ganan los pacientes y gana el sistema. Cada euro invertido en actividad física supone un ahorro de otros 15 en tratamientos»

Gontzal Grandes

Investigador y médico de Atención Primaria

Ese alguien se llama Marisol Arrietaleanizbeaskoa. Es la enfermera que en Euskadi lleva adelante el programa, la que comprueba, más allá de las cifras, el bienestar físico y emocional de las terapias. «El objetivo –explica– es que no pierdan masa magra, porque perderla tiene dos consecuencias directas. Por un lado se pierde capacidad funcional, el riesgo de caídas es mayor y la calidad de vida, menor. La quimioterapia, además, se 'come' mucho músculo, por lo que el tratamiento se soporta así mucho mejor».

El cáncer de esófago tampoco ha parado al durangués Juan José Llona (76 años). Cuando se lo diagnosticaron, el pasado mayo, tomó tres decisiones. Una, hacer el crucero que había programado con sus nietos antes de comenzar con la terapia;dos, seguir bailando con su grupo del alma, el de danzas vascas de Durango, Kriskitin; y tres, ponerse en manos del grupo de investigación de Grandes y Arrietaleanizbeaskoa. «Siento mi recuperación día a día, estoy encantadísimo; anímicamente, estupendo», confiesa. «Esto, claro, no se lo deseo a nadie; pero si a alguien le toca, le diría de corazón 'hágame caso: haga ejercicio'».

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La evidencia científica

  • 30 minutos de ejercicio físico al día bastan para protegerse del riesgo de un cáncer. Con ese tiempo es suficiente para controlar el peso, mejorar la regulación hormonal, fortalecer el sistema inmune y reducir la inflamación. Además, así se rebaja el azúcar en sangre y la resistencia a la insulina.

  • Mejora la terapia y alivia la depresión Diferentes estudios confirman que el ejercicio físico puede ser útil en pacientes en tratamiento para mejorar los resultados de la terapia y reducir las recaídas. También son menores la sensación de cansancio y el riesgo de depresión.

  • 286.664 cánceres estima la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) que se diagnostiquen este año en España, un 2,6% más que en 2023. Colorrectal, mama, pulmón, próstata y vejiga serán los más detectados.

  • Se duplica la supervivencia La supervivencia por cáncer se ha duplicado en España en los últimos 40 años. Nuevas terapias y detección prevoz permitirán mejorar estas cifras en los próximos años.

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