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La de Luc Montagnier, fallecido el martes a los 89 años, es la historia de un científico aupado a la gloria del Premio Nobel de Medicina y caído a los infiernos por su empeño en convertirse en apóstol de la anticiencia. Estaba llamado a pasar ... a la historia por ser el codescubridor del virus del sida, un título que tuvo que pelearse con su colega estadounidense Robert Gallo y que generó un conflicto internacional al más alto nivel de los gobiernos francés y de Estados Unidos. Manchó su nombre la sospecha, más que fundada, de que robó el hallazgo a una colaboradora de su laboratorio, Françoise Barré-Sinoussi, que finalmente tuvo que ser también reconocida por la Academia sueca. Su defensa en los últimos años de la homeopatía, de teorías pseudocientíficas y de los movimientos antivacunas acabaron por arruinar su reputación.
Quizás ocurra en los próximos días, pero no deja de resultar curioso que Montagnier muriera el martes en el Hospital Americano de Neuildely-sur-Seine, al sur de París, y que su fallecimiento fuera anunciado un día después a través de las redes sociales. No hubo reconocimiento de Estado ni siquiera en la confirmación de su muerte. El anuncio oficial se produjo hoy a través del alcalde del suburbio francés donde se produjo su muerte, Jean-Christophe Fromantin. Poco honor para un Premio Nobel en el país de la diplomacia, la solemnidad y el orgullo patrio.
Nació Montagnier el 18 de agosto de 1932 en la localidad Chabris, en el centro de Francia. Con 23 años, fue nombrado ayudante en la Facultad de Ciencias de París, antes de que centrara sus investigaciones en los virus animales. Estaba interesado en aquellos cuyo patrimonio genético está formado por ARN y en los vínculos existentes entre estos y los procesos cancerígenos. Su buen hacer y varios periodos de prácticas en el extranjero le llevaron a crear después la unidad de Oncología Vírica en el nuevo departamento de Virología que había impulsado el Instituto Pasteur de París. Fue allí donde rubricó en 1983, junto a sus colegas Sinoussi y Jean-Cleaude Chermann el hallazgo que le iba a permitir pasar a la historia. La historia que siempre se ha contado es que Montagnier pidió a su colega americano Robert Gallo que confirmara el hallazgo. El estadounidense no sólo lo confirmó, sino que comenzó a atribuirse el mérito. Era el virus del sida, la causa de la última pandemia que azotaba a la humanidad... hasta la llegada del coronavirus.
Fueron necesarias casi dos décadas de disputas legales, altas cumbres políticas entre Francia y Estados Unidos y acuerdos a regañadientes para que Luc Montagnier y Robert Gallo sellasen la paz. El hallazgo del virus del sida había servido para demostrar a la comunidad científica que estaba equivocada, que era un mito la idea de que las enfermedades infecciosas pertenecían sólo a los países en vías de desarrollo; y que también lo era que los retrovirus eran unos microbios propios de los animales. Había tantos intereses en juego –fundamentalmente económicos, claro– que en 1988, cinco años después, tuvieron que ser los presidentes Ronald Reagan y Jacques Chirac quienes firmaran el armisticio.
La sombra de la duda comenzó a planear sobre Montagnier en 2008, cuando se supo que el jefe del laboratorio francés de Oncología Vírica se había colgado la medalla que le correspondía a su compañera Françoise. El pastel no tardó en descubrirse. Barre-Sinoussi había sido la primera en publicar un artículo sobre el hallazgo del nuevo retrovirus que se llamó VIH ('Science', 1983). La Academia sueca optó por reconocer el mérito a los tres, aunque el auténtico fuese sólo de una.
A partir de ahí, de manera paulatina, Montagnier comenzó a labrarse el rechazo de la comunidad científica internacional. Buscó la cura del autismo en terapias alternativas, defendió prácticas peligrosas para la salud, defendió el uso de complementos nutricionales contra el VIH, atribuyó la muerte súbita del lactante a las vacunas de los bebés, criticó la inmunización contra el covid por ser, según dijo, favorecedora de las variantes... Hasta que el martes la estrella se apagó.
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