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«Hemos sido fuertes ante una situación equiparable casi a una guerra, pero se necesitan medidas urgentes para salvar la sanidad pública». Samuel García ejerce como médico internista en el Hospital de Gorliz. Ahora es un centro limpio de covid, pero en la primera ... ola acogió a pacientes contagiados con edades avanzadas. Sin estar preparados ni tampoco bien protegidos, los profesionales tuvieron que hacer frente al mayor desafío sanitario en el último siglo. Desde el ambulatorio de Zalla, Ricardo Martín, médico de familia, también sufrió en sus carnes aquella avalancha de afectados por un virus desconocido. «La Atención Primaria no estaba preparada para soportar semejante carga de trabajo», afirma.
Samuel García, Médico en el Hospital de Gorliz
Ricardo Martín, Médico en el ambulatorio de Zalla
Los facultativos dijeron 'basta'. Estallaron. Ambos representan en Euskadi en la Asociación Médicos Unidos Por Nuestros Derechos (MUD), una agrupación estatal de profesionales que se gestó en plena pandemia con el objetivo de luchar por las mejora de la situación laboral de quienes salvan vidas, que no es baladí, y tratar de que la atención sanitaria al ciudadano no se vea aún más mermada. Algo a lo que esta epidemia ha dado la puntilla. «Hay que luchar por un sistema sanitario fuerte. No por nuestro trabajo, por la salud de la sociedad. La crisis viene de hace tiempo, pero ahora se han puesto en tensión los derechos de los ciudadanos», explica el doctor García.
MUD nació al término de la fatídica primavera de 2020. A día de hoy, 12.000 profesionales se han sumado. Medio millar, vascos. La crisis les hizo pegar un golpe sobre la mesa. Se dieron cuenta de que se corre el riesgo de que ante futuras pandemias o cualquier otro tipo de situación crítica falten profesionales, y por tanto, que se deteriore la asistencia médica a los pacientes. Sin pretender ser un sindicato, denuncian las altas tasas de temporalidad en la sanidad pública, el déficit y la fuga de profesionales. «Es muy alarmante que los médicos en plena pandemia, una oportunidad de trabajar, estén pidiendo certificados en los colegios para irse fuera porque van a tener unas condiciones medianamente dignas», advierte el internista vizcaíno.
A Martín también le inquieta la falta de estabilidad laboral. «Hay especialistas que llevan casi una década sin oposición y sin establecerse en un puesto». Y en la pandemia no hay que olvidar que ha habido facultativos que, debido a las necesidades organizativas, han tenido que lidiar con otras tareas que no eran de su especialidad. Una formación que se ha hecho a contrarreloj cuando en circunstancias normales se necesita hasta una década. Pero lo peor, estiman, está por llegar. «Habrá una crisis económica, y por otras experiencias, sabemos que se recortará en sanidad y educación», vaticina el profesional del Hospital de Gorliz. «Nos pueden dejar con un sistema muy poco preparado para próximas pandemias».
El sentir en el colectivo es el de una «profunda desazón», sostiene. Así han afrontado los sanitarios la cuarta ola. Llevan meses agotados, a nivel físico y mental, pero saben que las fuerzas no pueden flaquear. «Esto es un sinfín», señala el doctor Martín, que estas semanas ha visto cómo han aumentado las consultas por covid, a las que hay que añadir las típicas de la primavera, por alergias o astenia. «El problema es que no vemos un tope. No es como un problema con la vesícula, que te operas y ya está. Este virus es capaz de mutar, no sabemos cuándo acabará. Hay un desgaste profesional muy importante y la capacidad de respuesta va a ser cada vez peor si no se ponen medidas», zanja García.
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