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La salud en África depende de una cruel ruleta rusa. La miseria, el cambio climático, que ha trastocado los periodos de sequía y lluvia, y los fenómenos sociopolíticos inciden en la supervivencia de esos 300 millones de habitantes del continente que subsisten bajo el umbral ... de la pobreza y sufren graves enfermedades endémicas y generalmente marginadas por la investigación médica. Aunque su índice de mortalidad ha retrocedido significativamente, la malaria se cobra unas 350.000 vidas anuales. Los expertos se preguntan por qué en este maltrecho escenario el coronavirus no se ha expandido ya con la virulencia que ha demostrado en Europa. No hay respuestas, sólo elucubraciones. En cualquier caso, el Covid-19 ha llegado más allá del Sáhara y comienza su dispersión.
La detección temprana ha sido el argumento esgrimido por fuentes locales de la Organización Mundial de la Salud. Los primeros casos positivos fueron reportados en Egipto y Argelia y, hace dos semanas, los sistemas de control de países como Nigeria permitieron reconocer a un viajero italiano infectado en Milán. Desde entonces, la propagación ha tenido focos activos en el Golfo de Guinea, la costa de África Oriental y, sobre todo, Sudáfrica, territorios más abiertos al tráfico mundial.
La adopción de medidas contra el ébola, caso de los laboratorios de prueba, ha permitido ese control, pero, sin duda, la realidad es mucho más compleja y perturbadora. Los medios de países más abiertos al mundo y de relativo desarrollo, como los mencionados, contrastan con la extrema debilidad de las instituciones sanitarias de República Centroafricana, un Estado fallido que ya ha reconocido su primer positivo. La propagación puede ser mucho más rápida a medida que avance hacia poblaciones grandes, rodeadas por 'slams' o arrabales densamente poblados y penetre en áreas rurales carentes de mínimas infraestructuras.
Algunas teorías apuntan a características demográficas de la región para explicar su resistencia. La juventud de la población es uno de los argumentos esgrimidos. La edad media de los africanos es de 18 años frente a los 42 del Viejo Continente. Otras hipótesis apuntan a su condición tropical y las elevadas temperaturas para explicar la escasa incidencia y alertan sobre los riesgos de la llegada del invierno austral.
Las estadísticas también son cuestionadas por quienes desconfían tanto de las precarias entidades sanitarias como de Administraciones habituadas a la desinformación y la corruptela. Más allá de conjeturas, las certezas resultan inquietantes. La sanidad de los países subsaharianos no tiene carácter universal, depende en buena medida de la cooperación internacional y en los últimos años ha sufrido el impacto de conflictos devastadores como el padecido por Sudán del Sur, que ha destruido su red de hospitales y dispensarios. La crisis del ébola fue atajada por el apoyo exterior y hay zonas de estabilidad política sumamente precaria como Congo o Somalia que dificultan o impiden una respuesta adecuada.
El peligro no se reduce a las áreas más desestructuradas. El progreso no se ha acompañado de mecanismos de justicia distributiva. En los últimos años, África ha experimentado índices de crecimiento económico del 3,6%, según el Banco Mundial, pero su impacto social ha sido muy desigual, abismando las diferencias de ingresos entre una elite opulenta formada por unos 200.000 miembros, la clase media, emergente pero sumamente frágil, y los más desfavorecidos, aquellos que ni siquiera tienen acceso a servicios de agua potable y, en consecuencia, tampoco a productos para la desinfección.
La falta de medios afecta a todos los sectores, aunque puedan pagarlos, y el sistema público se muestra insuficiente incluso en aquellos países aparentemente más dotados. La Fundación Aga Khan proporciona los mejores hospitales en Kenia y Tanzania, y ha iniciado la construcción de un centro provisto de 600 camas en Kampala, la capital ugandesa. La distribución de medicamentos también resulta problemática y el precio, abusivo para las posibilidades del la mayoría.
Los recursos humanos constituyen otro caballo de batalla. La OMS recomienda la existencia de 23 trabajadores sanitarios por cada 10.000 habitantes y el continente tan sólo cuenta con 2 médicos y 15,5 camas para ese segmento de población. Además, la demanda de Europa y Australia constituye un atractivo para los profesionales del sector, dotados de gran experiencia y salarios muy bajos. El sector sanitario de Zimbabue se mantiene gracias al apoyo de un millonario filántropo.
La solidaridad es esencial para afrontar la llegada del coronavirus a África. Desgraciadamente, la falta de actuaciones conjuntas en el Norte no alienta el optimismo. Marruecos ha suspendido el tráfico aéreo y marítimo con España para impedir que la pandemia llegue a través del Estrecho, pero los especialistas advierten que, en los próximos meses, la enfermedad podría volvernos a agredir desde el Sur, alentada por los flujos migratorios que, aún, consideran a Europa la última esperanza.
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