Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Al filo de las cinco de la tarde de ayer, la estación de ferrocarril de Bilbao presentaba una imagen triste, reflejo de lo que sucede en todas las infraestructuras de transporte del país. Hace quince días, Abando hervía de actividad humana, con gente que iba ... y venía, también con sus besos y abrazos de despedida. Hoy es una versión fría y gris, sin alma, de lo que fue en un pasado cercano, cuando la sociedad aún no era consciente de la pesadilla que se le venía encima. Andenes vacíos, locales cerrados, bancos de espera clausurados y únicamente dos trenes de larga distancia en la parrilla de Llegadas. Desolación. Sólo el supermercado Carrefour Express que se ubica en su interior aportaba un poco de color y vida. Aunque fuera con guantes y mascarilla.
Este fue el panorama que se encontraron los militares de Mungia que desembarcaron en el corazón mismo de Bilbao para proceder a la desinfección de la terminal. Doce hombres del Regimiento Garellano 45, dirigidos por el capitán Fernando Zacarías, un joven de barba poblada y determinación castrense. «Estaremos aquí el tiempo que sea necesario. No nos iremos hasta que esté todo absolutamente limpio», explicaba al corro de periodistas que le rodearon para conocer cómo sería el operativo. La presencia de estos profesionales, que el domingo ya comenzaron a higienizar el aeropuerto de Loiu, despertó curiosidad. Es la primera vez, desde las inundaciones de 1983, que el Ejército desembarca en la capital vizcaína en misión humanitaria. Euskadi era hasta hace dos días la única comunidad autónoma donde no se habían desplegado. La imagen llamó la atención de algunos de los pocos pasajeros que llegaban en tren de Cercanías. Y una mujer salió a aplaudir al balcón de su piso, ubicado en el rascacielos que está en la trasera de Abando.
Zacarías encabezaba un pelotón que aparcó su vehículo pesado en el parking que da a Bailén. De su interior extrajeron varios bidones de gran tamaño y cuatro mochilas de fumigación. La primera labor fue cortar el paso al andén de larga distancia, donde se ubican los baños públicos.
La siguiente tarea fue rellenar las fumigadoras con desinfectante. «Se trata de una solución bastante potente que hemos preparado en el cuartel», explicaba Zacarías, ya más relajado en la distancia corta, después de que la nube de cámaras se hubiera disipado. «Quizás antes he estado un poco serio», se disculpó, educadamente. «El mensaje es muy claro: hemos venido a ayudar y proteger a la población civil -continuó-. Ese es nuestro cometido y vamos a hacer lo imposible para acabar con el virus en esta estación y allí donde se reclame nuestra presencia».
El capitán también subrayó que están abiertos a realizar más labores, además de la de desinfección. «Colaboraremos en todo lo que se nos pida», dijo, en alusión a que puedan ser destinados a supervisar centros de mayores en Bizkaia, por ejemplo.
A las 17.30 horas, cuatro de los militares se embutieron en un buzo de camuflaje y, dotados de mascarilla, guantes y gafas, comenzaron a desinfectar. «Nosotros les llamamos los liquidadores, los encargados de acabar con cualquier bacteria que haya en el suelo y, en especial, en aquellas superficies que se tocan, sobre todo las metálicas», contaba otro de los soldados. «La estación se puede seguir usando, no hay problema -decía Zacarías-. Cuando acabemos, la limpieza suele surtir efecto durante una semana».
El ambiente se fue poco a poco distendiendo. Uno de los militares charló con un empleado del Carrefour que había salido a tirar una cajas. El trabajador le contó que tiene un familiar en el Ejército. «Está bien que vengan a hacer esta labor. Cualquier ayuda es buena», decía, mientras empujaba un carro repleto de cartones.
Zacarías y sus hombres restaron importancia a su cometido. «Simplemente, cumplimos con nuestro deber. En esta crisis, los verdaderos héroes son los médicos y el personal de los hospitales, eso sí que es valor», comentó. Las tareas de desinfección podrían extenderse hoy a otras infraestructuras críticas. Al cierre de esta edición, continuaban también en Loiu, después de una ardua noche de trabajo, en la que se higienizó la torre de control, la central eléctrica y el parque de Bomberos.
Solidaridad «Hacemos nuestro trabajo, aquí los héroes son los profesionales sanitarios», dijo el capitán Zacarías
8.000 litros de desinfectante se han preparado para limpiar Loiu y la estación de Abando.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.