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A solo un día de la revisión de las medidas de cara a las navidades en Euskadi y en un escenario de total incertidumbre por la amenaza de la tercera ola y la explosión de la nueva cepa en el Reino Unido, el Departamento de ... Salud ha perdido una de sus piezas fundamentales en la lucha contra la pandemia. Ignacio Garitano, responsable del control del virus en el País Vasco, anunció ayer su dimisión en una rueda de prensa acompañado por la consejera de Salud, Gotzone Sagardui. El 'Fernando Simón vasco' atribuyó su salida «a motivos personales y profesionales». Retornará a su puesto de ginecólogo en el hospital de Txagorritxu, en Vitoria, para «volver a tener contacto con pacientes», explicó.
La marcha del doctor Garitano, un profesional con una formación intachable -tiene tres especialidades a sus espaldas, ginecología, epidemiología y medicina familiar-, ha causado una gran sorpresa. Por varios motivos. En primer lugar, se produce en un momento muy delicado. La Covid-19 no acaba de remitir como se desearía. El LABI valorará hoy si endurece las restricciones actuales. Además, este pasado fin de semana, una treintena de colectivos de profesionales sanitarios de Euskadi emitieron un comunicado conjunto para pedir al Gobierno vasco «echar el freno», ya que la situación epidemiológica que atraviesa la comunidad no invita al optimismo y más en unas fechas en las que habrá más movilidad.
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Pese a que se trata de un momento crucial, en el que la toma de decisiones condicionará el futuro más inmediato de la comunidad, lo cierto es que el hasta ahora portavoz de la lucha contra la pandemia en Euskadi deja también un legado valioso. De ahí, que su dimisión se tilde como «inesperada» en el seno de Osakidetza, según ha podido saber este periódico.
Garitano ha sido el gran artífice de la red de rastreo. La anterior consejera, Nekane Murga, -que se fijó en su valía tras haber desarrollado una encuesta digital para evaluar la verdadera dimensión de los contagios de la primera oleada-, le nombró coordinador de la Red de Vigilancia de Osakidetza en mayo. El epidemiólogo de Galdakao, que trabajó en el Centro Europeo del Control de Enfermedades en Bruselas y también vivió una etapa en África para combatir una epidemia de cólera, se encargó de reclutar y formar a todo el equipo de rastreadores. También, bajo sus órdenes, se celebraron en Euskadi los primeros cribados masivos, claves para detectar a la población asintomática y cortar de raíz cadenas de transmisión, que de otro modo podrían haber seguido causando estragos. De hecho, en el mes de agosto, las primeras de estas acciones en algunas localidades guipuzcoanas, tras los desmanes de las fiestas de Selectividad, obtuvieron buenos resultados y evitaron tener que recurrir a medidas más drásticas.
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Su valía profesional le llevó a ejercer de portavoz del Gobierno vasco, informando dos veces por semana sobre la evolución del patógeno en la comunidad. En verano sustituyó a Mikel Sánchez, que pidió alejarse de este cometido. Garitano, siempre en solitario, dando la cara ante los medios, no ha llegado a cometer ningún error garrafal, al menos de puertas hacia fuera. Su trabajo ha sido descomunal. Casi sin descanso. Quienes le conocen aseguran que su dedicación ha sido «absoluta». Un gran esfuerzo personal que no ha venido acompañado «de un mayor peso en la toma de decisiones». De hecho, en alguna ocasión, ha quedado patente que sus opiniones no han sido tenidas en cuenta por el LABI.
En octubre, Garitano no ocultó sus recelos a los confinamientos perimetrales, y pocos días después, Urkullu los anunció para los municipios en alerta roja. Un ejemplo más, al igual que señalan algunas voces cercanas al Departamento, de que los criterios políticos están primando sobre los sanitarios en la toma de decisiones. Cabe recordar que al principio de la crisis Salud arrinconó al comité de expertos sobre pandemias creado en 2016, confeccionando un equipo con más perfiles de gestión y dejando escapar a profesionales con excelentes formaciones en enfermedades infecciosas.
Ignacio Garitano nació en 1975 en Galdakao en el seno de una conocida familia vitoriana de médicos, periodistas y exploradores. Estudió tres especialidades -ginecología, medicina de familia y epidemiología-. Su padre y conocido psiquiatra vasco, Miguel Gutiérrez, le describía hace unos meses como un hombre «curioso e inquieto», lo que le ha llevado a buscar experiencias médicas en el extranjero, que le han servido para curtirse en mil batallas. En Congo se enfrentó a una epidemia de cólera. En Sudán estuvo en plena guerra y sufrió un ataque en el puesto de Médicos Sin Fronteras.
Situaciones críticas de las que ha aprendido y ante las que sabe mantener la calma. A nivel personal, el doctor Garitano es un hombre preciso, no le van las medias tintas. «Y aunque parece serio, es muy divertido», apuntaba su mujer Elena en una entrevista.
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