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A Fran todavía no le han parado en ningún control. «Voy con la furgoneta rotulada y la ropa de trabajo», argumenta. pedro urresti
Fran de las Heras | Climatización

«Tengo ganas de que llegue el verano»

En primera línea ·

De las Heras se dedica a mantener equipos de climatización. Cada día viaja de Portugalete a Eskoriatza para trabajar

Sábado, 28 de marzo 2020, 01:24

60 kilómetros separan su casa, en Portugalete, de su trabajo, en la localidad guipuzcoana de Eskoriatza. Cada mañana, a primera hora, Fran de las Heras se calza la ropa de faena, sube en la furgoneta y pone rumbo a la planta que tiene Fagor en este pequeño municipio. Empleado de una empresa de climatización, se encarga del mantenimiento de las infraestructuras de temperatura de la fábrica de electrodomésticos. Tiene suerte. O al menos así lo ve él. «Estamos contentos, porque hay muchos ERTEs, y si te toca no cobras el 100%», dice. Ellos, al menos «de momento», siguen al pie del cañón.

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Aunque la situación es la que, es, y con muchos de sus clientes cerrados a cal y canto, desde que arrancara el confinamiento «recibimos menos alertas». «Las plantas -explica- están en servicios mínimos, las máquinas no trabajan». Y eso, a medio plazo, les perjudica. Se siguen encargando «del mantenimiento de piezas», pero en el caso de las instalaciones de nuevos equipos de refrigeración y climatización, hay menos encargos que hace unas semanas.

«Vamos con guantes, a cierta distancia y en la garita de Fagor nos toman la temperatura»

La firma para la que trabaja, Aize Klima, tiene una larga trayectoria en el sector. «El verano pasado celebramos el 25 aniversario y el jefe nos invitó a comer a todos», recuerda, como si hubiera pasado mucho tiempo de aquello. Y es que los días se hacen largos. De hecho, los compañeros apenas se ven. «Vamos cada uno con su furgoneta, y luego, una vez que nos encontramos en la empresa, en la Ribera de Deusto, con una distancia prudencial entre unos y otros nos repartimos las labores», detalla. Ya no hay tiempo para amistades; solo para currar y volver a casa.

En Fagor apenas tienen contacto con nadie, solo al entrar. «Te tienes que registrar en la garita, que hay un guarda de seguridad que, también con distancia y con una valla de por medio, te toma la temperatura antes de dejarte pasar», explica.

«Las plantas están en servicios mínimos, las fábricas no trabajan y recibimos menos alertas»

«Siempre está el miedo»

Hasta ahora, todo en orden. ni una décima, aunque piensa que puede que haya mucha gente con fiebre por otras razones. «No estamos acostumbrados a estar todo el rato en casa encerrados, así que igual mucha gente cuando sale a la calle se destempla», argumenta.

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Reconoce que «siempre está el miedo de me contagiaré o no, pero le ponemos precauciones, vamos con guantes...». Mascarillas, por el momento, no. «Son para proteger a los demás de ti si tú tienes coronavirus, pero como no se transmite por el aire en sí, sino por partículas, con mantener la distancia es suficiente», recuerda.

Pese a las circunstancias, celebra poder «continuar con la rutina». Además, no ha tenido ningún percance en la carretera, un peligro más visible que el enemigo vírico. El tráfico ha caído, y además los controles policiales no le quitan tiempo porque «nunca me paran». «Voy con la furgoneta rotulada y con la ropa de trabajo, así que pensarán que no hace falta pararme», cree.

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En casa, se adapta como puede a la nueva realidad. Su pareja trabaja a turnos, en Osakidetza, y su hijo de 14 años tiene mucho entretenimiento. «Desde la ikastola le mandan los deberes 'online'», explica. Pero él ya piensa en el verano. Y no porque quiera vacaciones. «Es cuando más trabajo tenemos, porque sube la temperatura y nosotros nos dedicamos a bajarla», bromea.

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