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La fructosa alimenta los tumores. No la que está presente de manera natural en la fruta, sino la que se utiliza para endulzar los alimentos ultraprocesados o se vende como jarabe para condimentar platos. Una nueva investigación de la Universidad de Washington en San Luis ( ... Estados Unidos) ha demostrado con animales que este producto favorece la aparición y desarrollo de los cánceres de mama, cuello uterino y piel, en concreto el melanoma. Los autores del trabajo, que se publica hoy en la revista 'Nature', han descubierto que el hígado convierte la fructosa en nutrientes que funcionan como gasolina para las lesiones tumorales. Gracias a ella, crecen y se expanden por el cuerpo.
Los azúcares resultan necesarios para la vida, porque el organismo obtiene de ellos la energía necesaria para mantener la actividad metabólica. El consumo exagerado de azúcar de la sociedad occidental se ha convertido, sin embargo, en un auténtico desafío sanitario. No sólo favorece la obesidad y la larga lista de enfermedades potencialmente mortales relacionadas con ella -fundamentalmente de tipo vascular-, sino también muchos cánceres. El trabajo conocido hoy vuelve a demostrarlo.
El trabajo contiene dos aspectos muy interesantes desde el punto de vista de la lucha contra el cáncer. Por un lado, demuestra el enorme impacto que el exceso de fructosa ultraprocesada tiene sobre el cuerpo humano. Al mismo tiempo, pone también de manifiesto la tremenda capacidad -aún no del todo conocida- de la dieta y el ejercicio para combatir las enfermedades tumorales.
Según constata el estudio, antes de los años 60 del siglo pasado, la población occidental consumía muy poca fructosa. Las estimaciones apuntan a entre dos y cuatro kilos al año. Esa cantidad, «por decirlo en términos familiares» equivaldría al peso de un galón de leche, que viene a ser algo más de un tercio de litro. Siguiendo con este mismo ejemplo, los investigadores estiman que el volumen de fructosa que se está consumiendo en la actualidad por persona y año sería el equivalente a 60 litros. La ingesta se ha multiplicado nada menos que por 22.
Siendo esto ya bastante preocupante no es, sin embargo, lo peor. Este tipo de azúcar es, además, el preferido por la industria alimentaria para edulcorar todos sus productos procesados. Las empresas del sector bien podrían utilizar glucosa, que es similar y menos dañina para el organismo, pero emplean fructosa porque es bastante más dulce y, en consecuencia, más atractiva para la mayoría de los consumidores. La fructosa 'industrial' no sólo está presente en dulces y pasteles, sino también en múltiples alimentos como la salsa para pasta, el aderezo para ensaladas y el ketchup. «Muy posiblemente forme parte de su dieta, a menos que intente evitarlo activamente», advierte el investigador principal del estudio, Gary Patti.
Gary Patti
Investigador principal del estudio
Es importante destacar que el trabajo -y sus autores así lo indican- se refiere a la fructosa industrial, la que se añade «como edulcorante en muchos alimentos procesados»; y no a la que se encuentra de manera natural en frutas, verduras, productos lácteos y cereales. La ciencia conocía desde hace tiempo que los tumores tienen una «fuerte afinidad» por la glucosa, un azúcar simple un azúcar simple que se obtiene de los hidratos de carbono y que es el tipo de energía preferida por el organismo.
Desde el punto de vista químico, su estructura resulta similar a la de la fructosa, pero tienen una diferencia sustancial. La forma en que el cuerpo metaboliza una y otra varía sustancialmente. La glucosa se procesa en todo el organismo. La fructosa, en cambio, se metaboliza casi en su totalidad a través del intestino delgado y el hígado, que es el órgano encargado de convertirla en fuente de energía para los tumores.
El ensayo de la Universidad de Washington evaluó el impacto de esta sustancia tanto en placas de laboratorio como en animales. En las primeras, las células cancerosas apenas respondieron, mientras que en los seres vivos se vio que la fructosa añadida promovía el crecimiento de los tumores sin modificar su peso corporal ni los niveles de glucosa o insulina en ayunas. El cambio, en cualquier caso, no fue nimio, sino todo lo contrario. «Nos sorprendió ver que tuvo un impacto bastante drástico. En algunos casos -reveló el autor principal del trabajo- la tasa de crecimiento de los tumores se duplicó o incluso más».
Dada la evidencia conocida, los autores del trabajo han hecho un llamamiento a evitar el consumo de fructosa, cuyo consumo ha aumentado parejo al crecimiento de determinados cánceres en personas menores de 50 años. «Si tenemos la mala suerte de padecer cáncer, probablemente debamos plantearnos evitar la fructosa. Lamentablemente, es más facil decirlo que hacerlo», ha afirmado el profesor Gary Patti.
El estudio tiene también su parte positiva, que según sus responsables, tiene que ver con el impacto que la alimentación tiene en la lucha contra las enfermedades oncológicas. Los hallazgos ponen de manifiesto la necesidad de ampliar el abordaje del cáncer no solo contra las células malignas, sino también en el cuidado de las sanas. «Quizás así podamos mejorar la vida de nuestros pacientes. En nuestro laboratorio ya lo hemos conseguido con la de nuestros ratones», afirma esperanzado.
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