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Tratar el cáncer, las enfermedades raras y cualquier patología grave es un rentabilísimo negocio. Los medicamentos basados en la inmunoterapia, los que activan las defensas contra el tumor, cuestan lo mismo que tres lingotes de oro de un kilo. Otros que amenazan con abrir una ... brecha en las cuentas de la Sanidad pública son los fármacos biológicos, moléculas formadas por proteínas que son producidas por organismos vivos. El coste de terapias oncológicas más innovadoras y recientes está tan desbocado que no baja de los 100.000 euros por paciente al año. La industria farmacéutica argumenta que la creación de una molécula requiere miles de millones de euros y una década de trabajo, lo que exige recuperar la inversión. Pero, ¿hasta dónde puede llegar el margen de beneficio? ¿Es lícito obtener un retorno económico a costa de poner en riesgo la viabilidad de los sistemas nacionales de salud? Ramón Gálvez, médico jubilado y portavoz de la Asociación por un Acceso Justo al Medicamento, atribuye el desmesurado precio de algunos fármacos a que las grandes compañías están en manos de fondos de capital riesgo que buscan optimizar beneficios a muy corto plazo.
«La fijación del precio de las medicinas es un proceso muy opaco, lo que hace que su coste difiera mucho entre unos países y otros. Así, el coste final depende de la fuerza negociadora del laboratorio en cada país», denuncia Ave Mari Aburto, responsable del Grupo de Acceso a Medicamentos de Médicos del Mundo (MDM). Entre 2011 y 2015, según la plataforma No es Sano, el precio medio de los medicamentos contra el cáncer se ha duplicado, al pasar de 290,5 euros a 593,5.
Un ejemplo de esta carrera desenfrenada lo representa el Keytruda. Indicado para tratar el melanoma, el cáncer de pulmón y el de vejiga, cuesta 100.000 euros anuales por paciente, de acuerdo con MDM. Es un producto que reporta sustanciosos beneficios a la compañía Merck. Dentro de tres años, solo el Keytruda aportará una cuarta parte de los ingresos a este laboratorio. La virtud de esta molécula es que consigue prolongar la vida del paciente durante más tiempo que la quimioterapia.
Aburto subraya que la salida al mercado de nuevos productos cada vez más onerosos, sobre todo los de uso hospitalario, pone contra las cuerdas a la Sanidad pública. ¿Realmente aportan tantas ventajas como se predican? «Hay que ver cómo se gasta el dinero. Se están financiando cosas que alargan la vida un par de meses», alerta la portavoz de MDM.
Otro medicamento inmerso en una espiral alcista es el imatinib (comercializado como Glivec), empleado contra la leucemia y que, según Aburto, cuesta 30.000 euros. Este antitumoral ha reportado jugosos beneficios a Novartis, aunque ya ha aparecido en el mercado un genérico que cuesta muchísimo menos, 200 euros.
Dice la industria farmacéutica que apenas tres de cada diez medicamentos que salen al mercado logran recuperar la inversión efectuada. Frente a este argumento, los miembros de No es Sano alegan que en la gestación de una nueva molécula participan universidades y hospitales de titularidad pública, sobre todo en su fase inicial. Cuando ya ha terminado la investigación básica, la más costosa, toma el relevo el sector privado. La patronal Farmaindustria argumenta en su descargo que el coste de crear un medicamento supera los 2.400 millones de euros. Se trata de un proceso que dura entre diez y doce años.
«Algunas investigaciones independientes demuestran que los costes de investigación, desarrollo y producción de medicamentos son muchísimo menores», asevera la directora de la fundación Salud por Derecho, Vanessa López.
Sin embargo, es frecuente, sobre todo en el terreno de la oncología, que las grandes farmacéuticas compren pequeños laboratorios de biotecnología que han desarrollado productos eficaces e innovadores. A la vista de que estos pequeños centros adolecen de falta de una infraestructura suficiente para comercializarlos, acaban engullidos por los gigantes del sector.
Otro factor que dispara el precio estriba en que, en ocasiones, se diseñan medicamentos a la carta. Así ocurre con las terapias CAR-T, un procedimiento que permite 'adiestrar' las defensas del organismo para que combatan tumores como los de la sangre. Gracias a esta técnica, el Hospital Sant Joan de Déu pudo curar a Álvaro, un niño de seis años y medio de Alicante que había sufrido dos recaídas de leucemia linfoblástica. El tratamiento que recibió lo sufraga la Seguridad Social por 320.000 euros. Al niño se le administró Kymriah, un medicamento que consiste en una inyección de una infusión elaborada específicamente para cada paciente. Se da la circunstancia de que Manel Joan, del Hospital Clínic de Barcelona, es capaz de desarrollar esta terapia celular por solo 20.000 euros. El mismo procedimiento lo realiza también Antonio Pérez Martínez, de Hospital La Paz de Madrid. «Hay que poner dinero encima de la mesa para que el sector público produzca de manera individualizada estos medicamentos. Porque esa técnica se usará en el futuro para el tratamiento de tumores sólidos. En su día pedimos a la ministra de Sanidad María Luisa Carcedo el desarrollo de las terapias CAR-T en los hospitales españoles y reaccionó muy bien», apunta Ramón Gálvez.
A veces una sencilla operación de 'marketing' genera dividendos fabulosos. El alemtuzumab, indicado para el abordaje de la leucemia, salió al mercado con el nombre MabCampath. Al cabo del tiempo se descubrió que también servía para tratar la esclerosis múltiple remitente. ¿Qué hacer? Mudó de denominación y pasó a llamarse Lemtrada, con lo que el precio subió como un cohete. El fármaco pasó a costar quince veces más; es decir, 58.000 euros, precio del tratamiento para dos años. De pagar 391 euros el vial, la Sanidad pública española pasó a desembolsar más de 7.250.
Trastuzumab es un anticuerpo monoclonal y pertenece al grupo de las llamadas terapias dirigidas, aquellas que tratan de bloquear las señales que precisa la célula para crecer o sobrevivir. El medicamento se prescribe para que remita el cáncer de mama. Si este experimenta metástasis, el coste aproximado ronda los 12.000 euros por paciente al año. Según un informe patrocinado por los miembros de la agrupación No es Sano, el trastuzumab, comercializado por Roche, ha generado más de 60.000 millones de euros desde que salió al mercado. Lo curioso y lo que denuncia la plataforma, en la que figuran los colegios de médicos, es que detrás de las investigaciones se halla Dennis Slamon, a quien la industria farmacéutica cortó los fondos para su trabajo. Si no hubiera sido por los filántropos y fundaciones que acudieron en su ayuda, Slamon no hubiera coronado su empresa. Solo cuando comenzó a dar resultados, la industria recobró el interés por el medicamento.
Ahora es más barato producir fármacos porque las compañías cada vez emplean a menos pacientes en los ensayos clínicos, pero no se traduce en una moderación del precio. Gálvez asegura que los márgenes de beneficios de las grandes farmacéuticas ronda el 18-20%, algo que ni siquiera se da en la industria del lujo .
Farmacia hospitalaria. El incremento del precio de los fármacos está haciendo que la factura hospitalaria cada vez tenga más peso. En 2017, el gasto total en fármacos hospitalarios en España fue de 6.448 millones de euros, lo que supuso un crecimiento del 3,3%. Está creciendo a costa de otros capítulos, como el de personal.
39% del gasto en medicamentos hospitalarios se debía en 2015 a quince principios activos, de los cuales cuatro eran para tratar el cáncer. La oncología es el área terapéutica más relevante del mercado hospitalario, hasta el punto de que ya copa el 23,8% de este.
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