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Tanto en el Sindicato Médico de Euskadi (SME) como en SATSE tienen la percepción de que este aumento de las agresiones se debe tanto a que cada vez se producen más ataques como a que existe una mayor concienciación de los profesionales a la hora ... de denunciarlos. Pese a ello ambas centrales afirman que aún queda mucho camino por avanzar en este segundo campo y que muchas descalificaciones no se registran.
«No es agradable sufrir una agresión, pero tristemente forma parte de nuestro paisaje y está muy interiorizado. Hay compañeros que no las denuncian por resignación. Lo tienen asumido, sobre todo las faltas de respeto», explica José Luis Paulín, delegado de Prevención del SME.
Este profesional indica que entre las distintas agresiones las de tipo verbal son las más habituales. Y dentro de este grupo los más comunes son los insultos. «Se dan en casos como cuando el médico no receta a un paciente el medicamento o antibiótico que este le pide. Hay usuarios a los que les explicas el motivo de por qué no lo haces y lo entienden, pero otros no y te insultan. Lo mismo ocurre cuando vienen a pedir un informe médico con unas indicaciones concretas y no lo haces porque no se ajustan a su estado de salud», explica.
María Alonso, responsable de Seguridad Laboral del sindicato de Enfermería en Donostialdea, afirma que «cada vez más sanitarios son agredidos o amenazados en su trabajo». Es por ello por lo que reclama que se adopten acciones adicionales. «SATSE planteó hace años un paquete de 50 medidas para reducir estas agresiones pero no se aplican. En nuestra opinión, las administraciones miran para otro lado en este tema», señala.
De todas estas propuestas Alonso destaca la de mejorar la protección a los sanitarios, en especial la de aquellos que ofrecen la primera atención a los pacientes. «Hace falta más seguridad en puntos calientes, como son las Urgencias de los hospitales y los PAC, donde tratan urgencias ambulatorias», plantea. Con ello, además de protección, Alonso afirma que se lograría que estos sanitarios «puedan desarrollar su labor sin preocupación a tener un incidente y centrarse al 100% en su labor asistencial».
Paulín, por su parte, insiste en la necesidad de incorporar la figura de un interlocutor policial sanitario que, aunque está prevista, «no termina de ponerse en marcha». Esta persona, además de mejorar la coordinación entre la Ertzaintza y Osakidetza, ofrecería una serie de indicaciones a los sanitarios en caso de sufrir una agresión. Estas van desde identificar posibles vías de escape o no dejar al alcance de los paciente objetos arrojadizos a dotar a los profesionales de herramientas para intentar que el agresor se calme o, al menos, que su enfado no aumente.
Otro de los aspectos que el SME propone mejorar es el sistema de notificación de las agresiones. Paulín señala que mientras las físicas se registran prácticamente todas, con las verbales no ocurre lo mismo. Hay colegas, dice, que optan por marcharse una vez acaban su jornada laboral en vez de rellenar los escritos existentes para comunicarlas.
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