Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Calmar la rabieta de un niño con una tableta o un móvil es una muy mala idea. Un equipo internacional de investigadores ha demostrado que los niños no aprenden a regular sus emociones cuando sus padres recurren al uso de 'chupetes digitales' -que así los llaman- para el control de sus berrinches. La tecnología facilita una resolución rápida de la crisis, pero los chavales no aprenden a desarrollar habilidades para el control de la ira. Como consecuencia, arrastrarán durante toda su vida «graves problemas» para el manejo de la frustración y la furia.
Estas son las principales conclusiones de un amplio estudio firmado por especialistas de Canadá y Hungría que se propusieron verificar hasta qué punto resulta positivo un hábito como calmar a un niño con un dispositivo electrónico. Cada vez lo hacen más padres en todos los países del mundo y ésa es la razón por la que los investigadores decidieron analizar el impacto en la persona de algo así. El móvil calla, pero los críos se vuelven incapaces de regular de manera eficaz sus emociones.
Laura García Ayala
Psiquiatra infanto-juvenil en el hospital Santiago Apostol, de Vitoria
Consultas como la que atiende la psiquiatra Laura García Ayala en la sección Infanto-Juvenil del hospital Santiago Apostol de Vitoria corroboran las conclusiones del trabajo. La atención psiquiátrica a jóvenes que no toleran la frustración se ha elevado «muchísimo» desde que se generalizó el uso de los teléfonos inteligentes, hace diez o quince años. «Estamos atendiendo a una generación de jóvenes con bajísima tolerancia a la frustración y eso, sin duda, se debe al mal uso de las nuevas tecnologías».
Un encadenamiento de acontecimientos explica el fenómeno al que están asistiendo los expertos en salud mental. La rabieta, argumenta la especialista, se frena con un móvil. El entretenimiento que proporciona el equipo calma la ira del pequeño y deja tranquilos a los mayores. Pero el chaval -ajeno por completo a lo que le está pasando- entra «en una especie de secuestro emocional» que le impide gestionar esa emoción, que es la rabia. Cuando ese proceso se repite una y otra vez, «que es lo que está ocurriendo en nuestra sociedad», esas vivencias no tenidas -todos esos sentimientos que no se procesan-, le dificultarán crecer como persona y, en definitiva, madurar. «Teléfonos móviles y tabletas explican el notable aumento de casos de ansiedad, consumo de sustancias y autolesiones al que estamos asistiendo», advierte la experta.
No tiene que ver tanto con el uso y abuso de la tecnología digital, que lo tiene, como con lo que los niños aprenden y dejan de aprender cuando afrontan una situación así. En la vida no se consigue todo lo que uno quiere con solo desearlo y, menos aún, en el momento justo en que uno lo pide. Una buena gestión de los sentimientos de frustración y desengaño generados por la adversidad pasa por que los niños escuchen de sus padres por qué están recibiendo una negativa, analicen con ellos cómo se sienten en ese momento y acaben por asumir la realidad.
Un crío que no aprende a autorregularse -al que nadie enseña a manejar sus afectos, conductas y explosiones de carácter- acabará por convertirse en un adulto incapaz de autorregularse. A eso, precisamente, justo lo que no se quiere, es a lo que contribuye el uso de móviles y tabletas como recurso de urgencia. «Hemos demostrado que si los padres ofrecen regularmente un dispositivo digital a sus hijos para calmarlos, el niño no aprende a regular sus emociones», concluye Veronika Konok, primera autora del estudio e investigadora de la Universidad de Eötvos Loránd, una de las más antiguas de Hungría.
«Es muy fácil detener una rabieta con un teléfono inteligente porque los contenidos digitales fascinan a los niños», reflexiona otra de las responsables del trabajo, Caroline Fritzpatrick, de la universidad canadiense de Sherbrooke. «Pero es una solución que sólo resulta eficaz en un momento determinado. A medio o largo plazo, tiene muy pocos beneficios», Para confirmar esta tesis, las autoras del estudio evaluaron a más de 300 padres con niños de dos a cinco años y los siguieron durante un año.
Pasado ese tiempo, fueron sometidos a otro cuestionario. Como sospechaban los chavales que solían ser apaciguados con dispositivos digitales mostraban un año después peores habilidades para el control de la ira. «Los niños tienen que aprender a gestionar sus emociones por sí mismos. En ese proceso de aprendizaje, necesitan ir de la mano de sus padres, no de la ayuda de una tableta o de un teléfono móvil».
Aprender a manejar la frustración de una manera saludable requiere que no se eviten las situaciones que pueden resultarles más conflictivas. Afrontar la adversidad enseña a superarla. «Los padres necesitan formación sobre cómo ayudar a sus hijos a manejar sus emociones», explican las investigadoras. «Nuestros resultados justifican la organización de cursos de capacitación y asesoramiento para padres. Las principales beneficiadas de un manejo adecuado de las rabietas serán la salud mental y el bienestar emocional de los hijos», concluyen.
Un desarrollo emocional adecuado requiere, según explica la psiquiatra vitoriana, que a los niños les lean cuentos, que acudan a leer a la biblioteca y también que salgan a la calle a jugar, les de el aire y se relacionen con otros críos. «Tienen que cansarse e irse pronto a dormir, que también es algo muy necesario para su desarrollo cognitivo y emocional. Pero todo eso es justo lo contrario de lo que estamos viviendo», afirma Laura García Ayala, que aporta dos consejos para padres. «Como madre de tres hijos, les diría que retrasen al máximo la concesión de un smartphone, hasta los 15 o 16 años como mínimo; y que pasen con ellos el mayor tiempo posible. Tener hijos indefectiblemente disminuye la felicidad de los adultos, pero ellos es lo que necesitan, nuestro tiempo», concluye.
Fomente actividades al aire libre. El espacio abierto permite a los niños relacionarse con otros y jugar con ellos en un mejor entorno, preferiblemente natura
Invítele a leer y dibujar. Recuerde lo que hacían sus padres con usted, que creció en un mundo sin móviles.
Juegue con ellos. El juego es la mejor fórmula para captar la atención de los más pequeños. Enseñarles a jugar y a ser curiosos estimula su imaginación y desarrolla sus capacidades.
Busque espacios de socialización. Los entornos donde la atención y el cuidado permanente se distribuye, como los columpios o el parque, son más llevaderos para los padres.
Predique con el ejemplo. Fundamental. No pida a sus hijos lo que usted no está dispuesto a hacer. Los críos repiten todo lo que ven de sus mayores. Si viven con adultos que no hacen otra cosa que consultar su móvil, lo copiarán.
Organícese con su pareja. No todo el tiempo los dos han de estar encima de los hijos. También es bueno que los críos puedan disfrutar de una manera más personalizada del cuidado y la atención del padre por un lado y la madre por el otro. Eso libera a la pareja y enriquece la relación del chaval con cada uno de sus padres.
Fomente el deporte. La práctica de ejercicio físico, junto con aprender a alimentarse, es uno de los mejores legados que puede dejarse a los hijos. La actividad deportiva contribuye a fortalecer huesos y músculos, impulsa la psicomotricidad, aumenta la concentración y la memoria y, además, propicia el buen humor.
Fuente: Javier López Menacho, educador.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.