La difícil tarea de informar al paciente

La consulta del diagnóstico, en la que pueden estallar un montón de emociones encontradas a un mismo tiempo, tampoco parece el momento adecuado para que el médico suelte al afectado de golpe y porrazo todo lo que sabe sobre la enfermedad y su pronóstico. El tratamiento es lo suficientemente largo como para que médico y paciente dispongan de cantidad de ocasiones para charlar y resolver las dudas que surjan.

A la hora de informar a los pacientes, la medicina se ha enfrentado tradicionalmente al problema que plantea la falta de formación en los médicos sobre la comunicación de malas noticias. «Lo hemos aprendido con el día a día, muchas veces equivocándonos por dar al paciente poca o excesiva información», detalla el titular de Oncología de Cruces.

Dos tendencias han marcado la forma de actuar de los facultativos. La tradición anglosajona apostó tradicionalmente por no ocultar absolutamente nada al enfermo. El paciente, se dice, es dueño de su información, una máxima que sirve para evitarse los muchísimos conflictos judiciales que la actividad sanitaria provocaba en Estados Unidos y Reino Unido. La cultura latina y mediterránea apostó por una visión más paternalista, de proteger al enfermo incluso ocultándole la realidad.

En los últimos años se ha impuesto una solución intermedia, que consiste en dosificar los datos en función de la demanda del afectado. Lo que quiere saber, se le cuenta. «A veces la familia se convierte en un problema, porque pregunta cosas que el paciente ni se plantea», apostilla López Vivanco.