ROBERT BASIC
Sábado, 13 de marzo 2021
El deporte sin público no es deporte. Es una de las conclusiones que ha dejado este año de pandemia. Un curso que comenzó con todas las competiciones paralizadas, que vio cómo los Juegos Olímpicos de Tokio y la Eurocopa se aplazaban un año -ahora está ... por ver si se retoman este verano- y que descubrió la frialdad de los partidos a puerta cerrada cuando a partir de junio empezaron a recuperarse competiciones como las ligas de fútbol y baloncesto. Eso sí, con gradas vacías y con protocolos sanitarios para que los clubes vivieran en una especie de burbuja.
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El deporte profesional ha podido cumplir con las televisiones, que al fin y al cabo son las que cubren buena parte de los presupuestos de los clubes. La crisis es importante, con millonarias deudas que han obligado a negociar rebajas salariales y paralizar fichajes. La Liga de fútbol española registró, de hecho, más ventas que compras el pasado verano.
No todos los países reaccionaron igual. En Francia, por ejemplo, se dio por finalizado el campeonato y se adjudicó el título al PSG, mientras que Alemania, Inglaterra y España retomaron sus competiciones cuando pudieron. El deporte femenino sufrió más. La Liga Reto Iberdrola se suspendió, igual que la de baloncesto. Las competiciones modestas tampoco se retomaron, con el agujero económico que eso supone.
ROBERT BASIC
El 8 de marzo de 2020, en las gradas del Benito Villamarín se congregaron 51.521 aficionados. Estaban allí para ver el partido entre el Betis y el Real Madrid, el último que se jugó con público en la Liga. La pandemia paró el mundo, silenció el fútbol, vació los estadios y propinó un durísimo golpe a la industria del balón, que un año después sigue lamiéndose las heridas causadas por una enfermedad que continúa matando. La gente no ha vuelto a los campos de Primera y Segunda y no se sabe cuándo podrá hacerlo, mientras que los clubes tratan de cuadrar las cuentas y salvar sus tesorerías. De acuerdo con las estimaciones de la LFP, el fútbol español perderá entre 800 y 1.000 millones por la covid.
Hace justo un año, el 12 de marzo, la Liga emitió un comunicado en el que informaba de la «suspensión de la competición». En principó, la patronal aplazó las dos siguientes jornadas, pero el parón duró hasta mediados de junio. Tres meses de silencio, incertidumbre y trabajo a destajo para regresar y salvar lo que se podía salvar, fundamentalmente los ingresos procedentes de los derechos de televisión. El balón volvió a rodar. Sin público en las gradas, con dos y hasta tres test PCR semanales para evitar los contagios y garantizar la salud de los profesionales del fútbol. El protocolo, revisado, actualizado y mejorado, sigue vigente y de obligado cumplimiento.
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Las finales de las competiciones continentales -Champions y Europa League- se resolvieron en sendas burbujas y la nueva temporada, la actual, arrancó también en silencio. Todos los clubes de la Liga -menos el Getafe- han acordado rebajas salariales con sus plantillas, y muchos aplicaron ERTE. Como sucedió en el Alavés hasta el acuerdo con la plantilla. En los cursos 2019-2020 y 2020-2021, los equipos dejarán de ingresar 2.013 millones de euros. Y nadie sabe cuándo se recuperará la normalidad, el ruido.
IGOR BARCIA
Al igual que otros deportes, el baloncesto de hoy poco tiene que ver con el de hace un año. Pabellones llenos y presión ambiental dieron paso a palabras como burbuja, fundamental en el final de la pasada ACB con título vitoriano, en la disputa de competiciones europeas o aquella de Disney donde se encerró la NBA para resolver la lucha por el anillo del campeonato pasado.
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Todo ha cambiado en el mundo de la canasta. Ver un encuentro del Baskonia se ha convertido en una sinfonía de ruidos similares a un entrenamiento, donde los jugadores son los protagonistas, mientras las gradas del Buesa Arena aparecen vacías, sin alma, sin esa afición que hasta marzo del pasado año era fundamental en el apoyo a su equipo.
Con la ACB parada, se resolvió que los aspirantes a la pelea por el título regresaran a la actividad para afrontar una liguilla de clasificación para las semifinales y final en Valencia. Fue en junio, y allí se compitió entre las más estrictas medidas de seguridad para terminar el campeonato, ganado por el Baskonia. En el actual, cada equipo compite en su cancha, pero sin público, lo que afecta a equipos como el vitoriano, que en la Euroliga lucha por entrar en el Top 8 sin el apoyo de su entregada hinchada, que en cada encuentro llenaba de color el Buesa. Lo mismo sucede en el baloncesto femenino, donde el Araski carece del empuje de Mendizorroza.
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Pero esa ausencia de público sí que tiene un aspecto positivo, ya que está beneficiando a muchos jugadores de baloncesto, como se desprende de los récords de anotación que se están registrando en la NBA. «Es evidente que sin público hay mucha menos presión y, por tanto, se juega más suelto, asumiendo más riesgos y con menos miedo a fallar», declaró hace unos días Sergio Scariolo, seleccionador español de baloncesto y entrenador ayudante en Toronto Raptors.
PERU OLAZABAL
La pandemia ha golpeado a todos los equipos que militan en el fútbol semiprofesional. Los principales ingresos de estos clubes proceden de las taquillas, los carnets de socios y los patrocinadores. Todo ello se ha visto mermado con el coronavirus. Asimismo, el nuevo sistema de competición prácticamente ha obligado a todos los conjuntos a armarse con plantillas competitivas para no caer en el infierno del descenso o pelear por los objetivos propuestos, por lo que los gastos han sido similares en casi todos los casos. Esto se traduce en unas pérdidas que no salpican tanto en Álava como en otros territorios, puesto que solo el filial albiazul milita en Segunda B y los de Tercera -San Ignacio, Urgatzi, Ariznabarra u Oyonesa- no dependen tanto de los ingresos por taquillas como otros de Bizkaia o Gipuzkoa .
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Las primeras jornadas de estas ligas se disputaron con un aforo limitado de máximo 600 espectadores en los campos de fútbol. No obstante, desde el segundo estado de alarma decretado el 25 de octubre, las gradas han estado vacías en todo momento. Esto ha repercutido gravemente en los presupuestos de los clubes, que no han podido ingresar en concepto de taquillas.
Hace escasos días, el Barakaldo solicitó la entrada de público respetando unas limitaciones y las correspondientes medidas sanitarias. «Esta situación es insostenible», resaltaban en el comunicado. Del mismo modo, lo consideran «una adulteración de la competición», ya que rivales de sus ligas como el Laredo o el Racing pueden llenar el 20% del aforo de sus estadios. Nadie más ha puesto el grito en el cielo.
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Esta crisis también ha provocado que muchas empresas no obtengan beneficios o incluso que se hayan visto obligadas a echar el cierre. Es por ello que la aportación que los patrocinadores y sponsors invertían en materia de publicidad ha disminuido consideradamente.
ROBERT BASIC
El mundo del motor vivió un 2020 dramático y cogido con pinzas, al igual que otras modalidades deportivas. La Fórmula Uno y el Mundial de Motos tuvieron que hacer encaje de bolillos para sortear el virus y salvar la temporada, que finalmente pudo llevarse a cabo tras un sinfin de restricciones, aplazamientos, recortes de calendarios y selecciones geográficas. Nada fue como debió ser, pero al menos los dos grandes 'circos' pudieron generar y tener sus campeones. Lewis Hamilton se coronó en la F1 y Joan Mir levantó el título en la MotoGP, categoría reina del campeonato.
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La irrupción del coronavirus impidió arrancar con las carreras en marzo. Todo se paró y hubo que rediseñar los calendarios, además de organizar protocolos que protegieran la salud de los pilotos y los integrantes de las escuderías. En la F1, que empezó en julio y acabó en diciembre, se bajó de 22 a 17 carreras y 15 de ellas fueron en Europa. Solo en las dos últimas (Barhéin y Abu Dabi) se salió del Viejo Continente. Hubo reglas estrictas: los equipos podían tener 80 personas como máximo, las PCR se hacían cada cinco días y en la medida de lo posible había que alojarse en diferentes hoteles.
La Fórmula Uno consiguió llegar a meta, pero su economía se resintió. La organización desveló que sus ingresos bajaron en 733 millones de euros, un 55% menos que en 2019. La audiencia televisiva resistió bastante bien, con un ligero descenso, pero el impacto económico ha sido importante. La F1 está a punto de iniciar la temporada 2021. Dentro de dos semanas, los motores rugirán en Sakhir (Baréin).
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El Mundial de Motos también tuvo que reinventarse para sobrevivir. Se completaron 14 Grandes Premios en 18 semanas, todos en Europa. La categoría GP creó su burbuja en la que se hicieron 25.000 test PCR, con apenas una treintena de positivos. El 28 de marzo, los pilotos estarán en la parrilla de salida del GP de Catar.
J. GÓMEZ PEÑA
Desde la primera edición en 1896, la París-Roubaix ha sido fiel al calendario ciclista anual salvo entre 1915 y 1918, por la I Guerre Mundial, y entre 1940 y 1942, por la II contienda bélica. Ha tenido que llegar otro conflicto planetario, esta vez contra el virus, para provocar la tercera suspensión del 'Infierno del Norte', que no pudo celebrarse la pasada primavera. El ciclismo, incluido el de primer nivel, quedó paralizado. Hubo rebajas de sueldos y se largó algún patrocinador como la firma polaca de zapatos CCC. Aun así, las ornanizaciones de las mejores carreras y la Unión Ciclista Internacional (UCI) consiguieron sacar a flote parte de las pruebas, las más relevantes. Se adaptaron: sin público, con los coredores metidos en una burbuja sanitaria, con algún que otro susto en forma de caso positivo por coronavirus... El Tour se celebró en agosto y la Vuelta, en otoño. Salieron adelante y, además, resultaron emocionantes.
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Hace tiempo que las grandes pruebas viven de las retransmisiones televisivas. Fueron su vacuna. Los equipos del UCI World Tour salvaron el año. Todo perdió valor, pero se evitó el naufragio. La pandemia tuvo, paradójicamente, un efecto revitalizador: las marcas de bicicletas, grandes patrocinadores de los equipos, multiplicaron sus ventas mundiales, La bicicleta conquistó la ciudades.
Pero lejos de los focos que alumbran el Tour, el otro ciclismo, el de segunda y tercera división y el de carreras alejadas del circuito de élite, se vino abajo. Los ciclistas, la mayoría en un punto clave de su formación, se quedaron sin escenarios donde competir. Y las organizaciones de las pruebas vieron cómo a la crisis sanitaria se unía la económica. Buena parte de ese calendario no pudo celebrarse. Algunas de esas carreras no volverán cuando se vaya el virus. Y algo más: la cantera. Los más jóvenes apenas pudieron correr, obligados a estar un año en barbecho.
JUAN PABLO MARTÍN
Un año después de que todo se paralizara, la pelota profesional sigue sumida en la incertidumbre ante la imposibilidad de que los aficionados acudan a los frontones. La taquilla supone un 60% de los ingresos de las dos operadoras y todavía se desconoce cuándo podrán volver los espectadores a las gradas. A lo largo de este tiempo, esta disciplina ha vivido de todo. Las empresas se acogieron a los ERTES en un primer momento, y una vez que se pudo reanudar la actividad a finales de junio llegaron las reducciones de sueldo por parte de las plantillas para que el negocio fuera viable. El verano se pudo 'salvar' porque se permitió un 40% de los aforos en los frontones y tras la organización de un torneo de parejas mixtas que también sirvió para cumplir con el contrato con ETB que supone cerca de un 30% de los ingresos. Sin embargo, las operadoras acusaron de forma importante la suspensión de las fiestas patronales de los municipios que redundó en la contratación de festivales en la época del año que más facturan.
A esto hubo que añadir la huelga de los pelotaris de Baiko que estalló a principios de octubre y que, además de dañar la imagen de este deporte, también trastocó el calendario. Las promotoras condensaron el calendario de los torneos oficiales que no se habían podido disputar hasta entonces a finales del año porque los pelotaris querían jugarlos, pero el empeoramiento de la situación por la pandemia provocó la ausencia de espectadores en las gradas y notables pérdidas porque nadie se pudo dar cita en la final del Parejas, en el Manomanista ni en el Cuatro y Medio.
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La mano femenina prácticamente se ciñó a la categoría élite, mientras que la pala también vio reducida una actividad. La situación fue bastante peor en el campo aficionado con la suspensión de numerosos torneos, que comienzan a recuperarse a cuentagotas.
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