Cultura

Un refugio tan necesario como frágil

Sector cultural. La música, los libros, el cine, las artes escénicas, los museos... son un bastión donde hacerse fuerte mentalmente. Tendrán un papel fundamental en el proceso de sanación del trauma colectivo. Un año después del estado de alarma, la industria cultural lucha por mantenerse a flote

isabel urrutia

Sábado, 13 de marzo 2021

Cuando más incertidumbres y miedo había, la mayoría de la población echó mano de la música, una novela o una película. Vivíamos entre cuatro paredes y todo era un mar de confusión. ¿Qué será de nosotros? Fue entonces cuando se produjo el fenómeno, algo que ... a veces se olvida con la vorágine cotidiana. Nunca estamos solos. Ya lo decía Tim Robbins en el filme 'Cadena perpetua', tras pasar dos semanas en el calabozo: «Me acompañaba Mozart, en la cabeza y el corazón. El tiempo ha pasado volando».

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Esa sensación la ha redescubierto mucha gente: la cultura es un bastión donde hacerse fuerte mentalmente. No cabe duda de que tendrá un papel fundamental en la superación del trauma colectivo. Sin embargo, el proceso llevará su tiempo: un año después de la declaración del estado de alarma, las colas en los museos, los espectáculos masivos en vivo, las actuaciones en salas llenas... no se vislumbran en el horizonte. El sector lucha por mantenerse a flote. En ámbitos como el cine, las plataformas online han llegado para quedarse y la inestabilidad laboral se recrudece en las artes escénicas. La Asociación de Promotores Musicales calcula pérdidas de 1.300 millones de euros y el formato en 'streaming' no es la panacea. Hay interrogantes pero una cosa está clara: ahora más que nunca, para mantener la cabeza en su sitio, hace falta cultura.

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    Museos

    Adiós a las audioguías y más público local frente al vaivén de los cierres perimetrales

Los museos de la red foral de Álava perdieron seis de cada diez visitantes con un balance positivo en verano

Ramón Albertus

Comenzaba la temporada de primavera en los museos cuando la OMS elevó, el 11 de marzo, la situación del coronavirus de la epidemia a la pandemia. Tan solo dos días después, los museos de Álava echaron el cierre hasta el 2 de junio. «Estuvimos marzo, abril y mayo cerrados. Reabrimos con bastante temor», recuerda ahora Javier Fernández Bordegaray, responsable de los museos de la red foral. En este tiempo los museos -el BIBAT (Museo Fournier de Naipes y el Museo de Arqueología), Bellas Artes de Álava, Museo de Ciencias Naturales, Museo de Armería y Sala Amárica- han perdido seis de cada diez visitantes, un varapalo menor que el de otras instituciones cuyo reclamo está estrechamente ligado al turismo y al mayor atractivo de las exposicione s en ciudades como Bilbao, como es el caso del Guggenheim. También en la capital alavesa, el descenso fue más acusado en el Artium. Dependientes de la movilidad, no sólo durante el confinamiento en casa sino también después, los museos idearon una nueva forma de mantenerse en contacto con el público. «Durante los meses de cierre nos tuvimos que reinventar y estar presente por medio de las redes sociales. El balance de verano fue bastante positivo, pero a partir de septiembre el número de visitantes bajó mucho porque la movilidad se ceñía a público de Álava y en algunos momentos de Vitoria. Uno de los que más lo sufrió fue el BIBAT, en el Casco Viejo». Por su parte el centro de la calle Francia impulsó su presencia en redes con una serie de iniciativas acerca de los fondos de la colección. Si hay que sacar una lección positiva, Fernández Bordegarai lo tiene claro. «El cambio digital ha venido para quedarse», apunta. Toda la información que antes se escuchaba en audioguías, ahora se consulta con un código QR en los móviles. Con la vista puesta en los siguientes meses, los museos confían en recuperar los visitantes como han hecho con los grupos escolares progresivamente.

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    Escena

    El abrazo de los espectadores no basta para sostener un frágil entramado

Las obras canceladas se han ido reprogramando, pero el sector vive al día y «no se contrata nada nuevo», advierte Eskena

Teresa Abajo

Ya nadie tose en el teatro, se respira una silenciosa complicidad que estalla en los aplausos con un agradecimiento mutuo: por llevarnos a otro lugar y por contribuir a que el escenario siga en pie. Estas emociones, sin embargo, no ocultan las preocupaciones del sector. Cuando cayeron con estrépito todos los telones, algo que no había ocurrido ni en la Guerra Civil, las asociaciones de artes escénicas ya advirtieron que estos profesionales viven «al límite, sin colchón ni tesorería», pendientes del siguiente bolo para cuadrar las cuentas. Ahora todo es aún más incierto. Los programadores anuncian los espectáculos a cuentagotas, mes a mes, atentos a posibles cancelaciones. Lo mejor es la cartelera, de gran calidad, apoyada sobre todo en apuestas seguras que siguen de gira.

Según las estimaciones de la Federación de Asociaciones de Empresas Productoras de Teatro y Danza (FAETEDA), el año pasado la recaudación disminuyó un 66% respecto a la de 2019. Los análisis detallados deben hacerse por comunidades porque desde que en junio se retomó la actividad ha habido todo un abanico de restricciones: teatros cerrados por semanas, aforos del 50% o de solo 30 espectadores, matinales y funciones a deshoras para teminar antes de las seis de la tarde. Ha aumentado la dependencia de la Administración, que, como se ha demostrado con la gestión de las ayudas, no conoce suficientemente bien la realidad de un sector complejo y disperso.

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Si España en la excepción en Europa, donde predominan los teatros cerrados, Euskadi es la única comunidad que ha mantenido la actividad de manera ininterrumpida desde junio. Aun así, «la gente está muy preocupada», advierte Amaia Ibáñez, gerente de Eskena. «Lo cancelado se ha ido reprogramando, pero ahora está todo parado y no sabemos si se va a reactivar. De momento, las compañías aguantan (la asociación agrupa a 22) tomando medidas como reducir plantilla».

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    Conciertos

    Una rentabilidad imposible debido a las restricciones para la música en vivo

El sector demanda ayudas para no quebrar y mantener una programación ante un público reducido

Ramón Albertus

Las salas de conciertos han sido uno de los negocios más afectados por la pandemia. A las dudas acerca de la confianza del público para su vuelta al directo se le han sumado, en diferentes momentos, la restricción de aforo, la prohibicción de vender bebidas alcohólicas, la necesidad de adaptar su horario al toque de queda o las restricciones de movilidad. Todo con la extrañeza que causaba, ya menos, permanecer sentado durante un concierto de géneros como el rock o el rap. La primera incógnita que se ha despejado es la respuesta del público. Tanto la sala Jimmy Jazz como Hell Dorado y Urban Rock Concept han notado que el interés por acudir a conciertos sigue ahí y a un año del confinamiento notan que también se ha incrementado el interés de las bandas por girar, algunas empujadas por un año prácticamente en blanco. Sin embargo, la rentabilidad desde hace un año se tambalea y nadie sabe a ciencia cierta cuando volverán los conciertos con el público de pie, aunque se calcula que para el último trimestre de 2021. Un ejemplo es que Hell Dorado, una de las salas más icónicas de Euskadi, ha tenido que bajar la persiana en tres ocasiones -por el confinamiento, ante la falta de programación y por el cierre de la hostelería-. Su aforo se ha limitado a 58 personas. Entre los apoyos con los que han contado estos recintos se encuentra un programa municipal de actuaciones y el circuito 'Beste-Bat!', promovido por el Gobierno vasco.

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Además Hell Dorado y Jimmy Jazz, las principales salas de la capital alavesa, son acreedoras de las ayudas del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM). Esta subvención del Ministerio de Cultura cubría una pequeña parte de las pérdidas que han tenido al no poder desarrollar su actividad con normalidad. La sala del barrio de Coronación es uno de los pocos espacios del sur de Europa para la música en vivo que ha mantenido una programación desde junio.

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    Streaming

    Una alternativa al espectáculo en vivo que se consolida a pesar de sus carencias

Conciertos, obras de teatro, galas... las restricciones sanitarias han disparado las emisiones 'on line'

josu olarte

Conciertos pero también obras de teatro, exposiciones, desfiles, eventos corporativos o incluso galas, como la reciente de los Goya. La implantación del 'streaming' se ha consolidado en el último año como alternativa a los eventos presenciales, reducidos a la mínima expresión por los rígidos condicionantes sanitarios que impone la pandemia. Tan pronto como se prohibieron los espectáculos en vivo y el público quedó confinado, músicos de toda condición optaron por ofrecer actuaciones libres vía streaming. Tanto por su cuenta desde el salón de su casa, como hizo a diario Mikel Erentxun, como sumándose a eventos virtuales, tanto promovidos por la industria, tipo 'Quédateencasa' o con ánimo altruista ( El Gran Reto Solidario, One World Together al Home...). Hasta surgieron portales como conciertosencasa.com para seguir una agenda online que incluía las testimoniales ediciones virtuales que acabaron ofreciendo grandes festivales como el Bilbao Live o el Azkena Rock.

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Pero al margen de su menor coste, la asistencia ilimitada o la visión perfecta, los conciertos virtuales han resultado ser una alternativa frustrante para músicos y seguidores, afectados por la nula experiencia comunitaria y auditiva derivada por los ocasionales problemas de latencia de la señal digital. En todo caso, todo apunta a que los conciertos en 'streaming' han llegado para quedarse. Sobre todo los de pago. Incluso cuando, más pronto que tarde, los festivales y los grandes eventos vuelvan a ser lo que eran.

A ello apuntan las inversiones en la mejora de la señal digital y los movimientos de la industria. El gigante Live Nation ya ha comenzado a adquirir plataformas de transmisión como Veeps y el sitio de venta 'online' de entradas o 'social ticketing' Wegow acaba de aliarse con el portal de video Vimeo para desarrollar la plataforma con el fin de realizar y visualizar conciertos en formato digital y vía 'on line'.

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    Librerías

    La lectura como válvula de escape crece y la fidelidad a las librerías se refuerza

Las predicciones más agoreras no se han cumplido y el sector aguanta el tipo. Pero la piratería no da tregua

Isabel urrutia

Nada mejor que un libro como tabla de salvación y entretenimiento. Es lo que se desprende del comportamiento de muchos españoles. No solo durante el confinamiento se alcanzó un máximo histórico de lectores frecuentes (un 57%), sino que después del verano, el 53% seguía leyendo una media semanal de 7 horas y 25 minutos. Es decir, media hora más que en 2019. Un triunfo en toda regla, «porque se ha conseguido lo que parecía imposible, soltar por un rato el 'chupete digital' de las redes sociales, que no deja de ser una obsesión que está atrofiando la capacidad de concentración», advierten los expertos como Carlo Feltrinelli, dueño en España de Anagrama.

Según las estadísticas, la población de entre 25 y 34 años es la que se ha volcado con más fervor en el placer de pasar páginas, da lo mismo que sean de papel o virtuales en una pantalla. Hay hambre de ficción y de ensayo. Eso sí, la lectura de libros de trabajo o de estudios ha caído sensiblemente, del 27,5% al 23,1%. Lo que se busca es una válvula de escape.

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Un año después de la irrupción de la pandemia, el panorama no es ni de lejos tan apocalíptico como se pintaba al principio. «Los tres primeros meses fueron muy complicados, pero la caída no ha sido fuerte y hemos sorteado la crisis. Han aumentado ligeramente los índices de lectura y las editoriales facilitaron la financiación de pedidos. Además, los abonos culturales supusieron un apoyo importante en Navidad», cuenta Gonzalo Villate, presidente de los libreros de Vitoria.

La fidelidad a las librerías ha salido reforzada y se mantienen como los principales centros de adquisición (71,1%), frente al 38,4% de los lectores que prefiere comprar en internet. Los datos invitan al optimismo, sin perder de vista la amenaza de la piratería. En el último año se ha disparado el uso de WhatsApp, Telegram y Facebook para compartir ilegalmente textos íntegros y capítulos.

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    Cines

    La debacle de unos cines que pierden sus espectadores a manos del 'streaming'

La pandemia ha provocado un cambio en el consumo audiovisual que ya no tiene marcha atrás

Oskar belategui

Los cines españoles alcanzaron en 2019 el mejor resultado de la última década, con más de 105 millones de espectadores. 2020 se cerró con apenas 28 millones de entradas vendidas y unas pérdidas de 446 millones de euros. Ningún otro sector ha sido tan golpeado por la pandemia ni ha sufrido una transformación similar. A pesar de demostrarse la seguridad sanitaria en los cines, donde no se ha producido ni un solo contagio en este tiempo, los cierres y las restricciones de aforo han puesto a la exhibición contra las cuerdas. Muchas salas ya no volverán a abrir. Y el cambio de hábitos del espectador, que en este año se ha suscrito a plataformas de streaming, no tiene vuelta atrás.

A principios de enero, más de 4,5 millones de españoles estaban suscritos a Netflix, la plataforma con más implantación entre nosotros. Disney Plus informaba esta semana de que ha superado los 100 millones de suscriptores en todo el mundo 16 meses después de su lanzamiento. La ventanas de explotación, el lapso de tiempo existente entre que una película se estrenaba en salas y llegaba a un formato doméstico, ha saltado por los aires.

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Muere la cinefilia tal y como se entendía hasta ahora. El ritmo frenético de estreno de películas y series ha devaluado un producto audiovisual de consumo casi inmediato. Quizá sobrevivan algunas pequeñas salas especializadas en cine de autor en el centro de las ciudades para una minoría. Y el próximo paso del cine en casa será, sin duda, la concentración de proveedores en una única oferta para no abrumar al consumidor.

En el ámbito local, los cines Florida son los que más tiempo han permanecido abiertos y se podría decir que por la perseverancia de su responsable, Javier Echaguíbel, porque los balances están teñidos en rojo. El día 18, con los Yelmo, ya todas las salas vitorianas encenderán sus pantallas para el público.

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