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«Nos confinan ahora que solo quedamos 4»
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Veraneantes vizcaínos afincados en Santoña lamentan no tener abiertos los baresEl 'cordón sanitario' dispuesto por el Gobierno de Miguel Ángel Revilla para contener la oleada de contagios en Santoña generó anteayer las primeras colas kilométricas en dirección a Argoños, convertida en la única entrada y salida del municipio. Las retenciones se sucedían ayer, en ... medio de la resignación y malestar de parte de los veraneantes vizcaínos que continúan en el pueblo. «Nos confinan ahora que solo quedamos cuatro», protestan.
Entre la gente que se fue de estampida figuran muchos vizcaínos con segunda residencia. Sin embargo, algunos como el bilbaíno Alvaro Txabarri regresaron el martes a la tarde antes de la publicación de la orden de confinamiento en el Boletín Oficial de Cantabria. Txabarri despidió las vacaciones el domingo a la noche, junto a su mujer y dos hijos. Ni por asomo imaginaba que la localidad fuera a cerrarse a calco y canto las dos próximas semanas. «Sabíamos que se habían dado varios positivos en un par de conserveras, pero a todos nos ha pillado de sorpresa. Vaciamos casi toda la nevera, pero dejamos bastantes yogures sin caducar, porque venimos muchos fines de semana. Veremos si siguen comestibles a la vuelta», bromea.
Traslados ilegales
Pero a Álvaro había algo que le inquietaba más. Hace unos años compró un barco, que atraca en el puerto santoñés. A las cinco de la tarde del martes se acercó desde Laredo, en el velero de un colega, para recoger el suyo y amarrarlo en el de la localidad vecina. «Tenía preparado un discurso por si me pillaba la policía, porque sabía que me arriesgaba a una importante sanción. Pero me la jugué», reconoce. Bastantes como él repitieron la jugada, pese a la intensificación de los controles marítimos por parte de la Guardia Civil. Invirtió 30 minutos en el trayecto. Otros, bastantes más, porque han trasladado sus embarcaciones «a puertos más alejados». Alvaro confía en que el confinamiento dure solo dos semanas. «Queda todavía mucho verano, y nos gusta navegar, pescar un poco, pasear...».
Pero no todos los vizcaínos han dejado Santoña. El baracaldés José Luis Toral ha pasado los últimos 60 veranos en este lugar. «Me paso aquí desde principios de julio hasta últimos de septiembre, tres meses. Y este año pienso hacer lo mismo», advierte, mientras cuida de su mujer, postrada en una silla de ruedas. «Yo he venido aquí toda la vida porque me gustaba ir a pescar. Había noches que caían 30 y 40 jibiones. Ahora, con lo de mi esposa, salgo menos, pero yo no tengo miedo al virus. Si te tiene que coger, lo mismo te coge aquí que allí», zanja. Toral solo lamenta que este año no podrá disfrutar de las fiestas patronales, a punto de arrancar, «y que los bares están cerrados. A las dos solíamos ir mi mujer y yo a tomar una cerveza», explica.
Escasas medidas de Control
La bilbaína Arantza Eguía también es una asidua de los veranos santoñeses, aunque ahora resida en Madrid, y no se puede decir que le haya sorprendido el confinamiento. «Ha habido demasiada gente y no se han cumplido las normas», sentencia. «Se han visto multitudes, sobre todo de gente de fuera y jóvenes, sin las mascarillas puestas. Esto se veía venir», se queja. A Eguía se la vez feliz tostándose al sol y apoya toda medida que sirva para echar freno al patógeno: «Si hay que hacerlo, por el confinamiento, se hace, aunque estar todo el día sin bares es un poco rollo», confiesa. Permanecerá hasta finales de mes porque, pese a todo, le fascina «la tranquilidad de este pueblo. Para líos ya tenemos Laredo, Noja...», dice.
Más indignados se muestran María José Mendieta, una santoñesa a la que el amor emparejó con Juan Angel Oyarbide, natural de Portugalete, donde residen. Tampoco les intimida la pandemia, pero se irán la próxima semana, ya que tienen pendientes varias citas médicas. «Estamos muy cabreados por todo lo que hemos visto este verano. No ha habido controles de nada, la policía ha estado 'missing', no se sabía dónde estaba. No han controlado el tema de las mascarillas ni las distancias de seguridad. El martes, sin embargo, cuando ya no había gente en el pueblo, patrullaban por todas las zonas», denuncian. «No me extraña que Revilla haya escrito el libro '¿Por qué no nos queremos?' Nos confinan ahora que quedamos 4 en el pueblo. A mitad de agosto había 77 positivos y ahora tenemos 64, pero los bares y restaurantes hacían buena caja. ¿Por eso nos confinan ahora», se pregunta Oyarbide.
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