A nadie se le olvida andar en bicicleta. De demostrar eso se ha ocupado esta pandemia, que nos ha tenido casi dos meses sin salir a la calle. Desde hoy, al fin, los cicloturistas tienen permiso para desplegar sus alas. Temprano. Y sin salir del ... municipio, de Leioa, en este caso. Prohibido ir en grupo. No se puede hablar. Ni acercarse. Y como Leioa se acaba pronto, pues toca dar vueltas. Da igual. Tras tanto tiempo confinados, sentir de nuevo el viento en la cara es un premio, una liberación. Además, apenas hay coches.
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La gente necesitaba aire. El permiso para salir a la calle a hacer deporte ha sido como descorchar una botella. Hay alguna incomprensible excepción, pero en general se respeta la distancia de seguridad. Con creces. «Yo llevo pañuelo», aconseja Txomin. Así no moquea el ambiente. «Este año no nos vimos en la Bilbao-Bilbao», que como casi todo ha tenido que aplazarse hasta el final del verano. Rueda tranquilo. Ha perdido la forma. «Jodé. A ver si voy a echar de menos el rodillo, ja, ja». Ni de broma.
Salgo desde el barrio de Artaza, cuesta arriba, hacia el colegio Irlandesas y la universidad. Acaba de amanecer. Y ya hay ciclistas. También corredores a pie. De 6 a 10.00 horas se puede hacer deporte. Libertad condicional. Conozco de vista a unos cuantos. Les saludo y me devuelven el gesto. Sonrisa cómplice bajo el pañuelo que alguno lleva mediotapándole el rostro.
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La bajada desde la universidad es como una bocanada de aire fresco. En la carretera de la avanzada giro hacia Lamiako, mi paisaje infantil. Voy a la vega, la explanada que antes de la guerra civil fue un hipódromo y que luego se convirtió en aeródromo. Pero no puedo pasar. Se ha desplomado la fachada de la antigua fábrica MISA. Así que tiro por la carretera de la ría. A la izquierda, la miniacería donde antes se levantaban las chimeneas de Altos Hornos. A la derecha, los carrizos y juncos de la vega. Un kilómetro recto. Al fondo, Las Arenas. Otro municipio. No paso la frontera. Me meto por la calle Máximo Aguirre, que se llama así por el industrial que desecó esta marisma y levantó aquí fabricas en el siglo XIX. La primera gran empresa fue Vicrila. Ahí sigue.
En cambio, al pasar por el centro de Lamiako ya no queda nada de la Delta, la fábrica de tubos y aluminio que dio origen al barrio. Habitualmente, no suelen circular por aquí ciclistas. Hoy, sí. Y 'runners'. Había ganas de deporte sin techo. El viernes, a través de las redes sociales, algunos aficionados ya propusieron circuitos sin salir de Leioa.
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Antes del coronavirus costaba madrugar un sábado para hacer deporte. Hoy, no. Hasta las siete y pico no hay luz para salir con la bici. «Había ganas, eh», saluda un ciclista desde el otro carril en la carretera de la ría. Es una zona recta y llana. Perfecta para el primer paseo tras casi dos meses de confinamiento. No hay aglomeraciones. En la rotonda que da acceso a Getxo todos se giran. Cumplen la norma de no salir del municipio. «Vamos a conocer a conciencia las cuatro esquinas de Leioa», apunta Luis Mari, que ahora va hacia Gaztelueta. A subir la cuesta.
Como es el primer día, no conviene el sobreesfuerzo. Pero hay que superar las rampas de Gaztelueta. Antes, el colegio organizaba una cronoescalada para alumnos. Qué recuerdos. Aquel sabor a sangre en la garganta que deja un esfuerzo brutal de poco más de un minuto. Al otro lado de la colina, la breve ruta regresa a Artaza, a su espléndido parque. Habitualmente, es lugar de encuentro para los dueños de perros. Hoy no hay apenas canes. Los que pasean, corren y pedalean son los vecinos. Como María Jesús, que ha salido a quitarse «los dos kilos» que le ha dejado el confinamiento. «Hoy despacito. Para sudar y respirar un poco», comenta. La mañana luce. Joseba no suele montar en bici pero se ha animado. «Nunca había estado tanto tiempo metido en casa», confiesa.
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A las nueve es hora punta. Coinciden los que caminan, los que corren y los que pedalean. A las 10 es el toque de queda. Se nota que se acaba el paseo en la patio de esta cárcel impuesta por la pandemia. Hay mucha gente en la calle. Aunque la gran mayoría respeta la distancia de seguridad. «Hay que concienciarse. Tenemos que esperar a que pase esto para hacer lo que hacíamos antes», comenta Koldo. Lleva desde las 8 en la bici. « Mira. Está impecable. He tenido casi dos meses para limpiarla, ja, ja». Ya le ha quitado la carbonilla a los pulmones en la cuesta que sube por un tramo de bidegorri desde la rotonda de Artea a Peruri. Por el carril bici pasan muchos vecinos. Atentos al reloj. A las 10, portazo.
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