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Viajar en la era Covid es todo un reto. Más allá de los desplazamientos por trabajo o para atención médica y cuidados de dependientes, el resto de movimientos están muy limitados. De hecho, en Europa la entrada de ciudadanos de fuera de la UE ... se mira con lupa y algunos países tiene ciertos destinos en la lista negra. Lógicamente esta situación tiene unos efectos negativos sobre la economía y, sobre todo, en el ámbito turístico. Hoteles cerrados, aeropuertos casi fantasmas, trenes de largas distancias vacíos...
Las diferentes vacunas, que se han aprobado en tiempo récord, para combatir el coronavirus han abierto, sin embargo, una puerta a la esperanza. Y por ella también se ha colado un nuevo concepto: el pasaporte de vacunación. Se trataría de un documento que certificase que su poseedor está inmunizado contra la enfermedad y que le permitiría desplazarse sin mayores trabas hasta para irse de vacaciones a un lugar paradisiaco y deshacerse de la llamada fatiga pandémica.
Estos pases podrían, además, ser fundamentales para reactivar la industria del turismo, tal y como ha dicho tanto la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, como Zurab Pololikashvili, secretario general de la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas y firme defensor de este mecanismo. Ambos participaron en enero en una reunión que tuvo lugar en Madrid para apoyar esta iniciativa en la Unión Europea y en coordinación con otros países de la OCDE. Este mismo lunes, Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias de España, también le daba su visto bueno: «No es algo descabellado».
¿Suena bien, verdad? El flamante presidente de EE UU, Joe Biden, también ha mandado a sus expertos que estudien si es factible vincular los certificados de vacunación contra el coronavirus con otros para generar versiones digitales. En Dinamarca, el Gobierno ya trabaja en elaborar este pasaporte que pemitiría a sus ciudadanos demostrar que se han vacunado. Podrían tenerlo listo para mayo. Y Suecia, que ha seguido el mismo camino, confía en que el suyo llegue para el verano.
Por otro lado, las aerolíneas Etihad y Emirates han anunciado que en unas semanas quieren usar un pase digital que ha desarrollado la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA). Esta entidad trabajaba desde hace años en la idea, pero no ha sido hasta la llegada de la pandemia cuando ha aumentado la velocidad y la intensidad para crear cuanto antes los certificados y que incluyan, por ejemplo, el resultado de un test covid o si se ha recibido ya la dosis contra el virus.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud no recomienda todavía estos pasaportes para viajar entre países. ¿La razón? Considera que podría ocurrir precisamente lo contrario: que se restrigieran aún más los desplazamientos. Así lo ha señalado el director de Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Michael Ryan, durante una rueda de prensa.
En su comparencencia, Ryan ha recordado también que todavía no hay suficientes datos para garantizar que la vacunación vaya a interrumpir la transmisión del coronavirus. «Una vez que tengamos vacunas de segunda o tercera generación, la inmunización contra el COVID-19 sí se podría incluir en una estrategia a largo plazo de control de la enfermedad y de prevención de la misma, como ya se hace desde hace muchos años con la vacunación de la fiebre amarilla», ha apostillado. Pero de momento cree que es prematuro. Nadie quiere pillarse los dedos.
El caso de la fiebre amarilla que expone Ryan está muy bien traído ya que es una de las enfermedades contra la que hay que estar inmunizado para entrar en determinados países. Otros ejemplos son el cólera o la rubéola. Cuando viajamos a zonas que piden demostrar que está todo en orden, lo lógico es llevar un documento en papel que se llama Certificado Internacional de Vacunación o Profilaxis. Y no es nada nuevo, como también apostilló Simón el lunes: lleva años expidiéndose.
La diferencia con el pasaporte del que se habla ahora es el formato. Lo que se busca es que sea digital, y ahí también reside otro de los asuntos que está retrasando su implantación: debe ser estrictamente confidencial y estar blindado a los ciberdelincuentes. La información sanitaria es personal e intransferible, hay leyes en todo el mundo que la protegen y que impiden que se haga pública, sobre todo, para evitar estigmatizar o perjudicar a aquellos que sufren determinadas afecciones.
Por eso, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias de España cree que hay que andarse con pies de plomos. «Va a tener implicaciones diferentes. Se aplica a certificados con vacunas nuevas a las que todavía no ha tenido acceso toda la población. Hay que valorar con mucho cuidado todo el proceso y llegar a decisiones consensuadas basadas lo máximo posible a la evidencia científica«, ha detallado.
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