Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Hay fechas que quedan grabadas en la memoria para toda la vida y no siempre tienen que ver con el nacimiento de un hijo. A veces, con más frecuencia de la que creemos, se relacionan con la enfermedad y la muerte o con las circunstancias ... que las personas estamos acostumbradas a asociar a estos trances. Aunque no siempre estén directamente relacionadas.
El avance de los tratamientos, que en la última década ha sido descomunal, ha permitido duplicar las cifras de supervivencia de los últimos 40 años, según recoge el informe anual que publica la Sociedad Española de Oncología Médica sobre 'las cifras del cáncer en España', difundido esta semana con motivo del Día Mundial. Según ese trabajo, el 55,3% de los hombres y el 61,7% de las mujeres continúan con vida cinco años después de recibir el diagnóstico de su enfermedad. La buena noticia es que esas cifras se espera que continúen creciendo en los próximos años.
El impacto emocional de una noticia así no deja de ser enorme, Por muy fuerte que uno sea, por muy superado que esté el estigma de la enfermedad, la palabra cáncer pesa, especialmente cuando va ligada al nombre de uno. Tres pacientes recién diagnosticados lo cuentan para El CORREO. Estas son sus historias.
Noticia Relacionada
de los varones corre el riesgo de desarrollar un cáncer antes de los 80 años, frente al 27,6% de las mujeres.
El Observatorio Global del Cáncer (GCO) ha publicado un informe en el que reconoce que la obesidad está directamente relacionada con nueve tipos de tumores. La lista incluye el de mama postmenopáusico, de endometrio, colon y riñón.
de los hombres sobrevive cinco años después del diagnóstico, y el 61,7% de las mujeres.
La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) asegura, basada en estudios internacionales, que hasta un 33% de los cánceres y un 22% de las muertes por enfermedades oncológicas se relaciona con el consumo de tabaco. El alcohol provoca unos 180.000 casos anuales en Europa y 92.000 muertes.
Raquel Gamazo | Leioa, 49 años
Raquel Gamazo (Leioa, 49 años) es una mujer fuerte, con recursos, optimista hasta límites insospechados. Todas esas armas no fueron suficientes para evitar que la noticia del cáncer le sentara como un mazazo. «Me quedé en estado de 'shock' completamente en blanco, sin poder hablar durante tres minutos». No se lo esperaba. Muchas revisiones mamarias habían terminado en un susto. Esta vez no fue lo de siempre. Había motivos para preocuparse.
Fue el pasado 23 de mayo. «Sentí como si me hubieran subido para arriba, para arriba... y de pronto, te sueltan al vacío y dices '¿Y ahora qué'». Le acompañaba Gonzalo, su esposo, que como ella afronta la vida desde su lado más positivo. «Reaccionamos los dos muy bien. Pensamos 'Bueno, está pasando, pero tenemos que tirar para adelante'; y comenzamos a preguntar al médico sobre cuestiones prácticas».
En la mente de los dos estaban Bosco y Nicolás, los hijos de la pareja de 7 y 6 años. ¿Qué contarles? También los padres de ella, especialmente «mi ama, que le da muchas vueltas a la cabeza y se hunde por cualquier cosa. ¡Es natural! Soy su hija y, como madre, prefiero que me pase a mí algo un millón de veces antes que a mis hijos».
Cuando se vuelve a casa de las primeras consultas suele ser el momento pensar más de la cuenta. Raquel nunca se ha dejado llevar por la emotividad. Nunca ha tenido bajones, según cuenta, ni ha llorado. No lo ha necesitado. «El tratamiento contra el cáncer se sostiene sobre cuatro patas: alimentación, deporte, medicación y actitud. Yo soy católica, tengo fe y eso me da fuerza», confiesa.
«Como dice el consultor Victor Küppers, 'las circunstancias te tocan, la forma de afrontarlas depende de ti'», se dice Raquel, que se propone una vida con menos estrés. Le mueve la ilusión. «Cuando todo esto termine, me iré de vacaciones con Gonzalo. Quizás a Canarias. Nos lo merecemos, llevamos ocho años trabajando y sin vacaciones».
Nicolás Sánchez | Santurtzi, 77 años
Nicolás Sánchez tiene 77 años y un cáncer de colon que no le impide bailar con Carmen, su esposa, al amanecer. «Lo hago muchísimas veces, según nos despertamos. No siempre tengo ganas, pero sé que ella lo está deseando y que sirve para darle ánimos. Bailamos un poquito y luego ya nos vamos juntos a desayunar».
Es, como Raquel Gamazo, un tipo duro «de un pueblo de Salamanca cercano a Guijuelo, donde el jamón», que el pasado mes de septiembre se desvaneció cuando paseaba por Santurtzi, donde reside. En la acera quedó tendido, a la espera de la ambulancia que le condujo al hospital de Cruces. Le hicieron «muchas pruebas», hasta que una colonoscopia explicó su caída.
No le impactó la noticia. «Soy muy tranquilo y sufro más por los demás que por mí. Hace mes y medio se me murió un hermano. Le quería con toda mi alma -detalla- y lo estoy pasando fatal; créame, que me duele más su pérdida que mi enfermedad».
Esa actitud le llevó a pensar en su familia más que en sí mismo cuando recibió el diagnóstico. Pensó en sus hijos, «que son ya mayores, tienen sus vidas hechas». La «pequeña», Diana, «es más nerviosa. Para la hija, el padre lo es todo». Ese día también le acompañaba en la consulta Raúl, el mediano, más pragmático. «Me dijo que estuviera tranquilo, que ahora hay tantos tratamientos que, al final, la gente se muere de otra cosa». El mayor vive en Málaga. «¡Menos mal, porque es muy sentido!».
Nicolás cuenta que en ese momento y los días que le han seguido se ha sentido siempre muy «arropado» por los médicos y sanitarios que le cuidan. Ellos velan por él y él lo hace por Carmen. «He llorado en soledad, en el baño. No quiero que me vea hacerlo. Llevamos juntos 54 años y aún nos reímos mucho».
Ha comenzado un camino y sabe dónde lleva. «Los médicos me ven fuerte y claro que voy a sobrevivir. ¡Desde luego!».
Manuela Ahedo | Barakaldo, 60 años
«No pasa nada por no tener tetas. Hay que seguir. Nos pondrán piedras por el camino, pero las iremos saltando. Esto no va a poder conmigo. Voy a llegar a la meta». Manuela Ahedo se conjuró con estas palabras ante los suyos cuando recibió el diagnóstico de cáncer. Estaba convencida de que tarde o temprano el médico le diría lo que le dijo. Lo había visto en su madre y luego en una hermana. Creyó que eludiendo las revisiones burlaría a la enfermedad. Pero la naturaleza siguió su curso. La mujer, una vecina de Barakaldo originaria de Madrid, afronta un doble tumor mamario.
Recuerda el diagnóstico como un «mazazo, no le voy a engañar». Su madre había muerto cinco años antes por un tumor peritoneal y su hermana hacía ya 22, precisamente de un cáncer de mama. El miedo a un resultado positivo la alejó de las revisiones preventivas. «Por suerte, no tenía metástasis», explica.
No la hubo, pero el tumor estaba lo suficientemente diseminado como para requerir la extirpación de los dos pechos. «Miré a mi marido y a mis dos hijas y les dije: no hay tiempo para lamentaciones, hay que enfilar la meta entre todos».
Hubo, según recuerda, mucha sensibilidad y empatía por parte del equipo sanitario del hospital de Cruces. «Es algo que se agradece enormemente. Médicos, enfermeras, auxiliares, pero incluso los administrativos, que te llaman a casa con la mayor amabilidad. Cítales a todos por favor», pide emocionada.
El 8 de marzo de 2020, en pleno estallido de la pandemia, ingresó en el quirófano. Una semana después, sin haberse acabado de recuperar, tuvo que irse a casa, con ocho bolsas de medicación colgadas de los brazos. El hospital se había vuelto un lugar peligroso. «Me veía como el jovencito Frankenstein... Un día -continúa- cuando tuve fuerzas, permití a mi esposo verme desnuda. Me vio y me dijo 'me da igual, el cuerpo no es nada'». Manuela comenzó a vivir. Pero ese es otro reportaje.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.