Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Koldo tira de las riendas de 'Bohemio', que se resiste a trotar. Tiene que lograr que el caballo gire en círculos sobre sí mismo, pero aquí no hay hierro, ni filete, ni fusta, nada que fuerce al animal. Recurre a la voz y a un ... tirón firme, certero, que hace que ambos comiencen a virar acompasados. La escena se desarrolla en el centro de un picadero levantado en mitad de la nada, en la falda de un monte de Urduliz. La psicóloga María García Ruiz ha representado con maderos un cuadrado en el suelo que simboliza una recaída en el consumo de drogas. «¿Qué supondría para ti volver a consumir?», le pregunta. «Perder mucho. Perder a mis padres, a mi hijo, a mi novia. También dinero. Todo lo que he conseguido hasta ahora», reconoce.
Así comienza una sesión de equinoterapia en el centro de descanso y recuperación de caballos Eten Zaldiene. Luego, Koldo coloca unos conos amarillos y nombra los peligros potenciales -tener dinero o una ruptura- y los apoyos a los que se agarraría -la familia, su hijo, su novia- para evitar la tentación. María García dirige Aztarnak, una iniciativa de intervención psicosocial con animales pionera en España y por el que ha apostado el área de Empleo e Inserción foral que dirige Teresa Laespada. En los cuatro años que lleva en vigor han pasado por aquí algo más de una treintena de personas «en situación de exclusión» y con un historial de problemas por consumo de drogas y alcohol. «En todos los casos ha habido una mejoría en su bienestar psicológico y en otras facetas. Pero los objetivos para cada uno son distintos. Con algunos se aspira a que abandonen el consumo, pero también hemos recibido a una mujer con la que el objetivo era que experimentara una experiencia positiva en su vida», relata Nora Amiano, que dirige Anothe, una de las primeras entidades de terapia asistida con animales.
Koldo es el líder natural del grupo, el tipo en quien quieren convertirse los que amanecen cada día con resaca. Lleva más de tres años sin consumir estimulantes, está «en alta técnica», pero acude cada semana a echar un cable. «He encontrado un trabajo de repartidor de pizzas y tengo novia. Y ahora puedo disfrutar de mi hijo, que tiene 14 años y necesidades especiales». Cuando llegó, su autoestima estaba destruida. «Sólo decía cosas malas de sí mismo. Etiquetas injustas que le habían ido colgado», recuerda Nora Amiano.
Cada lunes, llegan hasta aquí ocho personas. Unai se levanta a las siete de la mañana para llegar puntual a las nueve y media. Todos quedan en la parada del metro de Urduliz y suben caminando hasta la granja establo, donde, además de caballos, hay gallinas, perros y una cerda llamada 'Filomena'. El único requisito para empezar es «llegar limpio». Si alguien tiene síntomas de consumo, se le manda a casa «por respeto a los demás y a los animales, no como un castigo». Cada uno tiene otro usuario que hace de apoyo -hay diferentes fases en la recuperación- y, antes de consumir, debe llamarle y dar un paseo juntos. A veces con eso basta, otras no.
A Urduliz llegan emocionados. «Lo perciben como un disfrute, no como una terapia. Con eso ya tienes mucho camino andado», valoran las profesionales. Rompen con esa dinámica de «fracaso por la recaída y culpa» que llena sus mochilas. Respiran hondo y hacen trabajo físico. Cuando se sientan a descansar un rato, algunos sonríen. «He montado a caballo», cuenta orgulloso Diego. Es uno de los premios más deseados porque en los ejercicios habituales no se cabalga.
El día comienza con una reunión en la cuadra donde cuentan cómo se sienten. El día del reportaje lidian con una recaída puntual. Hay jornadas más difíciles porque algunos de ellos están en suspensión de condena -por delitos menores- con la condición de no consumir. «Somos una familia. Aquí nadie te juzga. Podemos abrirnos», cuenta Diego. Luego, dan juntos de comer a los caballos y hacen reparaciones en la cuadra. También cuidan la huerta, donde este año plantarán lechugas y acelgas. «Van a recordar que se recoge lo que se siembra», razona María García.
Cada uno elige su montura. «Me gusta porque es cariñoso». «Le cuesta relacionarse con otros caballos, pero no con las personas». «Fue maltratado». «Es un poco cabezón, pero noble». Los motivos por los que los eligen hablan de ellos mejor que nadie. Un hombre les contó así la muerte de su hijo, el origen de su debacle. Nunca se lo había dicho a nadie. Surgen conversaciones pendientes con los padres. Los problemas de algunos empezaron por no saber «poner límites» y «aprendimos con el caballo, en ejercicios donde había que darle de comer lo justo».
Mientras limpian la crin de los animales, aprenden a cuidarse. Julia, de 30 años, está mejorando su «autocontrol y autoestima». Lleva una década con los porros y Antonio, de 53 años, media vida en alcohol. «Mi mujer ahora está contenta», valora. Las drogas blandas son habituales, aunque también aparece la cocaína y el speed. Y, en algún caso, hasta la heroína. «Crees que lo controlas y ya está hecho. Eres un adicto. Lo ve todo el mundo antes que tú», recuerdan. Todos saben que el camino de la remontada pasa por «coger las riendas», seguir la senda de Koldo. El joven de la recaída recoge estiércol con una pala. «¿Cómo ves a tu yegua dentro de cinco años?» «Estará bien. Es fuerte y ha aprendido a saltar hace poco». No lo dice, pero él también.
María y Nora dan un abrazo al chico que ha llegado abatido esta mañana. «Aquí las relaciones son horizontales y un gesto de cariño cambia todo», valoran. Quienes sobreviven a experiencias duras, acaban arrastrando una coraza que les aleja de los sentimientos. «Me cuesta todavía más sentir las cosas positivas que las negativas», confiesa Diego.
Ellas y el educador social que completa el equipo se implican y bajan al barro. «Hay días que empieza la reunión diaria y nosotras también contamos cómo estamos. A todos nos pasan cosas en la vida y ayuda ver que a tu alrededor también suceden cosas buenas y malas», relata Nora. María opina que «trabajar con ellos es una suerte. Es un tópico, pero te aportan mucho más de lo que tú les aportas a ellos. Y cuando ves un caso como el de Koldo te dices: 'por eso estoy aquí'». Conocer sus experiencias pone el día a día en su sitio. «Creo que ellos me ayudan a ser mejor persona», confiesa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.