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luis j. ruiz
Martes, 10 de marzo 2020, 00:15
En el centro de Haro, en la confluencia de las calles Conde de Haro y Arrabal, una panadería ha colgado un cartel en el que se prohíbe expresamente hablar del coronavirus. «Estamos hartos ya», dice su responsable. Está en el epicentro del epicentro de la ... infección en La Rioja, la que mantiene a más de una treintena de vecinos en cuarentena.
Todo comenzó a menos de 50 kilómetros al norte de allí, en el cementerio de El Salvador de Vitoria. El velatorio (23 de febrero) y el funeral (24) de un hombre de 40 años congregó a casi un centenar de allegados, entre ellos buena parte de la comunidad gitana jarrera. Uno de los que asistió fue 'el Camarón', vecino de Casalarreina y natural de Haro, de 52 años de edad. Es el paciente cero de La Rioja, uno de los tres focos -junto a los de Madrid y Vitoria- que más quebraderos de cabeza provoca a las autoridades sanitarias.
Tras aquel funeral -al que «acudió una pareja que había estado en Italia», sostiene uno de los ahora confinados en Haro-, el paciente cero hizo vida normal durante una semana, barbacoa de cumpleaños en su casa incluida. Esa actividad acabó alimentando la propagación del Covid-19 entre amigos, conocidos y familiares. Días después de ambos actos sociales, 'el Camarón' acudió al centro de Salud de Casalarreina hasta que, finalmente, el 1 de marzo se desplazó al Hospital Santiago Apóstol de Miranda de Ebro (Burgos), a apenas 24 kilómetros de Haro. Allí continúa ingresado.
«Tengo a unos 30 familiares en cuarentena», dice desde su aislamiento un sobrino del 'Camarón', que lamenta y denuncia «los mensajes racistas» que circulan por las redes sociales. Por La Rioja Alta han corrido también como la pólvora los bulos. Sobre todo el que aseguraba que el paciente cero se había escapado del hospital de Miranda y paseaba por Haro. La presencia de los agentes del GAR de la Guardia Civil el pasado domingo hizo dudar incluso a los más escépticos.
Pero que el grupo de élite del instituto armado se desplegara en Haro no responde a esa mentira, sino a una realidad bien concreta, confirman fuentes oficiales a este diario: el escaso compromiso con el aislamiento de alguno de los pacientes que estuvieron en contacto directo con 'el Camarón'. Tras ser informados de la necesidad de permanecer aislados en sus domicilios, algunos de quienes estuvieron con él hacen caso omiso y salen a la calle o reciben visitas. El viernes, patrullas de la Guardia Civil se apostan en lugares estratégicos para vigilar determinados domicilios del corazón de Haro y hacer cumplir el aislamiento. Hay roces y palabras más altas que otras.
El domingo, el GAR desembarca en Haro replicando imágenes propias de películas de ciencia ficción con agentes embotados en trajes especiales para riesgos nucleares, radiológicos, biológicos y químicos (NRBQ). «Se trata de un grupo grande con un contacto muy estrecho que requiere medidas diferentes a las que habitualmente se suelen proponer», definió la semana pasada Fernando Simón. Las dimensiones de ese entorno familiar alcanzan también a Logroño, y esta mañana la Guardia Civil tiene previsto completar el trabajo en otras localidades de La Rioja Alta.
Ayer, mientras los casos de coronavirus volvían a repuntar en La Rioja, mientras todas las televisiones nacionales conectaban desde la plaza de La Paz jarrera, una patrulla de la Guardia Civil recorría las calles de Haro con cierta discreción. Quizá a menos velocidad de lo normal por las calles Conde de Haro y Arrabal, donde hay varios familiares del 'Camarón' en aislamiento. «No es normal, da la sensación de que estamos todos infectados y no es así», dice un vecino mirando con cara de circunstancias a las televisiones desplazadas a Haro.
La conexión de una de ellas silencia el vermú en un bar próximo al colegio San Felices, donde varios alumnos han dado positivo. En la pantalla sale la casa donde el sobrino del 'Camarón' sobrelleva la cuarentena. Le quedan, confía, unos diez días. No tiene síntomas. Ha bajado la persiana del balcón. Dentro, dice, mata el tiempo con lo que puede: «La televisión, rezar y leer la Biblia». No tanto con el teléfono móvil: «Para leer los mensajes que manda alguno...».
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