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El confinamiento decretado para poner freno a la propagación del coronavirus tiene un efecto secundario: la falta de socialización directa. Internet y los teléfonos móviles permiten comunicarse con todo el mundo. De hecho, su uso se ha disparado estos días, y los medios de entretenimiento ... actuales son casi inabarcables. Pero se echa en falta pasar el rato con alguien 'de verdad', hacer cosas en grupo. Ya el día 15, primera jornada de encierro en casa, se hizo viral un vídeo de una urbanización de Mairena de Aljarafe (Sevilla) cuyos vecinos habían decidido quedar para jugar al bingo, pero cada uno desde sus respectivos balcones. No fueron los únicos. También ese día, unos vecinos de Basauri hicieron lo mismo en su barrio. La escena fue inmortalizada en otro vídeo (que se puede ver en www.elcorreo.com), también viral. «¿Y qué se lleva el ganador?», pregunta la chica que graba la escena. «¡Papel higiénico!», responde alguien fuera de plano y entre carcajadas.
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Entre las nuevas rutinas que ha traído este forzado modo de vida anómalo están estos entretenimientos sociales improvisados, pero que ya parecen contar con sus propias normas. Las quedadas para hacer karaoke, poner música o jugar al bingo, que parece ser tendencia, se hacen por lo general después de los aplausos a los sanitarios de las ocho de la tarde. Pasado ese homenaje más que justificado, que ha permitido conocerse, de ventana a ventana, a personas que hasta esta crisis no tenían ningún contacto entre sí, comienza la música o el canto de números y líneas.
Un rastreo, forzosamente realizado desde el confinamiento, descubre que en Bilbao, en Alameda Rekalde, un DJ pincha para sus vecinos el jueves, el viernes y el sábado. Hay indicios de la actividad de otros Dj en el Casco Viejo y Matiko. En García Rivero, una joven imparte clases de zumba desde su balcón. En Uribarri juegan al 'Veo, veo' (o por lo menos lo hicieron una noche) y un vecino pone música infantil para que los niños canten en una calle de Rekalde.
La insospechada popularidad de la que goza el bingo a causa del coronavirus ha llegado a una comunidad de vecinos de Los Llanos, en Portugalete, de la mano de Fernando Rojas. Para muchos, antes era el vecino del tercero. Ahora es el del bingo. A él se le ocurrió empezar a organizar partidas después de los aplausos de las ocho, «charlando con una vecina. De balcón a balcón, claro. Se trata de dos portales que comparten un espacio interior, «un patio de luces». «Hablando por la ventana, comentamos que podríamos hacer algo. Aplaudir por las ventanas que dan a la calle y luego pasar a las del interior».
Fernando puso en práctica la idea hace una semana. «Me bajé una aplicación de bingo y busqué un proyector que tenía por casa, que usaba para poner películas, para proyectar el juego». Él aporta la aplicación y la multimedia -que pone el nivel de esta comunidad de Portugalete por encima de la de Mairena de Aljarafe- «y los demás se hacen los cartones, con números del 1 al 75». ¿Y el premio? Sorprendente coincidencia con Basauri: «Un vecino bromeaba con que podía ser un rollo de papel higiénico», claramente el nuevo oro. «Se trata de pasarlo bien, no solo de jugar. Hacemos nuestras paraditas para charlar también». Las partidas no son diarias: «Trabajo en una fundición, a relevos, y en esto no hay teletrabajo -bromea Fernando-. Cuando salgo tarde de trabajar no jugamos».
Además de aliviar el confinamiento, Fernando cree que este tipo de actividades entre vecinos «nos permite estrechar lazos. En este edificio todos llegamos más o menos a la vez», hará unos quince años. «Hay alguna persona que llegó después, pero nos conocemos todos. Lo que esto nos permite es estrechar lazos, que siempre es positivo, y más con lo que estamos pasando».
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