Cierre perimetral en el País Vasco

Bilbao entra en zona roja

Martes, 19 de enero 2021, 12:35

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El cierre de Bilbao está siendo como el arrollamiento de un tren a cámara lenta. A mediados de la semana pasada ya se veía venir. Luego, el domingo, el alcalde avisó de que la ciudad debía prepararse para ese escenario. El lunes los datos epidemiológicos ... confirmaron que estábamos frente al precipicio. Este martes -las matemáticas son implacables- Bilbao superó los 500 casos por cada cien mil habitantes en las dos últimas semanas. Suma ya 506. Y mañana una resolución de la directora de Salud Pública y Adicciones incluirá a la capital en la lista de municipios en zona roja, oficializando las restricciones que eso implica y que serán efectivas desde el viernes.

Esas restricciones son las ya conocidas y, por lo tanto, esperadas: cierre perimetral del municipio de tal modo que nadie podrá entrar o salir sin causa justificada; nuevo cerrojazo a la hostelería, que apenas ha logrado abrir durante algo más de un mes tras el último parón, que se prolongó hasta el 12 de diciembre; y, además, suspensión del deporte escolar y toda actividad deportiva en grupo.

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En realidad, este arrollamiento que viene era previsible desde mucho antes. Desde que las administraciones decidieron aflojar las restricciones en Navidad y propiciar reencuentros familiares. Entonces, a mediados de diciembre, todo el mundo, incluso las mismas administraciones, esperaba un recrudecimiento de la pandemia en enero. Y así está siendo. La evolución de casos en Bilbao refleja muy bien la progresión. Durante Navidad se venían registrando alrededor de medio centenar de positivos al día. En cuanto entró 2021 las cosas se comenzaron a torcer y la semana de Reyes se subía de los cien. La tendencia continuó al alza y esta semana arranca con 182 nuevas personas infectadas.

De hecho, la capital tira en la estadística pandémica del resto del territorio porque los mencionados 182 positivos del lunes, último dato hecho público este lunes, suponen el 34% de los 530 que se registraron en el conjunto de Bizkaia. Es decir, algo por encima de lo que le correspondería por su porcentaje en la población total (30%).

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Dos semanas al menos

La falta de medidas restrictivas y el relajamiento de parte de la población durante las últimas semanas van a tener un coste enorme tanto en vidas (cada repunte en contagios siempre es seguido de un aumento de fallecimientos) como en miseria económica. El sector más dramáticamente afectado, como siempre, es el hostelero, que será el único en padecer un cerrojazo total. Y cuentan con que la situación se prolongue no menos de dos semanas. Ese va a ser el mazazo definitivo para muchos establecimientos que habían logrado resistir hasta ahora pero que no serán capaces de superar otro periodo de inactividad ni la incertidumbre de no saber ni cuánto va a durar ni si será el último.

El comercio también va a sufrir. Las tiendas sí podrán seguir abriendo pero el tejido comercial en Bilbao está dimensionado no sólo para vender a vecinos, sino a toda la gente que viene de fuera. Eso es lo que va a pinchar. Y de un modo más dramático que en el anterior cierre perimetral, porque entonces se permitía la llegada de personas de municipios vecinos, pero en esta ocasión no será así. La campaña de rebajas, ya muy floja, se frustrará de manera definitiva. Luego llegarán meses tradicionalmente malos. De modo que desde el sector se asume que el final del túnel estará en el segundo semestre. Nadie sabe cuántos negocios resistirán hasta entonces.

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Riesgos del teletrabajo

¿Hasta aquí los efectos económicos del cierre a partir del viernes? Pues no. Es cierto que el resto de actividades productivas continúan porque una de las razones por las que se permite la movilidad es ir al trabajo. Pero el gran problema ahora es «la confianza», avanza el presidente de la patronal vizcaína (Cebek), Iñaki Garcinuño. Las oscilaciones en las cifras de contagios, los repuntes, esa sensación de dar un paso hacia delante y dos hacia atrás generan un clima de incertidumbre que «paraliza las inversiones, y muchas de ellas son de larga maduración, de meses o incluso de un año». Invertir es sembrar, y si no se siembra no habrá cosecha en el futuro. Por otro lado, que se alargue la crisis va minando el balance de las compañías y aunque no haya de momento grandes problemas de liquidez «por la captación de capital», en el futuro próximo «vamos a empezar a tener problemas de solvencia porque haya negocios que dejen de ser rentables».

Además, que el impacto del virus no remita está cronificando el teletrabajo en muchas firmas. Aunque las bendiciones de esta modalidad laboral son muchas, también tiene sus riesgos. «A menudo la productividad baja; estamos notando que por las tardes hay mucha menor actividad que por las mañanas», quizás fruto de «jornadas continuas» ya sean oficiales o de facto. Además, con los equipos desperdigados en sus casas, hay otro efecto negativo: falta creatividad y es más difícil que surjan nuevos proyectos. «La dinámica del teletrabajo es muy individual, las reuniones por 'zoom' acaban siendo como monólogos. Falta agilidad, contrastes colectivos».

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Una sociedad agotada

Desde el punto de vista social también hay riesgos. La población está cansada. «Nuestra generación no ha vivido guerras, cataclismos, y no estamos acostumbrados a vivir en este contexto de incertidumbre», apunta César San Juan, profesor de Psicología Social en la UPV/EHU. Según vaticina, «eso se va a traducir en que la tercera o cuarta ola de la pandemia será la de las patologías mentales». Además, «esta situación de hartazgo aumenta la agresividad, la tensión social», y ya se está percibiendo en las agresiones y amenazas que sufre la Policía cuando trata de acabar con fiestas ilegales. Para el antropólogo Jesús Prieto Mendaza es normal que las heridas provocadas por la pandemia se traten de curar «a nivel social». Justo lo que no se puede hacer. Así que «nuestras autoridades se van a encontrar con grandes dificultades para contener a esa gente que pone en peligro a los demás».

Por supuesto, el repunte pandémico con todos los riesgo que conlleva se extiende mucho más allá de Bilbao. La Comunidad Valenciana ha decidido cerrar su hostelería y las instalaciones deportivas durante dos semanas; Navarra ha decidido también 'chapar' el interior de la hostelería desde el sábado. Y las señales que llegan desde el resto de Europa tampoco son buenas.

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