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Cómo afectó el Covid a la cultura

Cultura: un refugio tan necesario como frágil

Sector cultural. La música, los libros, el cine, las artes escénicas, los museos... son un bastión donde hacerse fuerte mentalmente. Tendrán un papel fundamental en el proceso de sanación del trauma colectivo. Un año después del estado de alarma, la industria cultural lucha por mantenerse a flote

ISABEL URRUTIA

Viernes, 12 de marzo 2021

Cuando más incertidumbres y miedo había, la mayoría de la población echó mano de la música, una novela o una película. Vivíamos entre cuatro paredes y todo era un mar de confusión. ¿Qué será de nosotros? Fue entonces cuando se produjo el fenómeno, algo que ... a veces se olvida con la vorágine cotidiana. Nunca estamos solos. Ya lo decía Tim Robbins en el filme 'Cadena perpetua', tras pasar dos semanas en el calabozo: «Me acompañaba Mozart, en la cabeza y el corazón. El tiempo ha pasado volando».

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Esa sensación la ha redescubierto mucha gente: la cultura es un bastión donde hacerse fuerte mentalmente. No cabe duda de que tendrá un papel fundamental en la superación del trauma colectivo. Sin embargo, el proceso llevará su tiempo: un año después de la declaración del estado de alarma, las colas en los museos, los espectáculos masivos en vivo, las actuaciones en salas llenas... no se vislumbran en el horizonte. El sector lucha por mantenerse a flote. En ámbitos como el cine, las plataformas online han llegado para quedarse y la inestabilidad laboral se recrudece en las artes escénicas. La Asociación de Promotores Musicales calcula pérdidas de 1.300 millones de euros y el formato en streaming no es la panacea. Hay muchos interrogantes pero una cosa está clara: ahora más que nunca, para mantener la cabeza en su sitio, hace falta cultura.

  1. MUSEOS

    Exposiciones ambiciosas que el público disfruta al vaivén de los cierres perimetrales

El Guggenheim, el Bellas Artes, La Alhóndiga y la Sala Rekalde apuntan alto y solo con Bilbao los números quedan flojos

Por iñaki esteban

Comenzaba la temporada de primavera en los museos cuando la OMS elevó, el 11 de marzo, la situación del coronavirus de la epidemia a la pandemia. Justo en esa fecha se había presentado en el Guggenheim la exposición sobre William Kentridge y un día antes el Bellas Artes inauguró 'Beruete, Regoyos y el paisaje'. Con todo puesto, los dos museos abrieron a la mañana siguiente, hasta que el cierre se hizo inevitable. Fueron los últimos en cerrar, al menos entre los grandes. Otros como el Prado ya lo habían hecho.

Dependientes de la movilidad, no sólo durante el confinamiento en casa sino también después, los museos pasaron de un 2019 expansivo y optimista a su tono contrario. Junto con otras instituciones como Azkuna Zentroa, la reapertura del 1 de junio supuso un respiro, más hondo cuando en la tercera semana de ese mes pudieron entrar visitantes nacionales y extranjeros. Aun con las restricciones de aforo, en sus salas había gente y se notaban las ganas de volver a disfrutar. Todos esos centros demostraron que eran lugares seguros, más que muchos otros.

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En los siguientes meses, la asistencia se ha movido al vaivén de los cierres perimetrales. Sólo con Bilbao, los números quedan muy flojos. El museo de Gehry cerró 2020 con 315.908 visitantes, el 27% respecto a 2019, y el 30% de ellos vascos; el del parque llegó a los 82.222 visitantes, un 34% del público del año anterior.

A la espera de la recuperación más clara, los exposiciones siguen su curso, y con mucha ambición. El Guggenheim tiene una gran exposición de verano, la dedicada a 'Los locos años veinte' del siglo pasado, que se inaugura en mayo, mes en que la Alhóndiga acogerá la obra de Ana Laura Aláez. El Bellas Artes abrirá la de Antoni Muntadas el 19 de marzo y en abril la de Remigio Mendiburu. La Sala Rekalde continúa con la de Agustín Ibarrola. Con este cartel, parece raro pensar que estamos atravesando una pandemia.

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  1. ESCENA

    El abrazo de los espectadores no basta para sostener un frágil entramado

Las obras canceladas se han ido reprogramando, pero el sector vive al día y «no se contrata nada nuevo», advierte Eskena

Por teresa abajo

Ya nadie tose en el teatro, se respira una silenciosa complicidad que estalla en los aplausos con un agradecimiento mutuo: por llevarnos a otro lugar y por contribuir a que el escenario siga en pie. Estas emociones, sin embargo, no ocultan las preocupaciones del sector. Cuando cayeron con estrépito todos los telones, algo que no había ocurrido ni en la Guerra Civil, las asociaciones de artes escénicas ya advirtieron que estos profesionales viven «al límite, sin colchón ni tesorería», pendientes del siguiente bolo para cuadrar las cuentas. Ahora todo es aún más incierto. Los programadores anuncian los espectáculos a cuentagotas, mes a mes, atentos a posibles cancelaciones. La cartelera es de gran calidad, apoyada sobre todo en apuestas seguras que siguen de gira.

Según las estimaciones de la Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza (FAETEDA), el año pasado la recaudación disminuyó un 66% respecto a la de 2019. Los análisis detallados deben hacerse por comunidades porque desde que en junio se retomó la actividad ha habido todo un abanico de restricciones: teatros cerrados, aforos del 50% o de solo 30 espectadores, matinales y funciones a deshoras para terminar antes de las seis de la tarde. Ha aumentado la dependencia de la Administración, que, como se ha demostrado con la gestión de las ayudas, no conoce suficientemente bien la realidad de un sector complejo y disperso.

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Si España es la excepción en Europa, donde predominan los teatros cerrados, Euskadi es la única comunidad que ha mantenido la actividad de manera ininterrumpida desde junio. Aun así, «la gente está muy preocupada», advierte Amaia Ibáñez, gerente de Eskena. «Lo cancelado se ha ido reprogramando, pero ahora está todo parado y no sabemos si se va a reactivar. De momento, las compañías aguantan (la asociación agrupa a 22) tomando medidas como reducir plantilla».

  1. MÚSICA

    Los conciertos y espectáculos musicales se ofrecen en formatos apenas viables

Se prevé que el inicio de la recuperación no llegue hasta bien entrado 2022, con nuevas normas de actuación consensuadas

Por josu olarte

El entramado de la música y los espectáculos en vivo empezó a atisbar un panorama oscuro al tiempo que la pandemia imponía el confinamiento y cierre de las salas de conciertos y espacios culturales. El parón evidenció al instante la fragilidad de un ecosistema que, aún marcado por la precariedad y la intermitencia, venía encadenando seis años de crecimiento sostenido, llegando a generar 382 millones en España en 2019. El volumen de pérdidas que, tras doce meses en la UCI, anuncie el inminente anuario de la Asociación de Promotores Musicales superará los 1.300 millones de euros. Abocado a una situación límite, el tupido entramado de autónomos y pymes de un ramo con un impacto económico del 3,8 de PIB se movilizó en demanda de un rescate. Las administraciones respondieron con ayudas mínimas y con programaciones institucionales que han mantenido al sector en estado comatoso. Mientras los músicos se mostraban activos en la Red, el rosario de cancelaciones y aplazamientos fue afectando a citas de todo tipo. De conciertos en garitos, a grandes giras con parada en Euskadi (Extremoduro, La Polla, Estopa, Manu Carrasco, Izal..) o masivos festivales de rock y jazz. El Jazzaldia donostiarra optó por reducir su formato y la ABAO suspendió varios títulos de su temporada programando recitales de aforo reducido en el Euskalduna y la Sociedad Filarmónica. Al mismo tiempo, arriesgados productores independientes lidiaron con el rosario de restricciones programando conciertos en autocines o en formatos de seguridad sanitaria apenas viables. Parece imposible que los eventos mayoritarios puedan empezar a normalizarse en el último tercio año. El inicio de la recuperación no llegará hasta bien entrado 2022, dando por sentado que la administración y el tupido ecosistema de agentes implicados tendrán que consensuar las demandadas nuevas políticas y normas de actuación.

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  1. STREAMING

    Una alternativa al espectáculo en vivo que se consolida a pesar de sus carencias

Conciertos, obras de teatro, galas... las restricciones sanitarias han disparado las emisiones por streaming

Por josu olarte

Conciertos pero también obras de teatro, exposiciones, desfiles, eventos corporativos o incluso galas, como la reciente de los Goya. La implantación del streaming se ha consolidado en el último año como alternativa a los eventos presenciales, reducidos a la mínima expresión por los rígidos condicionantes sanitarios que impone la pandemia. Tan pronto como se prohibieron los espectáculos en vivo y el público quedó confinado, músicos de toda condición optaron por ofrecer actuaciones libres vía streaming. Tanto por su cuenta desde el salón de su casa, como hizo a diario Mikel Erentxun, como sumándose a eventos virtuales, tanto promovidos por la industria, tipo 'Quédateencasa' o con ánimo altruista ( El Gran Reto Solidario, One World Together al Home...). Hasta surgieron portales como conciertosencasa.com para seguir una agenda online que incluía las testimoniales ediciones virtuales que acabaron ofreciendo grandes festivales como el Bilbao Live o el Azkena Rock.

Pero al margen de su menor coste, la asistencia ilimitada o la visión perfecta, los conciertos virtuales han resultado ser una alternativa frustrante para músicos y seguidores, afectados por la nula experiencia comunitaria y auditiva derivada por los ocasionales problemas de latencia de la señal digital. En todo caso, todo apunta a que los conciertos en streaming han llegado para quedarse. Sobre todo los de pago. Incluso cuando, más pronto que tarde, los festivales y los grandes eventos vuelvan a ser lo que eran. A ello apuntan las inversiones en la mejora de la señal digital y los movimientos de la industria. El gigante Live Nation ya ha comenzado a adquirir plataformas de transmisión como Veeps y el sitio de venta de online entradas o 'social ticketing' Wegow (financiado en sus inicios por el Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación) acaba de aliarse con el portal de video Vimeo para desarrollar la plataforma para realizar y visualizar conciertos online.

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  1. CINE

    La debacle de unos cines que pierden sus espectadores a manos del 'streaming'

La pandemia ha provocado un cambio en el consumo audiovisual que ya no tiene marcha atrás

Por oskar belategui

Los cines españoles alcanzaron en 2019 el mejor resultado de la última década, con más de 105 millones de espectadores. 2020 se cerró con apenas 28 millones de entradas vendidas y unas pérdidas de 446 millones de euros. Ningún otro sector ha sido tan golpeado por la pandemia ni ha sufrido una transformación similar. A pesar de demostrarse la seguridad sanitaria en los cines, donde no se ha producido ni un solo contagio en este tiempo, los cierres y las restricciones de aforo han puesto a la exhibición contra las cuerdas. Muchas salas ya no volverán a abrir. Y el cambio de hábitos del espectador, que en este año se ha suscrito a plataformas de streaming, no tiene vuelta atrás.

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A principios de enero, más de 4,5 millones de españoles estaban suscritos a Netflix, la plataforma con más implantación entre nosotros. Disney Plus informaba esta semana de que ha superado los 100 millones de suscriptores en todo el mundo 16 meses después de su lanzamiento. La ventanas de explotación, el lapso de tiempo existente entre que una película se estrene en salas y llegue a un formato doméstico, ha saltado por los aires. Dos 'majors' confirmaron el cambio de paradigma. Warner adelantó que sus títulos se verían a la vez en salas y en HBO Max, mientras Disney dejaba colgados a los cines y apostaba por su plataforma y un modelo premium de pago para largometrajes como 'Mulán' y la reciente 'Raya y el último dragón'.

Muere la cinefilia tal y como se entendía hasta ahora. El ritmo frenético de estreno de películas y series ha devaluado un producto audiovisual de consumo casi inmediato. Quizá sobrevivan algunas pequeñas salas especializadas en cine de autor en el centro de las ciudades para una minoría. Y el próximo paso del cine en casa será, sin duda, la concentración de proveedores en una única oferta para no abrumar al consumidor.

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  1. LIBROS

    La lectura como válvula de escape crece y se mantiene la fidelidad a las librerías

Las predicciones más agoreras no se han cumplido y el sector aguanta el tipo. Pero la piratería no da tregua

Por isabel urrutia cabrera

Nada mejor que un libro como tabla de salvación y entretenimiento. Es lo que se desprende del comportamiento de muchos españoles. No solo durante el confinamiento se alcanzó un máximo histórico de lectores frecuentes (un 57%), sino que después del verano, el 53% seguía leyendo una media semanal de 7 horas y 25 minutos. Es decir, media hora más que en 2019. Un triunfo en toda regla, «porque se ha conseguido lo que parecía imposible para mucha gente, soltar por un rato el 'chupete digital' de las redes sociales, que no deja de ser una obsesión que quita media vida y está atrofiando la capacidad de concentración», advierten los expertos como Carlo Feltrinelli, dueño en España de la editorial Anagrama.

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Según las estadísticas, la población de entre 25 y 34 años es la que se ha volcado con más fervor en el placer de pasar páginas, da lo mismo que sean de papel o virtuales en una pantalla. Hay hambre de ficción y de ensayo. Eso sí, la lectura de libros de trabajo o de estudios ha caído, del 27,5% al 23,1%. En la actualidad lo que se busca mayoritariamente es una válvula de escape.

Un año después de la declaración del estado de alarma, el panorama no es tan apocalíptico como se pintaba al principio. «Las ventas no se han desplomado. Han bajado en torno a un 10%. En Euskadi está claro que han jugado un papel muy importante los bonos culturales. Las ayudas al consumo son vitales», recalca Kepa Torrealdai, presidente de la Asociación de Libreros de Bizkaia.

La fidelidad a las librerías ha salido reforzada. Pese a la pandemia, se mantienen como los principales centros de adquisición (71,1%), frente al 38,4% que compra en internet. Los datos en general invitan a cierto optimismo, sin perder de vista la amenaza de la piratería. En el último año se ha disparado el uso de WhatsApp, Telegram y Facebook para compartir ilegalmente textos íntegros y capítulos.

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